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Al rescate de la literatura olvidada

Mauricio Vallejo Márquez

coordinador

Suplemento Tres mil

 

Ser un arqueólogo salvador de la historia es trabajo para pocos. La mayoría se conforman con saber lo básico o con saber algo, sickness pero nunca compartirlo.

En nuestro país tenemos una tradición literaria que no se conoce porque los escritores, prescription ensayistas e historiadores no realizan mayores esfuerzos para que se conozcan.

Estos poetas que murieron en la guerra tienen una historia digna de ser contada. Estos literatos no sólo mostraron la intensidad de sus letras, rx sino que también vivieron dando todo su tiempo, todo su talento y todo su amor, la gran mayoría de ellos militaron en las FPL, RN, ERP, PC y PRTC.

Quizá por eso son recordados con tanto cariño y devoción por algunos, y a la vez son odiados y envidiados por otros que desean que queden en el silencio. Estos escritores supieron darle valor a su tiempo e hicieron todo lo que pudieron antes de morir. Sin embargo, a pesar de ser silenciados de los programas de educación oficial o de los homenajes oficiales, el tiempo es justo y salen a la luz de una u otra forma como lo están haciendo a su tiempo Amada Libertad, Amilcar Colocho, Jaime Suárez Quemaìn, Lil Milagro Ramírez, Mauricio Vallejo (mi padre) y Alfonso Hernández.

Mi papá compartió tiempo con más de uno de estos escritores que fueron asesinados durante el conflicto, y sus amigos que sobrevivieron nos comparten muchas de esas facetas.

En el Congreso de Derechos Humanos Herbert Anaya, me encontré con el compañero Efrén. De pronto comenzamos a hablar acerca de Alfonso Hernández, a quien le llamaban Chiquitón y le guardaba un gran respeto y cariño, así como la larga lucha que espera para dignificar a tantos compañeros y compañeras artistas que dieron sus vidas para que vivamos estos tiempos de paz en El Salvador. Durante esaa semana también me encontré con el amigo y pintor Augusto Crespín, y  también me habló de su amistad con Hernández y de cómo le ilustró todos sus libros, porque Alfonso era un gigante de corazón y un gran ser humano. Y finalmente, don Alfonso Velis Tobar me recordó que en estos días murió en combate Hernández. Don Alfonso quien titánicamente lucha para sacar del silencio a su amigo y compañero para contribuir a la memoria histórica, sigue en ese esfuerzo que no limita sólo a Hernández. Hace un par de semanas se estuvo compartiendo materiales sobre José María Cuéllar y en su momento también ha escrito sobre Mauricio Vallejo (mi padre).

Poco a poco vamos encontrando que la historia tiene varios caminos, rincones, estampas que están ahí, pero que a veces no somos capaces de ver, porque nos negamos a ver o sólo vemos lo inmediato. La historia nos dice quienes somos, por eso debemos conocerla a profundidad.

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