José Roberto Osorio/ Sociólogo
“ En el día de Año Nuevo de 2018 no estoy emitiendo una apelación. Estoy emitiendo una alerta, una alerta roja para nuestro mundo. Los conflictos se han profundizado y han surgido nuevos peligros”, ha señalado en su alocución de fin de año y perspectivas de 2018 el secretario general de Naciones Unidas Don Antonio Guterres. Declaraciones que parecen abandonar la línea de lo políticamente correcto reflejan la calidad del liderazgo actual en el sistema mundial de naciones y advierten sobre el recrudecimiento de los peligros antiguos y nuevos en todo el planeta. No están muy lejos declaraciones similares que destacaban solo avances y mejoras en el funcionamiento del sistema de naciones.
Cuando el secretario general asumió el cargo hace aproximadamente un año hizo un llamamiento para que 2017 fuera un año de paz. Empero, según sus propias palabras: “desafortunadamente, de manera fundamental, el mundo ha ido en reversa”.
En el mismo documento se ha indicado que “las ansiedades mundiales sobre las armas nucleares son las más elevadas desde la guerra fría. El cambio climático se está moviendo más rápido que nosotros. Las desigualdades están creciendo. Vemos horribles violaciones de los derechos humanos. El nacionalismo y la xenofobia van en aumento”.
Las previsiones del secretario general se están cumpliendo en estos tiempos. Ya se produjeron algunos de los que genéricamente se han dado en llamar actos terroristas, uno de los últimos en Kabul, por ejemplo.
La solución que promueve el funcionario mundial es la unidad: “a medida que comenzamos 2018 hago un llamamiento a la unidad. Realmente creo que podemos hacer que nuestro mundo sea más seguro. Podemos resolver conflictos, vencer el odio y defender valores compartidos. Pero solo podemos hacer eso juntos”, instando a los líderes para que estrechen las lagunas, que hagan puentes entre las divisiones y reconstruyan la confianza, reuniendo a las personas en torno a objetivos comunes.
Sin embargo, esta solución es muy compleja cuando las evidencias muestran en todas partes justamente lo contrario. La desunión y resquebrajamiento dentro de los países, incluidos aquellos que por su desarrollo económico y político podrían considerarse libres de tales problemas, el abandono de asociaciones para el desarrollo por parte de ciertas naciones, la tremenda división impuesta dentro de algunos países donde imperan regímenes autoritarios y antidemocráticos.
Probablemente uno de los factores explicativos de la situación sea la pésima calidad de los sistemas políticos que han facilitado la toma del poder por parte de personas que no tienen las capacidades y la ética para gobernar democráticamente y trabajar para el bienestar de las mayorías.
El estilo de liderazgo prevaleciente en ciertos países se traslada automáticamente al sistema haciendo perder capacidad y relevancia a los organismos que por sus compromisos constitutivos están obligados a buscar incesantemente el desarrollo y la paz.
La calidad y responsabilidad del secretariado no es acompañada cuando los miembros no se encuentran a la altura de sus elevadas responsabilidades históricas.
La valentía y pertinencia del mensaje del señor Guterres hace recordar que en algunos países existe costumbre y normativa para que los administradores del Estado informen del “estado de la nación”, en el cual se deben compartir avances e igualmente los desafíos pendientes, a los cuales el esfuerzo social unitario debería sumarse con el afán de resolverlos.