Bitácora
AL ABISMO
Por Mauricio Vallejo Márquez
Con el tiempo la vida deja de tener sentido. Al menos así parece. Nos acomodamos en la engorrosa y suave cotidianidad que avanza con el siglo, ahora que comenzamos el 2021. En tanto el mundo vende sus valores para sobrevivir (corrijo, los seres humanos). Y al parecer ese es el único sentido de la vida, la brújula que alimenta la gran mayoría de caminos. Se va dejando atrás aquello que alimentaba nuestro espíritu para ser tan buenos como lo solicita la Biblia. Pero, lamentablemente, una horda de desinterés por lo bueno deja de ser esencial para el diario vivir, y el más corrupto y el más tramposo resultan ser los que dominan y se apropian de todo.
Es posible que por todo este cúmulo de sociedad líquida donde la tranquilidad, la paz y el amor resultan un ideal imposible y más utópico que la Isla Utopía. Y lo ideal se transforma en una meta irreal e imposible que se querría, pero que jamás se tendrá. Porque, aunque seamos positivos la humanidad parece encaminada a un abismo. Y no hablamos de una obra de ciencia ficción, distópica o apocalíptica. Se trata de la realidad, una absurda y descabellada.
El gran placer de la libertad y la esperanza se van difuminando en un universo que nos exige paciencia mientras un caos inunda la totalidad de ciudades en las que se exige el uso de un barbijo como atuendo imprescindible para movernos por las calles o para socializar con cualquier otro individuo que no sea de nuestro entorno próximo. Todo como un preámbulo de lo que somos: una sociedad cada vez más lejana aunque parezcamos estar más cerca con la tecnología. Sin contar que lugares como nuestro El Salvador se limita a portones y cuadras con seguridad privada para evitar perder la vida en territorios de cifras y consonantes. Curiosamente zonas incontrolables por el Gobierno, a pesar de que durante la cuarentena del 2020 el Ejecutivo con sus cuerpos de seguridad controlaron la República.
¿Y el miedo? Imposible omitir, ahora ya no es un condicionante de conducta utilizado esporádicamente para controlar la sociedad, la religión o la educación por dictaduras, organizaciones o empresas. Es parte de la forma de gobernar el planeta en absoluto. Se tiene miedo de salir, de respirar, de vivir. El miedo va delimitando nuevas fronteras que terminarán por dejar un mundo más separado y a la vez más unido en un control absoluto coordinado por un miedo que se convertirá en algo parecido a la habilidad de conducir una bicicleta.
Así podría continuar enumerando el negro porvenir que cierne en esta breve columna, que deja ver las cabañuelas en este nublado 2021 tras un decadente 2020. Sin embargo, como negar que la voluntad humana puede llegar a modificarlo todo y puede comenzar con un solo individuo. Ya ha pasado antes y puede volver a suceder. Eso dependerá de qué tanto estemos dispuestos a sacrificar para modificar esta marcha sin pausa al abismo.