Katya Castillo
En el reciente contexto de la conmemoración del día del sindicalista salvadoreño, buy en virtud del atentado que le quitó la vida a 8 sindicalistas y a la hija de un dirigente sindical, en el local de FENASTRAS en 1989, es oportuno reflexionar sobre la estrategia de lucha del movimiento sindical en la actualidad.
En la época de las dictaduras militares y del álgido conflicto armado en El Salvador, a pesar de la represión y de la violación sistemática de los derechos humanos en perjuicio de líderes sindicales, el éxito de la consolidación del movimiento sindical, especialmente en los años 70s, se fundó en la unidad, la solidaridad, la independencia y la visualización de un objetivo compartido por parte de todas las organizaciones que lo conformaban.
En la actualidad, la lucha del movimiento sigue enfocada en la defensa de los intereses de la clase trabajadora y en el reconocimiento de espacios de participación, pero desde un escenario definido por la segmentación. Nuestra legislación determina que la voluntad de 35 personas es suficiente para la constitución de un sindicato; y según el último Informe Estadístico Mensual del Ministerio de Trabajo y Previsión Social, al mes de septiembre de 2014, se registraban 455 sindicatos activos, de los cuales 365 son del sector privado y 90 del sector público. Es probable que el número de sindicatos siga creciendo aún más que las mismas tasas de afiliación. Esto, sin duda, es un peligro que atenta contra la erosión del movimiento de la clase trabajadora organizada.
En este sentido, es válido cuestionar cuál debería ser la estrategia del movimiento sindical para fortalecerse, plantear y garantizar el éxito de sus demandas y reivindicaciones. Al respecto, menciono algunas acciones para valorar:
Promover la unidad sindical a través de la solidaridad y la identificación de luchas comunes. Para ello, deberán elegir aquellas reivindicaciones que simbolicen las necesidades más sentidas por la mayoría de trabajadoras y trabajadores afectados por la injusticia laboral, que no tienen acceso a empleos decentes, que trabajan igual que otros pero que tienen un salario menor (por ser jóvenes, por ser mujeres o por tener una discapacidad), que no tienen acceso a seguridad social o a cotizar en un sistema previsional, entre otras cosas.
En el marco de la democracia, las diferentes exigencias tienen que plantearse por excelencia, a través de mecanismos de diálogo y del diseño de propuestas bien fundamentadas que legitimen sus peticiones. Si el diálogo resulta estéril, las medidas de hecho o de presión a las que tienen derecho por ley, deben dirigirse hacia aquellos que violentan sus derechos, a través de la definición de condiciones de trabajo precarias. En este punto, el desafío principal será precisar métodos de presión que no afecten los derechos o las libertades de la ciudadanía.
Consolidar la autonomía, especialmente, respecto de cualquier partido político. Todos tenemos derecho a identificarnos con una ideología política, incluyendo a las y los dirigentes sindicales. Sin embargo, deben tener presente que los intereses de un partido político no siempre estarán en armonía con los intereses de la clase trabajadora. Es en este momento que su autonomía estará a prueba y en donde corresponderá la reafirmación de su rol como defensores de los derechos humanos laborales y de sus intereses económicos.
Finalmente, incorporar a jóvenes en la lucha actual de la clase trabajadora es primordial. Como lo expresa el dirigente sindical uruguayo, Álvaro Padrón: “El movimiento sindical, en tanto actor histórico de transformación, no es patrimonio de una sola generación. Asegurar la continuidad del proceso de cambio y encarar la necesaria renovación de los nuevos contingentes de militantes y dirigentes del sindicalismo, son algunas de las tareas estratégicas más importantes”.