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Adiós a los lienzos de Alegría

Álvaro Darío Lara

Escritor y poeta

 

A través de la historia, el robo de obras artísticas ha sido un hecho muy frecuente en las distintas culturas. Una práctica antiquísima, que como repetiría un querido amigo, se pierde  en “la noche de los tiempos”.

Sólo habría que recordar los espectaculares robos en las tumbas nobles y faraónicas del Antiguo Egipto. Robos no recientes, sino más antiguos que  el mismísimo Nilo.

Ya desde aquellas épocas, los amos de esa portentosa civilización, diseñaban toda suerte de monumentos y edificios a prueba de saqueadores, pretendiendo confundir a los delincuentes, mediante falsos túneles y pasadizos; además de las terribles maldiciones graficadas en los sagrados y ocultos recintos.

Sin embargo, con la astucia de los bandidos no hubo muro de contención que valiera. Muchísimas estructuras de cara al sol, subterráneas, o excavadas en acantilados, fueron literalmente vaciadas, incluso, desde el período predinástico.

¿Y qué decir de los robos efectuados en Egipto, luego de la llegada de Napoleón, en su famosa campaña que abarcó también Siria (1798-1801)?

Dejando Egipto, otras fechorías célebres son, sin duda, el episodio fraguado por Vicenzo Peruggia en 1911, al sacar –intacta- del Museo de Louvre, a La Gioconda del genial Leonardo.  O los veinte cuadros de Van Gogh, sustraídos del Museo de Amsterdam en 1991. Afortunadamente, ambos casos fueron resueltos con éxito.

Los nazis representan otro oscuro capítulo en la historia contemporánea del vandalismo cultural y artístico. La Comisión para el Arte Incautado en Europa, estima, que durante la Segunda Guerra Mundial, los partidarios de Hitler, despojaron a los judíos de más de 600.000 obras de arte.

El fanatismo terrorista de la actualidad (EI) – cegado completamente- ni siquiera tiene noción de robar  el patrimonio cultural o artístico, lo dinamita de una vez, como ha ocurrido en Irak, Siria y Libia.

En nuestro caso, una enorme tristeza e indignación nos embargó semanas atrás, al enterarnos del hurto de dos lienzos decimonónicos y de gran formato realista, pertenecientes a la parroquia de San Pedro Apóstol, en la ciudad de Alegría.

Las obras representaban el Bautismo de Jesús y las Ánimas del Purgatorio. Debo confesar que ambos cuadros, eran parte de mi ruta de devoción cultural, cada vez que llegaba a la tan hermosa localidad usuluteca. Y debo decir también, que mucho antes de su robo, lamentaba el estado de abandono y descuido en que se encontraban.

Las dos piezas exhibían manchas de pintura blanca, que un negligente pintor de interiores, había dejado sobre su superficie; y estaban urgidas de restauración por el polvo, la suciedad y la grasa acumulada con los años.

Deplorable que las autoridades eclesiásticas y la comunidad, aún no sean conscientes que la mayoría de templos católicos, son verdaderos museos, que demandan una atención continua. Mientras, los distintos sectores involucrados, no se organicen al respecto, y no adopten medidas integrales de preservación y protección, con el apoyo del Estado y de otros entes, el deterioro  y la  fuga de sus tesoros, a manos de los píos, continuará inexorablemente. Y conste, el tema no sólo es de ladrones, es de compradores.

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