Por Mauricio Vallejo Márquez
Era una mañana con lluvia y cielo gris cuando recibí la noticia. Mi tía Alba Josefina Márquez de Bautista partió a reunirse con nuestros ancestros y con esa noticia algo dentro de mí se conmocionó, aunque las lágrimas se niegan a salir a pesar de estar en la orilla de mis ojos. Cada vez que la muerte se antoja darse cita con alguien que quiero termino con una sensación de ahogo y un hubiera que me martilla, pero la esperanza de volverla a ver radiante y elegante como la veía en los conciertos cuando inundaba el Teatro con su Cello evitaron verla de nuevo hasta esta triste noticia.
Era una mujer que deja lecciones por su tenacidad y disciplina, admirable además de talentosa. Ella estaba entregada a su arte y por eso desde que la llevaban a la Escuela de Música jamás se apartó del instrumento de sus amores, de su vida, de su esencia, batallando por permanecer en un país ingrato como el nuestro que se encarga de devorar a sus artistas e invisibilizarlos. Cuando era niño despertaba con sus notas repitiendo las piezas que se desarrollaban cada semana de las temporadas y al llegar la noche continuaba esa dinámica, como solo lo hacen los que de verdad tienen pasión por algo. Siempre admiré su disciplina y su talento. Mi abuela Josefina me llevaba con ella a los conciertos para escucharla junto a sus compañeros, a veces me dormía en los palcos del Teatro Nacional arrullado por el sonido que emanaba de su cello, mientras ella seguí excelsa y entregada al concierto en el escenario, iluminada por los cenitales en su atuendo oscuro y elegante.
Me llevaba a ver espectáculos de títeres cuando estaba pequeño. Para ver en función a los amigos de mi papá, que eran hombres comprometidos con el arte y el cambio. Y gracias a ella tengo presente uno de los momentos más tiernos de mi infancia cuando el títere me habló y me dio un mensaje de mi padre. También me llevó a la Escuela de Música donde inicié el aprendizaje del violín y el violoncello que prematura abandoné por mi desbordante inquietud por la vida, aunque al final me quedé con la guitarra (la cual debo de reparar, necesito un luthier). Mi tía también me enseñó algunas piezas en el piano que le obsequió mi papá Manuel y aún reposa en la estancia de la casa de mi abuela. Es imposible verlo y obviar que ella le brindaba vida.
Mi tía Alba también fue la primera en mostrarme la obra de mi papá. Ella guardaba como un tesoro una fotocopia de la publicación de Salivitas de cipote que escribió mi papá en algún momento del 79 o el 80 en La Prensa Gráfica. Recuerdo que ante mi insistencia se fue a su cuarto y quitó llave a una de las gavetas de su tocador para sacar aquella hoja doblada en doce partes, lo desdobló y me dijo: “leelo y me lo devolvés”. Jamás olvidaré esa hermosa sensación del atrevimiento de mi tía en tiempos de guerra. Valiente ella por guardarlo y por mostrárselo a un niño ávido de saber de su padre. Pero qué puedo decir de esta mujer con tanta fortaleza que incluso fue ella la que recibió la llamada cuando de la UCA, el mismo Francisco Andrés Escobar informaba que se acababan de llevar a mi papá, Edgar Mauricio Vallejo Marroquín, del cual no volvimos a saber detalles determinantes de su destino. Mi tía era disciplinada, valiente y fuerte.
Una columna no es suficiente para hablar de ella y de la falta que nos hará en nuestra familia y la ausencia que dará en la Orquesta Sinfónica Nacional. Mi tía dentro de su grandeza era humilde y sencilla, sabía de su valor, pero era tan transparente y buena, tan llena del buen trato y la amabilidad. Una mujer de enorme y bondadoso corazón. Nunca olvidaré la practicidad de sus obsequios y el apoyo que tuvieron para mí con mi tío Julio Bautista. Para la presentación de mi primer plaquette en la Biblioteca Nacional en noviembre de 1999, ambos nos deleitaron con su talento. Algo que repitieron cada vez que se los pedí y aún me vibra el sonido del violoncello y el fagott mientras la veo sonreír por siempre dejando el legado de su vida. Hasta siempre tía Alba, a seguir siendo armonía y tiempo como lo serás en nuestro recuerdo.
Mtro. Mauricio Vallejo Márquez
Licenciado en Ciencias Jurídicas
Maestro en Docencia Universitaria
Escritor y editor
Coordinador Suplemento Cultural 3000