Por Jorge Castellón
En sus ideas políticas, Masferrer concibe la nación, de tres maneras: como república, como región centroamericana y como una entidad supranacional. Mas que nación él prefiere el concepto Patria, como ente nacional y continental.
“Para Masferrer la Patria representaba la vida de los salvadoreños que luchaban por la prosperidad, la cultura, la libertad y la paz. [ ], ‘el escudo, la bandera, los próceres y los antepasados […] la mitología y todo lo demás forma parte del ayer’. Negaba todos aquellos rasgos simbólicos del liberalismo como referentes apropiados para la construcción de la nación, porque consideraba que no beneficiaban a los grupos más excluidos en su acceso a los derechos mínimos, como eran la tierra, el trabajo, la salud, etc.”
La obra El Minimum Vital, publicado en 1929, su ensayo “más conocido” y discutido, es precisamente ese reflexionar de un humanista, de una persona preocupada por su realidad social, que se ocupa de la denuncia de una situación política y social excluyente. La obra, publicada en 1929, pero elaborada a través de varios años, aparece precisamente en un momento de la historia mundial en donde el mercado y la economía internacional, por su parte, sufren una profunda recesión que golpea salvajemente -en una cadena ya conocida de consecuencias de mercado-, la ya pauperizada vida del campesinado salvadoreño. Momento este, en el que se agudiza esa brecha histórica entre el rico y el pobre; entre un rico venido de la sociedad y economía colonial centroamericana y un pobre, paulatinamente más empobrecido a los largo de esa misma historia colonial. Porque no se puede comprender esa realidad de 1929, sin considerar la previa estructura económica -social centroamericana que definió al hacendado y al colono, en una relación de dominio y explotación humana.
Pero todavía más, El Minimim Vital, nace en un momento donde las ideas más progresistas de la humanidad lanzaban luces sobre el mundo, transformando, aglutinando o impulsando a una creación más intrépida del pensamiento social y a una acción de transformación social cada vez más ambiciosa.. Latinoamérica era en esos momentos durante los cuales la obra se escribe, un ir y venir de robustas ideas que desde diversos puntos enriquecían la vida intelectual y espiritual de aquellos nuevos sectores intelectuales de las capitales centroamericanas. Ideas que cuestionaban la vida social y política; que ofrecían por su parte una renovada utopía a nuestros pueblos, desde cuatro preocupaciones generales: el antimodernismo y el panamericanismo; la renovación moral y la justicia social.
Obra poco conocida en un país que lee poco, El Minimum Vital guarda una inquietud y una propuesta social – que vista a la luz de la historia salvadoreña en los posteriores 80 años de su publicación-, todavía muestra su vigencia si se le coteja con el presente de vida del 60 por ciento de pobres de esos ocho millones de salvadoreños del siglo XXI, y a dos décadas de unos Acuerdos de Paz que terminaron con una espantosa guerra civil., pero que no cambiaron la calidad de vida de las mayorías poblacionales. La obra debiera verse, como un esfuerzo humanista, importante en su reformismo, en su utopismo, con una preocupación ética y progresista frente a las condiciones de vida de una población secularmente discriminada.
Dentro de sus ideas reformistas-utópicas, Masferrer está a favor de que el Estado promueva la vigencia concreta de derechos básicos. Desde su visión vitalista, solo esa vigencia devolvería o restauraría la dignidad de persona, a ese inmenso grupo de seres humanos que sobrevivían en la indigencia de sus necesidades de vivienda, alimento, salud, trabajo y educación. Masferrer no aboga por derechos políticos y civiles, como ahora los reconocemos. Su alcance, son necesidades más perentorias para la vida humana -alimento, aire, habitación, vestido-.
Retrospectivamente, con las experiencias históricas del continente en el pasado siglo y con las herramientas de pensamiento que ese siglo nos lega en el campo de la política y la sociología, es fácil, calificar las soluciones planteadas por Masferrer, de ingenuas y de excesivamente conservadoras. Ya Roque Dalton, arremetió enérgicamente contra las posiciones reformistas de este autor – como lo hiciera en su momento por diversas razones contra Miguel Ángel Asturias y Jorge Luis Borges- en un texto famoso que lleva el título Viejohijuemierda. Pero es imposible imaginar otro apelativo y otra posición hacia Masferrer venida de aquel férreo revolucionario, el poeta más importante de la nación salvadoreña, en ese momento de la historia de El Salvador.
