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Nelson López*
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Ya solo nos faltan los hologramas ¡virales! para que todo mundo entienda que vivimos en una alegría virtual que desparrama aquí y allá la publicidad desde la TV, los pendones, vallas y redes sociales, que poco a poco se adueñan de nuestra tristeza y con engaños nos llevan a hacernos creer que en estos días somos los seres más felices de la tierra aunque no tengamos ni para el pollo guisado y el pan de caja.
Basta con darse una cruzada por esos populares centros comerciales que rebasan los límites de la saciedad y vemos como que fueran hormigueros anunciando la época lluviosa y cualquiera, nacional o extranjero, puede deducir que no somos un país asediado por la mísera pobreza sino que nos sobra hasta para regalarle de nuestros fondos familiares al gran Arjona que seguramente hará llorar a muchas empobrecidas.
En pocas palabras no dudamos que la alegría es virtual porque a puros tarjetazos ¡hasta toparlas! es que el montón de salvadoreños se gastan las hermosas sonrisas y todo el pisto ¡hasta el aguinaldo! ahí andan para arriba y para abajo con las grandes bolsadas de cualquier cosa, peleando por los parqueos y por el tráfico pesado que lo hacen el montón de carros que pareciera que están en competencia con los celulares en cuanto a qué es lo que más compramos ¿carros o móviles?
¡Total! Casi se nos va el 2017 y seguimos en la amarga pobreza que lo único que nos permite es alegrarnos con esa publicidad que nos da al dos por uno o que nos avisa de un 50% menos en la segunda compra, y llegamos a la casa contentos diciéndole a la mujer o al marido ¡mirá me ahorré 200 dólares! Y resulta que en realidad se fue a malmatar más de 800 dólares en babosadas que ni necesitaba en la casa, pero como zombi embobado se fue malgastar el billetal para quedar prestando para los útiles de los cipotes ¡que desgracia de pueblo!
