Carlos Girón S.
¡Ajá! ¿Cómo pasaron ustedes los días de la Semana Santa? “¿Quién no faltó a los oficios religiosos?, malady inquiere doña María, and la de las pupusas con loroco y encurtido, online quien había mañaneado al Ágora Cuscatleca, lugar acostumbrado de reunión de toda clase de obreros en busca de ocupación.
Nadie le responde a pesar de que ya habían bastantes personas de las que habitualmente acuden para ventilar sus propias inquietudes y preocupaciones por la necesidad de trabajo –que no abunda, o comentar las leperadas de algunos políticos.
—Doña María: ¡Ahh! Ese silencio quiere decir que no hay uno que pueda responder afirmativamente a la pregunta que hice.
Tomás, el carpintero, se adelantó y dijo que él sí había asistido a varios de las misas y vigilias, aunque no a todas, pero que guardó “casi” santamente los demás días.
Francisco, el plomero, dijo que él tenía el propósito de quedarse en casa con la familia, pero unos amigos lo insolentaron para ir a darse un “chapuzón” a la playa, y no pudo resistirse. Agregó que la pasó “de perlas”, comiendo y bebiendo de todo. “Lo mejor es que me recreé la vista admirando tantas bellezas en bikinis, tangas y hasta “hilos dentales”, aprovechando que allí abundan y que no tenía conmigo a mi media-naranja”, añadió.
Florentín, el vendedor de billetes de lotería, dijo que eso es lo que todo el mundo hace, salir corriendo a la playa los días de vacación y entregarse a la glotonería y la “chupadera”, agregando que la consecuencia eran los no pocos ahogados o accidentados en la carretera, con heridos y hasta muertos. Añadió que por eso él y su familia prefirieron no salir e ir varias veces a los cultos. “Se siente uno muy bien del espíritu”, agregó.
Una de las señoras de los mercados, Cordelia, expuso que por su lado, con la familia se fueron a Ichanmichen pensando que no iba a estar tan repleta de gente como las playas del mar, pero no. Pero lo feo fue que “se llevó el susto de su vida” pues uno de sus cipotes por poco se ahoga y no había cerca en ese momento un salvavidas y tuvo que hacer ella ese papel, con tan mala suerte que también “iba a pelar gallo”, pues tragó bastante agua por rescatar “al mono pasmado”. Agregó que ya pasado el susto se pusieron a reír de lo mismo. “Lo feo que se ve en esos lugares –dijo—es el montón de bolos, y no sólo hombres, sino también mujeres, que hacen relajo”.
— “Bueno, ¿y qué no fue con usted su marido, pue?”, le preguntó Inés, la vendedora de mango picado en bolsitas con alguashte, limón y chile.
— “No, si ese bandido se fue por otro lado, dijo que con cheros, pero a mi “no me la hace; se fue con otra mujer que tiene y por eso casi no me dio nada de pisto el sangrón”, fue la respuesta de Cordelia.
— “Yo así no hubiera salido a ningún lado, mejor me quedo en casa, más segura y sin gastar y menos correr peligros”, acotó doña María la pupusera.
— “A mí me llevó Judas”, se acercó a decir Fidel, el cerrajero. “Me llevo el pick up con toda la familia, y la ¨mújer¨ me encarama hasta la suegra, a más de los bichos. La “ruca” no se conformó con llevar su silla haragana, cacerolas y picheles para calentar la comida que llevamos para no gastar mucho, sino que la muy sin pena también quería zampar la nica que ocupa en las noches para no levantarse al baño, por miedosa que es. Le dije a la ¨mújer¨ que eso no, que le dijera que no la llevara. Oí que le dijo eso, pero en un descuido la “ruca” logró meterla embolsada en un rincón del picacho.
Filadelfo, el taxista que estaba con su carro a la orilla de la acera le dijo a Fidel: “Y de seguro que por gusto “la ruca” llevó el urinario portátil, ¿no?
— “¡Qué diablos! –le respondió el cerrajero–. Como fuimos a un rancho alquilado de los que no tienen baño aparte, la “ruca” sinvergüenza allí nomás, casi enfrente de todo el mundo se arremangaba las enaguas y cerrando los ojos se destapaba… Yo no hallaba para dónde mirar y sólo le hacía ojos de tigre a aquélla “por burra y descuidada” con su vieja. Y miren el colmo: cuando vio a otras como ella que suspiraban por desaguarse sin hallar dónde, se las ofrecía prestada… ah… ¡pero a cambio de una cora! Total que fue a hacer su negocio chuco la muy rufiana. ¿Díganme si no era para morirse uno de vergüenza y cólera?
— “A mi sí me fue muy bien, pues me llevé mi mercadería a la playa y la terminé toda”, acertó a comentar Julia, otra vendedora del mercado.
— ¿Y qué llevó?, le preguntó Cordelia su colega del mercado.
— “Llevé brasieres, shorts, tangas, licras, hilos dentales y charras para el Sol. Todo se me fue como pan caliente”, respondió Julia.
Julián, el sorbetero, dijo por su cuenta, que a él sí se lo había llevado el mero diablo pues fue a parar a la “chirona” por un pleito con otro no provocado por él, sino por éste, que estaba más tomado que él, y al darse de sopapos y caer tumbados entre las mesas del rancho donde se hallaban, causaron destrozos, debido a lo cual tuvo que llegar la Polaca y se los llevaron “al tubo”, donde él pasó dos días hasta que llegaron familiares a pagar la multa.
La pupusera terminó diciendo: “Ya ven, por andar en caminos torcidos, peor en los días santos, en vez de caminar por el sendero recto, en gracia de Dios, en la iglesia o el culto evangélico”.
En esa apreciación todos se mostraron de acuerdo, y así finalizaron los comentarios acerca de lo que cada uno hizo en los días de la Semana Mayor.