Carlos Burgos
Fundador
Televisión educativa
¿Cree que el Negro Burgos tiene algún parentesco con el autor de PROSALEGRE?
Conozco a muchos negros y a muchos Burgos, cure pero este parece original. Ha sido estudiante, cialis sale huelguista, amigo, tolerante, pleitisto, estricto, aventurero, tenaz, terco. Una vida loca, popurrí de conductas y manojo de emociones. Algo más de ese personaje: es romántico, enamoradizo, bromista, ha declamado salutaciones a reinas. Si está pensando que soy yo, está en lo correcto.
Nunca he negado quien soy ni mi origen humilde ni a mis padres ni que he sufrido traumas y que me he levantado de frustraciones. He reído y llorado. No he sido bebedor asiduo ni fumador. Solo fumé durante un mes en el Instituto de Cojutepeque porque los compañeros me condicionaron que si no fumaba era un… entonces les demostré que era macho y en los recreos fumábamos dentro del aula.
Una mañana cuando se acercaba el profesor Francisco Folgar, subdirector y encargado de la disciplina, teníamos el salón lleno de volutas de humo, con rapidez procedimos a esparcirlas con los cuadernos y tiramos los cigarrillos por el balcón. El aire quedó limpio.
–¿Quién está fumando? – nos dijo el señor Folgar.
–Nadie – respondimos en coro, como sorprendidos por tal pregunta.
–Se siente el tufo, el aula apesta – confirmó.
Ya nos pilló pensamos, ¿qué le diremos? Todos me miraban esperando que me inventara algo o que me hiciera cargo de la falta. De pronto le dije:
–Es cierto que apesta, profesor. Un hombre se paró a fumar frente al balcón y el viento nos trajo ese apestoso humo.
El subdirector no se complicó y se retiró. Desde ese día ya no me exigieron que fumara.
Algunos lectores de Prosalegre me han dicho que creen en lo que escribo porque conocen los hechos y me inmiscuyo en los relatos con personajes, fechas, locaciones y vivencias.
Unos coterráneos me han reclamado por qué no he escrito algo sobre el Negro Burgos, que de otros he hablado, comentado, bromeado, y yo siempre aparezco como el tipo de la película. No crean, les respondo, a veces se me va la piscucha y por recuperarla me enredo todo.
En cierta ocasión que andaba de cachetes embarrados con una chica guapa, acordamos que el siguiente día nos veríamos a la siete de la mañana para ir a pasear. Me acicalé con ropa nueva, me perfumé y llegué al punto de reunión a las siete de la noche, ya la hice me dije, imaginando cómo la iba a atrapar, la esperé y esperé y nunca apareció. A las nueve regresé con las cajas destempladas.
–¿Por qué no llegaste? – le reclamé el siguiente día – te esperé desde las siete de la noche.
–Te dije a las siete de la mañana para que fuéramos a misa, confesarnos y comulgar.
Ni por cerca de lo que suponía y deseaba, y se me acabaron de destemplar las cajas.
Otro día, cuando fui ejecutivo del MINED nos invitaron a una recepción oficial. Ne senté en la sala principal, crucé una pierna y movía mi pie, cuando advertí que cargaba los dos zapatos café pero de distinta forma, no eran pareja, de inmediato me levanté y permanecí el resto de la recepción escondiendo un zapato detrás del otro. Nadie se fijó en ese detalle, solo yo me ajoloté.
Con el Ministro de Educación ingeniero Aquilino Duarte y los jefes de unidades integrábamos el Comité Coordinador del ministerio. Al finalizar una reunión, ya fuera de la jornada, Aquilino se quedó un rato compartiendo algunas pasaditas. Nos relató que Tata Chus tiene una máquina para fabricar a todos los niños del mundo. En la bandeja de salida va cayendo cada niño bajo su supervisión. Llegó San Pedro y lo distrajo un momento, cuando volvió a la máquina cayó un niño negrito: Ve, dijo sorprendido, se me están quemando. Y ese niño era el Negro Burgos de Cojutepeque.
Tuve que reír porque lo relató mi gran jefe y la secretaria nos llevó otra taza de café.