Alberto Quiñónez
Colectivo de Estudios de Pensamiento Crítico (CEPC)
La importante y extensa labor filosófica de Adolfo Sánchez Vázquez ha opacado, involuntaria aunque injustamente, su faceta poética. Sin duda, no puede soslayarse el hecho de que, entre los más de treinta libros publicados por el autor, sólo dos sean de poesía; además de ser una faceta que, poco a poco, el mismo Sánchez Vázquez fue relegando en función de su trabajo filosófico. Tales son factores que explican ese olvido de la breve, pero intensa, obra poética de Sánchez Vázquez, aunque resulta claro que no lo justifican, pues los poemas de este autor son, a esta altura, no sólo un testimonio de un momento crucial del siglo XX, sino una obra literaria de alto nivel estético.
Como el mismo lo manifestó, sus primeros textos datan de su época adolescente y fueron poemas y cuentos de temática infantil y juvenil. Pero, ya a sus diecisiete años es publicado en un periódico dirigido por Rafael Alberti, su “Romance de la ley de fugas” con una temática claramente social y una visión humanista. En esa misma época, comienza a colaborar con crónicas y notas literarias para los medios republicanos en la España de la Segunda República. Aunque algunos de esos textos se han perdido, algunos que han sido recuperados y que están fechados entre 1933 y 1936 , dan cuenta de un manejo formal ya muy desarrollado, como sucede con el mismo Romance de la ley de fugas.
Hasta el momento, poco se ha dado a conocer la obra poética de Sánchez Vázquez, poco se ha difundido y, menos aún, estudiado, a pesar de que es una faceta de este autor que se sostiene por sus propios méritos. La mayoría de estudios sobre Sánchez Vázquez se han concentrado en sus planteamientos filosóficos, específicamente en torno a su “Filosofía de la praxis”, siendo, sin lugar a dudas, uno de los grandes aportes de su obra teórica. Hay autores que han señalado el vínculo, si no de contenido o de forma, si de inquietudes, preocupaciones y de perspectiva, entre el inicio poético de Sánchez Vázquez y su posterior dedicación al estudio de la estética y de la filosofía .
Sobre la importancia de la labor poética que antecede la labor filosófica de Sánchez Vázquez, Aurora de Albornoz es quien mejor la ha señalado al decir que: “no está demás reparar en el hecho de que, quien con tanta lucidez enfoca los problemas estéticos, quizá es porque antes de objetivarlos los ha vivido”. Esto equivale a decir que su condición de artista, de poeta, condicionará luego su postura ante el arte y su estética: “quien sabe que la obra de arte es un objeto nuevo, una realidad nueva, tiene que negar la validez de un arte que se limite exclusivamente a reflejar, a copiar la realidad dada. Mucho más aún negará la validez de un arte que reproduce fórmulas inventadas por otros”.
Visto en retrospectiva, la relación entre una y otra faceta de Sánchez Vázquez resulta positiva, sobre todo porque incide en una mejor fundamentación de sus reflexiones estéticas y luego filosóficas. Lejos de lo que sucede con muchos autores que han transitado entre el arte y la academia, en Sánchez Vázquez la sensibilidad artística no obstaculiza la disciplina y el rigor que requiere la reflexión filosófica, y al contrario, su perspectiva filosófica no hace de su obra poética una obra fría, plagada de conceptos y sin raigambre simbólica en la vida cotidiana. Pero, más que señalar dicha relación, es importante en este momento enfocarse en los rasgos de su obra poética.
La obra publicada
Como ya se mencionó, la incursión poética de Sánchez Vázquez es relativamente corta, pues comprende únicamente dos libros publicados y periodos no muy largos en que el autor se dedica a escribir sus versos. Es en su juventud y en el marco de su militancia política en las juventudes comunistas de España, cuando Sánchez Vázquez comienza a producir de forma muy intensa materiales literarios, principalmente poemas y crónicas de la guerra civil para los periódicos de los frentes republicanos. En ese periodo y al calor de los tambores de guerra, escribe los poemas que conformarán “El pulso ardiendo”, en un periodo de unos dos años, y algunos poemas sueltos ya durante la guerra civil.
Tras su arribo a México, Sánchez Vázquez publica “El pulso ardiendo”, en 1942, después de algunos años en que daba por perdido el manuscrito original. En esos duros momentos de adaptación al medio político y cultural mexicano y, sobre todo, en la lucha por sobrevivir en el exilio, se dedica sobre todo a la traducción literaria y a la docencia, mientras mantiene una activa militancia política dentro del Partido Comunista, como responsable de los exiliados españoles en México. En lo tocante a su hacer literario, escribe algunos poemas sobre el exilio, que no pasan de unos veinte, en el largo periodo entre 1940 y 1954, y que son incluidos en algunas antologías o publicaciones periódicas.
