Por: Licenciada Norma Guevara de Ramirios
La pregunta surge debido a que la educación ha dejado de ser importante para el gobierno de turno, incluyendo la educación superior que brinda la única Universidad estatal de El Salvador.
los discursos sobre crecer juntos, la niñez, quedan en retórica, que se contrasta con los retrocesos para anular ventanas que abrían autonomía a la niñez, como la prohibición de castigos colectivos que estaba contenido en la ley LEPINA.
Cuando se captura adolescentes por una riña, en vez de tratar de encausar su conducta, se les crean expedientes como si fuera delincuentes; pedir que los maestros se conviertan en “ponededos” (orejas) para reportar a la policía cualquier indicio de rebeldía de niños, adolescentes y jóvenes, expresa que no entienden o no les importan las generaciones jóvenes.
Dejar por años a los estudiantes universitarios sin convivir en las aulas, en el campus universitario, acostumbrarles a estudiar a distancia, es desconocer o temer el aprendizaje de generaciones jóvenes cuando conviven; donde pueden despertarse sentimientos de solidaridad, abrirse a la cooperación, tener la posibilidad de reflexionar juntos sobre la diferencia entre conocimiento teórico y la vida concreta, tener pues, pensamiento crítico.
Ahora se advierte con más claridad que el gobierno va tras la UES de un modo más completo, no solo ahogándole financieramente y manteniendo ocupado su campus central, sino legislando, como lo harán en la nueva ley de educación superior, en el sentido de darle financieramente lo que sobre, lo que quieran y, por esa vía, mantener a la comunidad universitaria temerosa de la colera de los gobernantes, dispuestos siempre al “castigo”, a la medicina amarga.
Lo que sí es cierto es que desde fuera será difícil salvar a la UES, del camino que le traza el derechista grupo gobernante; con sus intereses de dominación agigantados, una comunidad de 40 mil almas con espíritu crítico les sería incómodo.
Lo que resulta obvio es que, al menos en el cuerpo docente, son escasas las voces que se atreven a expresar la inconformidad con esta ya crónica situación de desdén, de asfixia financiera y de instrumentalización del Alma Mater.
Y con los estudiantes, en su mayoría fuera del campus universitario, las voces que reclaman, incluso con la cara cubierta a veces, expresan temor, pasividad, que deja abierto el camino para pasar legalmente a la intervención de la UES.
Puede parecer alcanzativa esta idea, pero es que otra vez la historia se repite, aparecen las condiciones de inicio de los años 70 del siglo pasado, cuando con una ley se creó un órgano interventor auxiliado por un cuerpo armado de orejas, vigilando a estudiantes y docentes.
En aquel tiempo, aún con esa situación el estudiantado fue capaz de mostrar su indignación frente a la ocupación militar del centro universitario de occidente, salir a la calle, señalar la responsabilidad por complicidad de las autoridades, y ya sabemos qué pasó. La masacre del 30 de julio de 1975, pretendió auxiliar a los interventores, pero el estudiantado y parte de los docentes siguieron luchando hasta lograr que la UES sacara de su vida al CAPUES y regresara el orden de una entidad autónoma, como lo manda la Constitución de la República.
Tal vez sea tiempo de evitar que se reedite con peores efectos aquella intervención, eso requeriría que las autoridades de hoy, los docentes, trabajadores administrativos y estudiantes reaccionen en defensa de la autonomía universitaria.
La situación de la UES expresa la debilidad organizativa de su tejido social, el vacío que eso deja alimenta el temor, porque para armarse de valor hay que saber que, a la par de cada uno, hay otros que comparten visión, que saben identificar los intereses comunes y están dispuestos a luchar por ellos, a reconocer los derechos y defenderlos.
Cuando un cuerpo está enfermo y débil, de su propio ser es capaz de sacar fuerza, para eso sirve el deseo de vivir, de avanzar y lograr metas, objetivos de vida. Ojalá la comunidad universitaria reaccione a tiempo, se levante y alce su voz con fuerza para defender a la centenaria universidad del pueblo, que ha formado a médicos, abogados, ingenieros, maestros, arquitectos, matemáticos, químicos y profesionales de todos los campos.
La sociedad salvadoreña merece contar con su universidad, pero las generaciones de hoy que conforman la comunidad deben asegurarlo. Los que egresamos de su seno, y más si lo hicimos gozando de una beca, sabemos lo que vale la formación profesional en nuestra UES y queremos que viva con autonomía como fuente de creación cultural y científica, que se haga realidad su lema: ¡HACIA LA LIBERTAD POR LA CULTURA!