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Ágora Cuscatleca: Apesta El “Salón Azul”

Carlos Girón S.

¡¡HEY!! ¡¡HEY!!, doctor amigos, hospital ¿se han cruzado por el centro de gobierno estos días?, llegó preguntando Tomás el carpintero, a quienes habían llegado temprano a la Plaza Libertad o Ágora Cuscatleca, donde a diario se reúnen obreros de todos los oficios que llegan a esperar que les caiga “chamba”.

Filadelfo, el fontanero preguntó a su vez si se refería como centro de gobierno a la Casa Presidencial, a lo que Tomás le respondió que no; que hablaba del lugar donde están el Ministerio de Educación, el Banco Central, la Corte Suprema de Justicia y la Asamblea Legislativa.

Joaquín, el vendedor de billetes de lotería inquirió a qué venía la pregunta de si uno se había atravesado por esos predios que parecerían  un Olimpo, morada de dioses tonantes y tronantes, lanzando rayos y centellas para mantener a raya a los moradores del valle, tomados como sus súbditos y vasallos, que no debían renegar de nada de lo que ellos dispusieran.

–“Miren muchachos –aclaró Tomás–. Les voy a preguntar directamente: por cualquier motivo, ¿han pasado cerca de los recintos del llamado palacio legislativo, o sea, la Asamblea Legislativa?”.

–“La verdad, no. A mí no me han llamado para ningún remiendo en las tuberías legislativas”, respondió el fontanero, Filadelfo. Pero, ¿qué pasa si uno se acercara por allí?

— “Pues que apesta terriblemente todo eso por allí. Es insoportable el hedor que golpea las narices a leguas de distancia”.

“Pero si Filadelfo acaba de decir que no hay señas de ruptura de cañerías allí en las guaridas legislativas, menos de aguas negras”, se apresuró a aclarar Joaquín, billetes de lotería en mano.

–“Yo ya caché a lo que se refiere don Tomás”, intervino la vendedora de pupusas con loroco y café, doña María.

–“A ver, a ver, suelte prenda, doña, y me da un par de esas sus cosas que vende, con bastante curtido”, intervino Ernesto, el hojalatero.

–“¡Ah caray, con ustedes, como que no vivieran en este país!, repostó la pupusera, agregando: don Tomás se refiere a la hedentina, la pestilencia, el tufo de la podredumbre que demuestra mucha de la gente que está atrincherada allí en la Asamblea, hombre!

–¡Ah siiii! Los flamantes diputados que se han enriquecido a saber cómo estando allí en sus puestos, por los cuales todas las veces que hay elecciones corren, se tropiezan, por enchutarse en las listas de candidatos para el reenganche…, corrió a decir el sorbetero de carretón, Julián.

–“¿Y esos personajes son los que ocupan el llamado salón azul?, inquirió un taxista desde el interior de su vehículo.

–“Salón azul, ¡cómo no! Cueva negra de Alí Babá, debería llamarse, intervino diciendo el joven de aspecto universitario que otra vez cruzaba por esos corredores del Ágora Cuscatleca. –Y les externaré una gran extrañeza que me ocasiona el que a nadie se les ocurre acusarlos y demandarlos a instancia legal alguna, y eso porque ustedes saben que todos ellos gozan de in-mu-ni-dad. Y no pueden ser enjuiciados ni siquiera después de que se hayan ido al carajo de sus puestos. A eso se atienen para cometer tanta grosería contra el pueblo, nosotros el pueblo.

–¡Ay papito, eso dice usted! Pero mire para arriba, allí está un Dios que todo lo ve y lo guarda para cuando llegue el momento, comentó la de los mangos.

–“Lástima que eso de que les llegue la justicia quizá sea hasta que ellos estiren los hules y entreguen su…”

–“Su alma al diablo, se adelantó a decir, la del café con pan, agregando, que ellos seguro tienen pactos con él para cometer sus fechorías”.

–“A todo esto, explíquenme una cosa, se acercó a decir la vendedora de mango embolsado con limón y alguashte:

Yo he oído decir que a esos fulanos les mencionan como “representantes de nosotros el pueblo”, ¿verdad, que sí?

–¡¡Siiii!!,  así dicen que dicen, respondieron varios de los presentes en coro.

–¡Uff! ¡Pero qué grosería esa! ¡Una porquería! ¿Son algunos de ustedes mañosos como los que se mencionan con nombres y apellidos en grandes titulares en los diarios?

–¡Dios me libre de semejante cosa!, ¿apropiarme yo de lo ajeno?, ¡mejor me muero de hambre!, murmuró una señora de los mercados que se incorporó a la tertulia.

–El universitario trajo a cuentas que también están los expresidentes ladrones y otros altos funcionarios que practicaron la magia cuando desempeñaron puestos importantes e hicieron desaparecer unos cuantos milloncejos… ja, y dicen que se les calumnia cuando les exhiben esos sus trapos chucos que tienen…

–“Señores, dispénseme; mejor me voy retirando de este lugar pues se me revuelca el estómago, me dan vómitos al estar escuchando todas esas cochinadas de nuestros “representantes” y otros tantos que han sido “servidores” del pueblo, de nosotros.

Muchos dijeron sentir lo mismo y que era mejor contarse chistes para alegrarse la vida ante tanta desgracia que les echaban encima toda esa gente sin pizca de escrúpulos.

Todos estuvieron de acuerdo y comenzaron con los chistes.

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