Carlos Girón S.
“ Muchachos y muchachas de esta Ágora, les traigo un acertijo a ustedes que les gusta la divierta” –dijo Ruperto, el sorbetero de carretón, esa mañana muy soleada y apacible.
–“¿Acertijo de qué, para qué y por qué, usted?—se apuró a preguntar Fidelina, la de los cosméticos en la canasta.
–A ver si aciertan señalando cuál o en qué consiste el más grande robo de la centuria aquí en nuestro querido terruño—respondió Ruperto mientras atendía a un cliente.
— ¡Uhh! Y quién no lo sabe ya cuál es ese gran robo –el de las pensiones de los jubilados–, y quiénes lo cometieron con gran impunidad, y valga la redundancia del “gran” –acotó Filadelfo con su carretón de hot-dogs de salsa picantía.
–Miren, ripostó don Ruper: aunque es enorme ese robo, se queda corto con el otro…
–¡El robo de los bancos del país cuando se volvió a privatizarlos!, acertó a decir Tomás, el fontanero, agregando: eso fue un gran robo porque no se pagaron al Fisco los millones debidos por esa transacción también multimillonaria y, eso, miren, quedó en “santas pascuas”, sin culpables ni deudores…
–Millonario y todo, se queda chiquito con el otro que ya les voy a mencionar, respondió Ruper. Sigan con el acertijo…
El universitario pasaba temprano por el Ágora e intervino muy académicamente: Si hay robo grande, ese es el de nuestra libertad, la libertad de nuestra República… –Desde la acera, el taxista Filadelfo se apresuró a decir: No, señor, no hay nada de eso. ¿Ha olvidado usted que somos un país independiente desde el 21 de septiembre de 1821?
El sorbetero soltó una sonora carcajada. ¡Ja, ja, ja, ja! resonó en el aire. Eso creemos todos, pero la realidad es que, hoy por hoy y dese hace buen rato, somos como los esclavos que liberó el patricio José Simeón Cañas.
–¿Pretende hacernos creer que nuestra República no es libre e independiente?, inquirió el señor bien trajeado que gustaba de asomarse a escuchar lo que comentaban aquellos filosofitos que siempre andan tras el saber, pero también por algún trabajo…
–Abramos bien lo ojos, mis queridos amigos — ripostó el sorbetero. Y continuó: uno de los más grandes robos es en verdad –como ya lo dijo el amigo universitario– es el robo de nuestra libertad. Tristemente la República está bajo una feroz y endiablada dictadura, ¿no lo ven?, ¿no lo sienten?
–¡Ya! ¡ya!, ¡ya caigo!, se apresuró a opinar Juan, el lustrador de botines.
–¿Acertó el acertijo?, preguntó a su vez Tomas –y me dispensan la redundancia también a mí, añadió.
–Sí, sí. Creo que he acertado. El robo o los robos más grandes que ha sufrido nuestro pueblo son los cometidos por la dictadura de los que llaman Catilinas y Atilas…Sidney, Rodolfo, Belarmino y Florentín.
–“Los cuatro jinetes del Apocalipsis” –corrió a decir Josefina, la de la cafetera de mochila a la espalda .
–¡Verdad! Están a la vista de todos, muy orondos, ufanos y hasta tufosos de sus pecados y groserías que han cometido y siguen cometiendo en contra de nosotros, el pueblo, y contra nuestra Patria –apuntó María, la de las pupusas revueltas con loroco.
–Además –intervino de nuevo el universitario. Le han robado a nuestro pueblo el derecho a seguir progresando con los programas sociales que impulsa el actual Gobierno, al bloquearle los préstamos que solicita el presidente para ese fin y para garantizar nuestra seguridad.
–“Han perpetrado también el robo de lo que es un tesoro: nuestra paz y tranquilidad, pues nos mantienen enervados, en ascuas, esperando a ver con qué otra sandez de resolución salen en cualquier momento”, apostilló Prudencio, el vendedor de billetes de lotería.
–Bien, amigos, andan bastante cerca de resolver el acertijo, pero hay un robo más, también mayúsculo, que puede calificarse como el robo del milenio, es, o amenaza con materializarse, es… ¿se imaginan?, ¿pueden adivinar?, ¿no?…pues ¡es el robo de las fuentes de abastecimiento del agua potable a nuestra población!
–¡Siiii! Es un robo monstruoso. Y son las grandes empresas industriales, particularmente las productoras de bebidas líquidas de toda clase, desde gaseosas y cervezas, hasta chaparro, y más, las que pretenden apropiarse de nuestros mantos acuíferos, pues consumen barbaridades de agua, debido a lo cual a menudo le hace falta a muchas comunidades –dijo el de los hot-dogs. –Y, en este caso, ¿quiénes están detrás de ellos, defendiendo sus intereses, haciéndose cómplices con los primeros?
–¡Los diputados derechistas del Congreso!, contestó desde la acera el taxista, agregando: son los areneros, los ganeses y los pecenes, los que se aprestan a cometer ese robo —si es que nosotros, el pueblo, nos quedamos de brazos cruzados, lo cual es muy dudoso..
–Cierto, se adelantó a decir, el señor bien vestido, agregando: Ellos son los culpables del peligro de que se cometa ese otro descomunal robo al negarse a proteger y garantizar las fuentes del agua potable, no aprobando la Ley General de Agua, que sería el instrumento legal para salvaguardar ese bien vital para nuestra población.
–Eso puede tomarse como traición a la Patria –dijo el universitario. Es imperdonable que hayan tenido prácticamente engavetado ese proyecto de ley desde hace ¡más de diez años!
–Se ve que no saben medir las consecuencias que podrían acarrear –incluso para ellos mismos, los diputados traidores– de llegar a cometer semejante robo –advirtió un joven que se identificó como diputado suplente aunque no dijo de qué partido, pero a quien le rindieron atronadores aplausos.
Con el eco de esos aplausos, los “agoreros” se fueron dispersando cada quien a sus quehaceres esa mañana soleada y apacible.