Los Angeles/AFP
Javier Tovar
En pleno bulevar Sunset de Hollywood, una valla publicitaria tiene esta dramática advertencia: «Alerta: la gonorrea resiste a los antibióticos».
El mensaje, sobre un fondo negro, está acompañado de una imagen de microscopio de la cepa de la bacteria del gonococo, que causa esta enfermedad que no para de ganar terreno en California, el estado más poblado de Estados Unidos.
No es solo la gonorrea. Otras enfermedades de transmisión sexual (ETS) como la clamidia y la sífilis están también fuera de control por lo menos en este estado, que divulgó este mes sus cifras de 2017: son poco más de 300.000 casos entre las tres condiciones, lo que se traduce en un incremento de 45% en cinco años.
Las cifras nacionales más actualizadas son de 2016: un récord de 2 millones de casos entre las tres, con el sur de Florida -polo vacacional y de mucha fiesta- como epicentro de contagio, según Michael Weinstein, presidente de la ONG AIDS Healthcare Foundation (AHF), impulsora de la campaña de las vallas.
Y con la publicación de estos «increíblemente alarmantes» números, California quiere dar un paso para enfrentar lo que Heidi Bauer, responsable de la sección de control de ETS del Departamento de Salud Pública del estado (CDPH), cataloga de «epidemia».
Los casos de gonorrea y sífilis -cada vez más difíciles de curar debido a la resistencia a los antibióticos- se registraron sobre todo en hombres que tienen relaciones sexuales con otros hombres.
Y alarman los 30 bebés que nacieron muertos por sífilis congénita (SC), de 300 casos reportados, más que en cualquier otro estado.
«La sífilis congénita estaba prácticamente eliminada de Estados Unidos, y de muchos otros países como Cuba, Tailandia o Moldavia», destacó Jeffrey Klausner, profesor en la escuela de medicina de la universidad UCLA de Los Ángeles. «El hecho de que esté resurgiendo es un vergonzoso recuerdo de nuestro deficiente sistema de salud» porque esos bebés muertos eran «100% evitables».
«Es una bofetada», dice.
Y allí parece estar el meollo del asunto: un sistema de salud más reactivo que preventivo, así como la falta de campañas de prevención y educación en una sociedad muy moralista a la que le cuesta hablar de sexo.
Hablar de sexo
Otra valla advierte que la sífilis «es cosa seria» y muestra un torso lleno de llagas.
Weinstein asegura que la campaña incrementó en 50% las visitas a sus centros de salud en Los Ángeles, pero lamenta que en ciudades como Miami Beach y Fort Lauderdale, en Florida, no les permitan hacerla porque consideran que es mala publicidad para el turismo.
«Tenemos que educar, prevenir, diagnosticar, tratar, contactar parejas, y no estamos haciendo nada de eso adecuadamente», indicó Weinstein, que pronostica que en cinco años las cifras se multiplicarán.
La crisis económica de 2008 -cuando los números de ETS no causaban alarma- llevó a bruscos cortes en los presupuestos de salud, que condujeron al cierre de muchas clínicas. A eso se le sumó un incremento de la pobreza, la indigencia y el consumo de drogas, así como los embarazos no supervisados aumentando el riesgo de más SC.
Con todo, fuera de la recesión, el presupuesto de California para las ETS es apenas de 20 millones de dólares, incluidos los fondos que reciben de la administración federal.
«Si hay un incendio forestal, no preguntas cuánto cuesta apagarlo, destinas todos los recursos necesarios» y eso no pasa con la salud sexual, estimó Weinstein.
La ley de California obliga a que en las escuelas se hable de sexo, sobre todo porque la mayoría de los pacientes tienen menos de 25 años.
Muchos profesores aún muestran resistencia, pero no Leticia Jenkins, que habla sin tabú a sus alumnos del noveno grado en la secundaria Monroe en un suburbio de Los Ángeles.
Los chicos trabajan precisamente en hacer afiches informativos sobre las ETS, usando un lenguaje técnico, con la ayuda de libros y sus celulares: escriben síntomas, tratamiento, prevención, mientra la docente comenta las cifras «ridículas» de ETS y la importancia de la comunicación.
Muchos alumnos de hecho aseguran que sus padres no hablan sexo.
«No sabía nada de esto hasta esta clase, nunca hablé con mis padres y no lo haría ahora», indicó Jessie Flores (15). «Creo que nos haría sentir incómodos a todos».