Al fin sin máscaras

Mauricio Vallejo Márquez,

Escritor, coordinador suplemento 3000

 

No sé qué en realidad es verdadero. Y no me refiero a conceptos filosóficos como decir que algo es absoluto o relativo, ni las inmensas clasificaciones para decir si algo existe o no. Me refiero a la forma en que se comportan las personas o uno mismo.
En las calles vemos desfilar miles de personas que se han adecuado a la habitualidad de ser lo que dicta la norma, una norma no escrita pero que todos siguen. Y de pronto, surge un individuo que con sus rastas y larga barba rompe el molde, luego otro de sombrero, en seguida uno que viste tan desenfadado que parece indigente. Y así, las apariencias comienzan a definir al personaje. Esos tristes juicios que porque David Duke lleva una camiseta de rock es una mala persona o porque Wally Romero lleva en su boca tres piercing es un delincuente. Juicios que a la larga no llegan nunca a decir si es algo es verdadero.
¿Acaso nadie se equivoca con los políticos? Mientras la campaña política está en auge te abrazan, te besan, se derriten por vos. Pero ya en el puesto, ya no se acuerdan de ti o de sus valores morales. Una campaña publicitaria te vende bien una sonrisa blanqueada, pero nunca el verdadero rostro del personaje.
Hace un par de años hablaba con la roquera Lorena Cuerno, precisamente sobre la imagen, y me decía que para los artistas siempre les resulta difícil mantener una relación cuando la persona que se acerca ve la imagen que se ha creado del personaje, pero no la verdadera personalidad del artista. «Es como si se acercan a tu ángel, para salir corriendo cuando conocen a tu demonio», me decía. Y que tremenda realidad, porque lo verdadero solo se conoce cuando se toma el tiempo para familiarizarse.
Un programa llamado Big Brother me trae a cuento esto. La serie que llaman reality emula mucho de lo que presenta la novela 1984 de George Orwell, salvo que es para entretenimiento. Pero creo que se parece mucho a la realidad. La gente es observada, y mientras se percata que la ven con atención se comporta de una forma. El detalle es cuando pierde la sensibilidad de que lo están mirando y deja ver su real ser. Así somos.
Sigo convencido de que nosotros usamos muchas máscaras para salir al mundo, para hablar, para estudiar, para laborar, para lograr algo, para manipular. Seguramente si mostráramos siempre quienes somos en verdad es posible que nadie quisiera estar con nosotros, porque la máscara oculta nuestro lado negativo. A los demás siempre le presentamos nuestro mejor lado, como sucede en el Facebook donde todos muestran la foto con photoshop, el mejor perfil, los mejores colores o la foto falsa.
Lo bueno sería que no hubiera lado negativo que ocultar, que todo fuera como debe ser. Seguro que así viviéramos mejor y sin necesidad de máscaras.

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