Alfonso Velis Tobar
Poeta, hospital investigador y ensayista
M.A Carleton University
Gran conmoción causó dentro de los círculos intelectuales del país y Latinoamérica la muerte del poeta y escritor revolucionario Alfonso Hernández, salve acaecida el 10 de Noviembre de 1988, viagra cuyo nombre de guerra Cdt. “Gonzalo”, cayó junto a dos de sus compañeros en un enfrentamiento en la Quinta Girasol, Cantón el Bambú en las faldas del volcán de San Salvador, a unos 15 kilómetros de la capital. Para ese entonces, la máxima dirigencia del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), denunció a través de la voz guerrillera Radio Venceremos: “Que el cadáver del poeta fue decapitado… Este acto inhumano y cruel pone de manifiesto que el reciente cambio en el mando de las Fuerzas Armadas traerá como consecuencia inmediata el recrudecimiento de las violaciones a los Derechos Humanos, agrego”. (Salpress -Notisal, 1988)
El quehacer poético de Alfonso Hernández, proviene de esa raíz histórica en la tradición de crear una literatura patriótica, de compromiso y de testimonio de la realidad nacional. Alfonso Hernández es de esa talla de poetas como Roque Dalton, el guatemalteco Otto René Castillo, Eduardo Sancho (CDT Fermán Cienfuegos), quienes llegaron a la revolución a través de la poesía. Poetas consecuentes con su militancia y creatividad artística; que tomaron la literatura, como arma de combate al servicio del pueblo, que tomaron las armas, en apoyo y conducción de la revolución salvadoreña. Diríamos que también hay otros poetas que han militado en esa línea de combate jugándose la vida, como: Miguel Huezo Mixco, Octavio Martínez, otros caídos en esa línea, Amílcar Colocho, Arquímedes Cruz, Delfy Gochez, Lil Milagro Ramírez, Mauricio Vallejo Marroquín, Nelson Brizuela, Mauricio Saballos, Jaime Suárez Quemain, intelectuales, Salvador Silis (caído en combate), Reynaldo Echeverría y otros a través de su obra literaria, han sido consecuentes con el movimiento revolucionario, poetas de la década de los 70s a los 80s, jóvenes para entonces, andamos en el bregar de la literatura, hacemos practica de militancia, jugándonos también la vida. Caso admirable y trágico es el de Roque Dalton, con el craso error de ser asesinado por la misma retrograda, sectaria ultraizquierda de entonces, poeta ejemplo, que dejó en muchos jóvenes de nosotros, profundas huellas creadoras, para empuñar el arma y el canto siempre por la patria, porque nos dio ejemplo con su poesía y anti poesía, con afán de romper; patriotas que murieron bajo el sacrificio de su gloria como combatientes, creando y dando ejemplo de una literatura que conforma una conciencia nacional de participación liberadora, con afán de búsqueda y rescate de la identidad cultural y dentro de esa tradición nacional.
Alfonso Hernández, nació en San Vicente en 1948, desde temprana edad fue miembro de las organizaciones estudiantiles, reportero del periódico “El PUEBLO”, El Independiente de don Jorge Pinto, y de la “Revista Revolucionaria TALLER” en colaboración con Alfonso Quijada Urías y Alfonso Velis Tobar. Estudia sociología en la Universidad Nacional de El Salvador, carrera que no culminó, porque se tituló como un poeta revolucionario en las luchas del pueblo. Es decir, al integrarse a la lucha por la liberación nacional de nuestro pueblo. Pertenece a la Generación de esa primera promoción de jóvenes escritores, que surgen en el llamado “Grupo La Mazacuata” del Departamento de San Vicente, cuyo principal animador fue Eduardo Sancho, allá por los años de 1967 a 1970, según me contaba Alfonso, en una de las tantas tertulias. Otros de sus miembros animadores del grupo fueron: Roberto Monterrosa (1947), Mauricio Marquina, Eduardo Rico, Emiliano Androsky Flamenco, Felipe Minhero, Salomón Rivera, Manuel Sorto, Reyes Gilberto Arévalo, Víctor Zelaya y Rigoberto Góngora, caído en combate como inolvidable patriota.
