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Washington/Prensa Latina
Estados Unidos sufre una epidemia de violencia armada, tanto en tiroteos masivos como en las vidas que se pierden, expresó estemiécoles la subsecretaria de prensa de la Casa Blanca, Karine Jean-La Pierre.
Esta violencia armada diaria muchas veces no aparece en los titulares nacionales, señaló la vocera tras un tiroteo reportado este miércoles en la ciudad estadounidense de San José, California.
De acuerdo con los reportes policiales, al menos ocho personas murieron por la mañana durante esa agresión en una planta de trenes ligeros en San José, California.
El presunto atacante –identificado como trabajador de la Autoridad de Transporte del Valle (VTA)– también falleció, precisó el portavoz de la policía del condado de Santa Clara, Russell Davis.
Varios empleados de la VTA se encuentran entre las víctimas mortales y los heridos, detalló. Pero la investigación está en curso y la cantidad de muertos aún puede cambiar, indicó Davis en una conferencia de prensa. Aunque las autoridades confirmaron la muerte del autor del tiroteo, medios locales especulan que el individuo se suicidó tras realizar la acción violenta.
Los tiroteos masivos en Estados Unidos crecieron en las últimas semanas y en lo que va de año, se registraron unos 200 hechos de ese tipo, más del doble de los 94 reportados durante el mismo período de 2020, indicó la organización no gubernamental Archivo de Violencia con Armas.
Entre los sucesos más relevantes en ese sentido está la muerte reciente de Andrew Brown, causada por un policía en el estado de Carolina del Norte, en lo que sus familiares y abogados calificaron de una ejecución extrajudicial.
Tal hecho se produjo un día después de que el expolicía blanco Derek Chauvin fuera condenado por asesinato en segundo grado, entre otros cargos, por la muerte del afroestadouidense George Floyd, en mayo de 2020.
Otro suceso violento de los últimos días fue la muerte de la adolescente afronorteamericana Ma’Khia Bryant, de 16 años, a manos de la policía en Columbus, Ohio.
Estos incidentes avivaron más en Estados Unidos el debate sobre la necesidad de un control efectivo de la compraventa de armas de fuego y volvieron a encender las alarmas sobre la brutalidad policial y el racismo en la nación norteña.