Dice Álvaro Rivera Larios- agudo ensayista salvadoreño-: “Roque Dalton le ahorró [así] a la izquierda una lectura profunda de Alberto Masferrer” Y por su parte Álvaro Darío Lara, – otro estudioso de la obra de Masferrer, comenta:
“ [ ] cierta intelectualidad de izquierda, sobre todo, a partir de los años 50, satanizó al maestro y a su obra, bajo epítetos francamente insultantes, y bajo muy pobres y superficiales argumentos, tal es el caso del poeta Roque Dalton, cuyo famoso texto contra Masferrer, contribuyó a su descalificación a priori, por parte de muchos jóvenes de las siguientes generaciones”.
Dicho de otra forma: desde las concepciones marxistas-leninistas de la izquierda salvadoreña a principios de las años setenta, es claro que no se puede justipreciar la obra de un autor que basa sus observaciones en un amplio eclecticismo de referencias filosóficas-sociales y en su experiencia de vida en sociedades del norte europeo; que tiene como antecedentes ideológicos inmediatos la teosófica, el cristianismo, el socialismo utópico, y un entusiasmo por los logros culturales de la Revolución Mexicana. No se puede calificar, una obra utópica, desde los conceptos provenientes del materialismo dialéctico e histórico.
Esa actitud que lleva a des-contextualizar la obra de Masferrer, le ha hecho daño. Le ha restado valor a la obra como un producto genuino y de valor en la historia del pensamiento social nacional. Su merito, es habernos legado una idea del bienestar social, y de haberla desarrollado con honestidad intelectual
Mas aun, quizás el merito principal de la obra radica en haber reconocido la existencia de lo que hoy conocemos como Derechos Humanos básicos, de una población a la que se le veía como carente de tales derechos, 20 años antes de la formulación misma de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. El merito es haber descrito una utopía, cuya validez indiscutible, es cierto, se coteja con las formas diferentes -discutibles- de la forma de alcanzarla. No obstante, es una utopía para un pueblo que sufre. No obstante, es una utopía, a la que se ha querido llegar por diferente caminos, pero a la cual, aun no se ha llegado.
Y reitera el autor que…:
«Minimum Vital significa la satisfacción constante de nuestras necesidades primordiales.[…] …aquellas que si no se satisfacen-, acarrean la degeneración, la ruina, la muerte del individuo. La salud, la alegría, la capacidad de trabajar, la voluntad de hacer lo bueno, el espíritu de abnegación, la fuerza en fin, en todas sus manifestaciones, están vinculadas a la satisfacción constante, segura, integra, de tales necesidades.»
Para el pensador esas necesidades primordiales se anuncian de la siguiente manera: trabajo higiénico, perenne, honesto y remunerado en justicia; alimentación suficiente, variada, nutritiva y saludable; habitación amplia seca, soleado y aireada; agua buena y bastante; vestido limpio, correcto y buen abrigo; asistencia médica y sanitaria; justicia pronta, fácil e igualmente accesible a todos; educación primaria y complementaria eficaz, que forme hombres cordiales, trabajadores expertos y jefes de familia conscientes; descanso y recreo de vida, adecuados para restaurar las fuerzas del cuerpo y del ánimo. “Su punto de arranque era el individuo – insiste Casaus Arzú- en concreto más que el concepto abstracto de ciudadano y los grupos más excluidos, como sujetos inalienables, sobre los que conformaba la nueva Patria”.
¡Quién no podría estar de acuerdo con esa utopía, con esas condiciones de vida para un pueblo que en la primera década del siglo XXI, a 80 años de haber sido publicada aquella obra, no alcanza ni mucho menos todavía, un mínimo de ese minimum vital.!
Por ello, el uso oportunista y demagógico que de la doctrina vitalista y del legado masferreriano se hiciera posterior a la muerte de Masferrer, es prueba del peso de esa utopía sobre una realidad que siempre ha estado en su situación límite y a la que aquel pensamiento responde como una esperanza que anuncia y denuncia.
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