Después de “El pulso ardiendo”, habrán de pasar más sesenta años para que un nuevo volumen de poesía vea la luz bajo la firma de Sánchez Vázquez. En 2005, se publica también en México, el volumen “Poesía”, que recopiló toda la obra poética del autor (incluyendo “El pulso ardiendo”, mismo que había sido editado en versión facsimilar en España un año antes). Este libro compila los primeros poemas de Sánchez Vázquez, que habían sido publicados en diversas revistas, el texto de El pulso ardiendo, y los poemas escritos posteriormente, durante la guerra y en el exilio. Además, contiene un estudio muy minucioso hecho por María Dolores Gutiérrez Navas, y un epílogo de Adolfo Castañón.
Este último libro es valioso precisamente porque reúne toda la obra poética del autor, ordenada cronológicamente y con los textos ya mencionados de Gutiérrez Navas y de Castañón, que aportan mucho para contextualizar histórica y literariamente la obra poética de Sánchez Vázquez. A propósito, Gutiérrez Navas ha sostenido de forma reiterada que la obra de Sánchez Vázquez es, a pesar de su poca extensión y del olvido en que se ha mantenido, una obra muy bien lograda, que se encuentra al nivel de cualquier otra de la generación del autor e incluso muy cercana a la Generación del 27.
Las influencias literarias
Las principales influencias literarias de Sánchez Vázquez pueden encontrarse en la Generación del 27, muy cercana no sólo temporalmente, sino también en términos de aspiraciones humanas, especialmente con autores como Miguel Hernández o García Lorca. Por ejemplo, en la siguiente estrofa de “Número”, donde se puede reconocer cierto hálito de la poesía de Hernández:
“Un número de hombres sumergidos
en un mar de vinagre y peces congelados.
Un número de nervios y brazos desprendidos
por canales de sangre y agua enfurecida.
Millones de lamentos que nadan arrancados
frente a un mundo de huesos insepultos”.
Sánchez Vázquez recurre bastante a la métrica clásica, sobre todo al soneto. Esto es visible en su primer libro, El pulso ardiendo, y en sus últimos poemas, “Los sonetos del destierro”. A pesar de usar estas formas clásicas, su estilo no es rebuscado y resulta muy clara su lectura. También es posible rastrear en Sánchez Vázquez la influencia del surrealismo español de mediados de la década de los veinte, no tan abstracto como el surrealismo francés de la época. Esta influencia es visible sobre todo en los poemas en verso libre, aunque algunas metáforas de sus sonetos tienen una clara perspectiva surrealista.
Además de Hernández, también hay una presencia de García Lorca, de Neruda y, quizás un poco menos, de Rafael Alberti, en cuya revista Octubre publica sus primeros poemas. Antonio Machado, de la Generación del 98, representará además de una influencia literaria, una referencia moral. En una entrevista a principios de 2000, Sánchez Vázquez recordará que durante la guerra civil, pudo visitar a Antonio Machado algunas veces, como emisario del bando republicano, y mientras a Sánchez Vázquez le interesaba hablar con Machado de literatura, a Machado le interesaba más bien hablar con Sánchez Vázquez de la guerra y de la resistencia de los frentes de la Republica.
El pulso ardiendo
El primer libro de poemas de Sánchez Vázquez fue publicado en 1942, aunque fue escrito varios años antes, en los albores de la guerra civil española. Según lo manifestó él mismo, El pulso ardiendo se escribió entre 1935 y 1936, después de lo cual fue entregado a Manuel Altolaguirre para su edición y publicación. El estallido de la guerra truncó esos planes y el caos previo y posterior al exilio de Sánchez Vázquez y de Altolaguirre, hicieron pensar que el manuscrito de El pulso, se había perdido. Es hasta algunos años después de su establecimiento en México que Sánchez Vázquez recupera el manuscrito y logra publicarlo en la ciudad michoacana de Morelia.
El pulso ardiendo es un libro breve: es una colección de 19 poemas, divididos formalmente en dos partes, una de ellas compuesta por diez sonetos que conformarían un solo poema, “Soledad adentro”, y la otra de 9 poemas, algunos en verso libre y con un estilo más surrealista. La mayoría de ellos, ya sea de forma explícita o no, hablan sobre la complejidad del momento que vive el pueblo español a mediados de la década de los treinta. En ese sentido, este libro difícilmente puede ser leído sin tener como trasfondo los oscuros años de la resistencia republicana frente al fascismo, a pesar de que el lenguaje del libro es sobre todo simbólico.
