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De izquierda a derecha: Álvaro Darío Lara, Darío Villalta Baldovinos y Jaime Trabanino. Homenaje a Morazán, Cementerio General de San Salvador, mayo de 2011.

Adiós al dilecto amigo y tocayo

Álvaro Darío Lara

Escritor/Poeta

Colaborador de Trazos Culturales

Se ha marchado hace escasos días de este mundo bello e ingrato, un dilecto amigo, tocayo también, el doctor Darío Villalta Baldovinos, con quien nos unían dos intensas pasiones: la literatura y el amor a Centroamérica.

Cuándo nos conocimos, no lo recuerdo ya. Pero, si la memoria no me traiciona, creo haberlo comenzado a tratar más frecuentemente, desde que lo vi asistir por primera vez, a los fraternos desayunos que organizaba en su casa, el doctor Vladimiro P. Villalta, otro caballero y colega de la Sociedad Bolivariana y del Instituto Morazánico.

Y así fue, Villalta Baldovinos, pronto se incorporó con gran entusiasmo, al Instituto Morazánico, del cual llegó a ser su Presidente. Ahí estuvimos juntos, rindiendo anualmente tributo a la memoria del general Francisco Morazán.  Por cierto hace unos años, atendiendo su llamado, nos unimos varios devotos de Morazán, para colocar una placa conmemorativa en su mausoleo, ubicado en el Cementerio General, conocido como “De los ilustres”. Esfuerzo en el cual también nos acompañó y colaboró, otro excelente amigo, el escritor Fidel Santacruz.

Tuve el inmenso honor de entrevistar al doctor Villalta Baldovinos, muchas veces, durante la conducción de mi programa “Debate Cultural” en Canal 10, y en el espacio “En Voz Alta” de Radio Clásica.

Poseedor de una agradabilísima personalidad, era muy fácil transitar con él, de los temas serios y espinudos de nuestra historia y acontecer, hacia ese su rico anecdotario, abundante de amenos episodios de la flora y fauna salvadoreña.

Villalta Baldovinos nació en Jayaque, La Libertad, en 1938. Desde temprana edad ingresó al periodismo radial y televisivo del país, donde se distinguió por su elegante voz y por su especial don de gentes. Además fue actor en radionovelas y en programas televisivos.  Siguió estudios de Jurisprudencia y Ciencias Sociales en la Universidad de El Salvador, de la cual se graduó con honores en 1976; dedicándose al ejercicio profesional y a lo que se convertiría, luego, en una larga carrera, como excepcional maestro del derecho, en numerosas asignaturas, sobre todo, en la cátedra de su predilección, la interesantísima Teoría del Estado, de la cual nos dejó un texto ya clásico en los estudios superiores, su libro “Teoría del Estado y una Introducción al Derecho Constitucional”, que le valió Diploma al Mérito Académico y homenaje por parte del Consejo Superior Universitario de la Universidad de El Salvador.

Un importantísimo hecho en la trayectoria profesional y ciudadana del doctor Villalta Baldovinos lo constituye su faceta como Presidente dela Asamblea General Universitaria de la Universidad de El Salvador (1981-1984), período en el cual se produce la ocupación militar del Campus Universitario. Pesa sobre sus hombros, en esa convulsa época, la defensa de la autonomía universitaria y el proceso de la reestructuración legal del máximo centro de estudios del país. Como Presidente de la Asamblea General Universitaria realizó importantes viajes de intercambio y solidaridad con universidades europeas.

En los últimos años de su fructífera existencia, estuvo dedicado a la docencia y a sus responsabilidades como juez y  funcionario de la Corte Suprema de Justicia.

Entre algunas de sus obras jurídico-históricas, mencionamos:  “La Justificación y la  No Justificación del Estado”, “El Método de la Teoría del Estado y Origen de la Institución Estatal”, “La Integración Centroamericana”, “El Origen del Estado de El Salvador” , “La Política Exterior de El Salvador” y “El Estado para Hobbes, Rousseau, Locke y Hegel”;  y en el ámbito literario: “Hombre, Amor y Testimonio” (Poemario, 1988), “Raíces sin Tiempo” (Poemario, 1996) y “El Viejo Blas y el éxito personal” (libro de superación).

Un día caminando por la playa incierta dela vida, Villalta Baldovino, se encontró con el Viejo Blas, un personaje fuera de serie, escuchemos un  fragmento de este relato en la “Semblanza del Viejo Blas”, que precede a la historia completa: “Salí un día temprano a la orilla del mar. Lo escuché hablar con un pequeño grupo de bañistas, y su lenguaje tan bien cuidado y con voz grave y bien modulada, su dicción de un castellano perfecto, y un atuendo un tanto descuidado, pero adecuado para el lugar, como una camisa ligera, un pantalón corto, unas exóticas sandalias; su complexión atlética y alta estatura, unido a un rostro blanco curtido por el sol, con una barba impresionante y unos ojos azules, atrajo mi atención inmediatamente. El interés por aquel hombre distinto en esas playas, se volvió asombro, admiración, respeto y estima, al escucharle profundizar sobre distintos temas con una profunda filosofía, reflejo de una cultura bien cimentada, y una inteligencia distinta para abordarlos, en los que se destacaba su gran amor al prójimo, su afán de servir, y una amplitud de criterio que penetraba mediante su fuerte personalidad y su carisma desconcertante, en los más íntimos rincones de sus interlocutores. Se creó entonces la leyenda del viejo Blas ¿De dónde venía? ¿Cuál había sido su pasado? ¿En qué lugares había estudiado? ¿Cuál era su origen o nacionalidad? Nada de eso ha podido ser contestado”.

No hay duda que el Viejo Blas, alguna conexión guardaba (posiblemente mucha) con Villalta Baldovinos, en la senda de la auténtica preocupación por sus congéneres, y en el deseo sincero de que éstos, en tantas ocasiones, extraviados por lo accidental de este mundo –indiferentes a  los valores esenciales- alcanzaran la paz y la felicidad que mora en el corazón de aquellos que finalmente han comprendido su  verdadera misión en este planeta.

Vayan, entonces, estas palabras, al dilecto amigo y tocayo (así me llamaba él), con quien  reímos y meditamos tantas veces, al ver pasar por las calles de la Patria -campantes- a la ridiculez, a la locura y  a la mediocridad, lanzando confites a la enardecida y crédula  muchedumbre.

¡Adiós, sí, a tus restos mortales; pero hasta pronto, a tu verdadero ser,  dilecto amigo y tocayo, Darío Villalta Baldovinos!

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