Moscú/dpa
Antes de la final de la Copa América de fútbol de 2015 en Santiago, Alexis Sánchez era un mar de dudas. El atacante chileno no había hecho hasta entonces un buen torneo y afrontaba el partido más importante de la historia del país enormemente exigido.
El “Niño Maravilla”, como se lo conoce en su país, resolvió aquel trámite con un penal a lo Panenka que dio a Chile su primer título y disipó todas las nubes sobre su cabeza. Dos años después, Sánchez es el máximo goleador histórico de la selección y suma el mayor número de internacionalidades. Sánchez es ya, simplemente, indiscutible.
En el 1-1 del jueves ante Alemania en la Copa Confederaciones de Rusia, el delantero convirtió su gol número 38 con la Roja y adelantó definitivamente a Marcelo Salas. Además, sumó su partido número 112 con el equipo nacional, una cifra que comparte con el capitán Claudio Bravo. La diferencia es que el primero tiene 28 años, casi seis menos que el arquero del Manchester City.
“Naturalmente estoy muy feliz por lo que alcancé. Para mí es claro que este gol 38 es algo histórico”, dijo Sánchez. La lista de artilleros era quizá la última en la que la “Generación dorada”, como se llama al actual grupo de futbolistas chilenos, todavía no había desplazado del todo a los grandes referentes del pasado. Salas e Iván Zamorano, con 37 y 34 tantos, continúan en el podio, aunque “Bam Bam” ha sido ya alcanzado por Eduardo Vargas y podría caerse del tercer lugar en esta misma Copa Confederaciones.
Es verdad, los dos ex delanteros tuvieron mayor efectividad. Salas jugó 70 partidos con la selección. Zamorano, 69. Pero ambos dejaron la Roja como la habían encontrado, sin títulos. Sánchez no solo sumó al trofeo logrado en 2015 la Copa Centenario de 2016, el torneo que conmemoró los cien años de la Conmebol, sino que lo hizo siendo el mejor hombre en la final, ganada otra vez ante Argentina.
“Quiero ser uno de los mejores del mundo y por eso en cada partido, aunque haya hecho cuatro goles, salgo disconforme”, dijo Sánchez antes de lograr el primer título con Chile hace dos años. Entonces, en la Copa América disputada en su país, los medios le reprocharon su egoísmo.
Y es que como todo delantero de jerarquía, el chileno tiene sin duda un costado vanidoso. “Yo voy de frente con quien sea, no tengo que envidiar nada a nadie, todo lo que he hecho me lo he ganado solo, me he ganado un respeto”, dijo el “7” en el momento más difícil de aquel campeonato.
Arturo Vidal, el otro gran referente chileno, había sido detenido por la policía conduciendo ebrio y el país ardía en medio de un debate sobre si el futbolista debía ser expulsado o no del equipo. Sánchez fue entonces el encargado de dar voz a los compañeros y explicar por qué habían decidido readmitirlo.
Relajado y seductor, el jugador bajó los decibelios al escándalo y allanó el camino a un título que él acabó abrochando en la tanda de penales con un lanzamiento de puro carácter.
“Llegó ahí y se le ocurrió hacerlo así”, contó el entonces seleccionador, Jorge Sampaoli. “Eso marca a un jugador que mostró la categoría que tiene, más allá que hubiera cuestionamientos, en mi opinión ridículos, que pusieran en tela de juicio su capacidad”.
Hoy, el atacante puede hablar de conquistar la Copa Confederaciones y nadie arquea las cejas. “Los jugadores están enfocados en que podemos ganarla”, dijo el “7” en Rusia. Las dudas ya no existen. Sánchez entró en la historia grande del fútbol chileno.