Según lo atestigua la nota de Sánchez Vázquez que abre el libro, El pulso ardiendo se escribe “en vigilante y dramática espera de la tragedia colectiva de mi patria”. Es, en ese sentido, una poesía escrita como testimonio de la resistencia frente a la noche del fascismo que caería sobre España. Y en efecto, mucha de esa vigilia obligada es posible encontrarla en los poemas de El pulso ardiendo, quizás sobre todo en la primera parte del libro, en la que a través de símbolos se evoca la tensa situación en que se encuentra España, con una república golpeada y en crisis. A manera de ejemplo pueden citarse los siguientes versos:
“Agua amarga desnuda tus dolores
hundidos entre escollos invisibles,
mientras nada en alientos imposibles
tu lengua moribunda y sin olores”
Como se ha mencionado, el libro maneja un registro muy simbólico sobre todo en su primera parte, “Soledad adentro”. Dicha parte del poemario habla de un tronco que va corriente abajo, cortado, casi muerto, sin lograr asirse a la orilla, a la deriva. Y aunque Sánchez Vázquez no lo dice en ningún momento, el lector sabe que ese chopo malherido es la España republicana que va, casi irremediablemente, hacia la guerra y, luego, hacia el mar oscuro del franquismo. Y, sin embargo, un cierto respiro de esperanza está presente en los versos del joven comunista, que escribe:
“Ebrio de luz prosigue tu carrera
buscando esas orillas sin cristales
donde olvides ya siempre desangrarte.
¿Qué puede detener tu primavera
si secaste las aguas desiguales
donde sueñan heridas con ahogarte?”
La segunda parte del poemario tiene poemas más largos pero igualmente potentes, como “Sonarán a silencio”, “Entrada a la esperanza”, “Promesa” y “Elegía asturiana”, que se manejan entre un tono premonitorio, de angustia, de resistencia y de esperanza. Por contradictorio que parezca, ese tono anímico de El pulso ardiendo no sólo es explicable por las condiciones históricas, también contradictorias y álgidas, en que fue escrito, sino porque la vocación humanista del autor, como de otros autores que vivieron esa época, se traduce en una obra trágica, que transita de forma intermitente entre el desasosiego y la esperanza, entre la solidaridad sin límites y la desilusión.
Valoración de la poética de Sánchez Vázquez
Al igual que su filosofía, la poesía de Sánchez Vázquez es profundamente humanista. Su estilo es moderno no sólo por las formas, sobre todo por el uso del soneto o el romance, sino también porque es una poesía que se hace desde la apuesta por la transformación de la realidad en un sentido emancipatorio para la mayor parte de la humanidad. A pesar del tono pesimista, de preocupación o de angustia que toma su poesía en algunos momentos, la poesía de Sánchez Vázquez está hecha con un profundo sentimiento de esperanza en el ser humano y con un profundo sentido del compromiso estético y político con la humanidad.
La lectura de los poemas de Sánchez Vázquez resulta siempre muy clara, ya sean en formas clásicas o en verso libre, lo que facilita que el mensaje llegue al lector. Aunque el fin de la poesía no es siempre la comunicación de un mensaje concreto, lo cierto es que la poesía de Sánchez Vázquez logra un vínculo con el lector debido a la sencillez, que no simpleza, de sus versos y ello a pesar de la compleja red de emociones y pensamientos que dichos poemas albergan. Tal vez por eso, además de ser detonantes del goce estético que producen sus poemas, Sánchez Vázquez nos logra transmitir una invitación efectiva a la utopía.
Cabe destacar también que, como testimonio de un momento crucial del siglo XX, la poesía de Sánchez Vázquez adquiere un valor particular, que viene a sumarse al legado de varios escritores, españoles o no, acerca del conflicto de ese momento y de la resistencia antifascista. Este valor, que parecería más histórico que estético, adquiere relevancia porque permite aproximarse no sólo al hecho como tal, sino a las aspiraciones, las frustraciones, los interrogantes y los sueños de los distintos grupos que conformaban la resistencia republicana; es decir, todo aquello que no puede retratar una historiografía llana pero que son el material principal del mundo del arte.
Estas características hacen de la obra poética de Sánchez Vázquez, una obra de alto valor estético, que merece ser recuperada del olvido en el que aún permanece: hay que volverla material de disfrute pero también de reflexión. Y es que la obra poética de Sánchez Vázquez es una verdadera obra de arte, dicho esto en el sentido en que él mismo definiera el arte en sus reflexiones estéticas; es decir, una obra hecha con arte, con consciencia y con un afán innovador. Su poesía es claramente una muestra de lo que muchos años después Sánchez Vázquez conceptualizará: una praxis creadora en el campo del arte.
Bibliografía
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• Sánchez Vázquez, A. Poesía. FCE. México, 2005.
• Sánchez Vázquez, A. Una trayectoria intelectual comprometida. UNAM. México, 2006.
• Sánchez Vázquez, A. Creación, estética y filosofía política: mi recorrido intelectual. Editorial Complutense. Madrid, 2007.