En nuestras estancias familiares Alfonso me contaba, que fue una época de los 70s en adelante, de grandes lecturas políticas y literarias, con Lizama Lima, el llamado BOOM Literario Latinoamericano, Salarrue, la Pájara Pinta, Faulkner, Quevedo, Francisco Urondo, Otto Rene Castillo, Los Cinco, Lautramont, Rimbaud, Roque Dalton, Joyce, Nazin Hitmet, Henry Miller, etc., etc. Así como: Lenin, Mao Zetum, Sánchez Vásquez, Marx. De ahí, que a través de Eduardo Sancho, conocieron a los poetas revolucionarios, el guatemalteco Roberto Obregón y los nicaragüenses Leonel Rugamas, Edwin Castro y Jorge Eduardo Arellano, en su paso por El Salvador, poetas preocupados e integrados a la lucha revolucionaria en Centroamérica, a algunos de ellos les costara hasta la vida. La generación que surge en “La Mazacuata”, se caracteriza, por manifestar un pensamiento literario, donde el símbolo del “Che Guevara” fue su máxima inspiración antiimperialista. El mismo Alfonso me recalca en cierta ocasión que hablábamos de poesía y revolución que: “Los días gloriosos de la Mazacuata, contrastaban con un momento histórico de crisis en las organizaciones políticas tradicionales -por ende la crisis misma del Partido Comunista de El Salvador- en 1969, al apoyar la guerra de Honduras y El Salvador- y en el surgimiento de una nueva perspectiva con la gesta del Che en torno a la lucha armada que se discutía y maduraba en América Latina”, con ese pensamiento luchaba y militaba con valentía el poeta Alfonso Hernández, CDT. “Gonzalo” del FMLN, un verdadero cuadro revolucionario, a mi me consta, ejemplar, de quien uno aprendía, de su disciplina y estudio en el trabajo…
En lo personal me consta, que Alfonso Hernández, dedico toda su vida entera, desde muy joven a preparar, junto a otros compañeros como Carlos Menjívar, Sancho, las bases que contribuía a la revolución en sindicatos de obreros y campesinos, cuadros de organizaciones estudiantiles, al mismo tiempo dedicarse al proceso organizativo del “Frente de Acción Popular Unificada”(FAPU). Alfonso Hernández, ante todo poeta siempre escribiendo, hasta en la misma culata de su fusil, cuando andaba allá en el frente de Guazapa, y las fotos que me hacía llegar por conducto. Es de los que llegan a la revolución a través de la creación en amor a la poesía, amándola intensamente, utilizándola como arma revolucionaria hasta los últimos momentos de su vida. Generalmente la poesía del hermano Alfonso, refleja lucha, heroísmo, esperanza, poeta responsable de su oficio, pues le cabe el mérito de ser uno de los miembros fundadores de las “Fuerzas Armadas de la Resistencia Nacional” (FARN), por ello siempre me decía entre el bregar de la militancia, y de los tragos de vez en cuando, pues me decía que no hay ninguna diferencia, entre las actividades de ser un combatiente revolucionario y un poeta guerrillero al mismo tiempo; eso lo lleva a vivir años sacrificados en la clandestinidad, la que siempre supimos compartir, en los momentos más difíciles de preparación revolucionaria, década de los 70s a los 80, recuerdo su arduo trabajo que vivía a diario. Pero su espíritu nunca decayó y con la disciplina que la revolución misma exige siempre lo distinguió como cuadro revolucionario y un intelectual muy ejemplar. Ya dijimos que su crimen se condenó internacionalmente, pues la cabeza del poeta nunca apareció, ya que fue decapitado por los esbirros de la asesina Policía de Hacienda, quienes les cayeron en emboscada repentina. Hasta hoy lamento llorando con mucha tristeza el martirologio de su muerte. Valga hacer memoria, éramos como dos hermanos, junto a nosotros el otro hermano, Alfonso Quijada Urías, editor del periódico Guazapa, a quien también rindo mis respetos como poeta militante de la Resistencia Nacional, organización en la cual intensamente colaboraba, coordinador de la Editorial Atlántida junto con Terezón (desaparecido por los escuadrones de la muerte), con la ayuda de Emmita, Editorial allanada por el enemigo en la Plaza Barrios. Alfonso siempre designaba bajo estrategias y cuidados algún trabajo a realizar. Como eso de investigar y recopilar poemas, las putiadas y pensamientos políticos, escritos en los inodoros públicos que formarían parte de su libro “León de Piedra” y toda la poética Alfonso la tomo de mis archivos de investigación que yo le proporcione. Aquella enorme amistad compartida en escribir juntos poesía, el diario en trabajo revolucionario clandestino. Así lo regían las reglas de la coyuntura del momento en días de guerra, con el animo de subsistir ante el resguardo de la vida misma, en momentos de acechanzas de escuadrones de la muerte en busca de lideres de organizaciones democráticas, subversivos sospechosos, dias de intensas represiones y cateos militares en contra del pueblo, momentos de sangrientas luchas populares. Éramos inseparables “Los Tres Alfonsos”, nos llamaban los amigos “compas”. La poesía nos había encontrado en el camino de la vida. Era admirable la confianza que nos teníamos, que me tenían en lo personal en delicada información. Amistad que tantas veces compartimos en familia (en compañía de nuestras esposas Julita, Celia y Emmita, quienes también pasaban grandes angustias al lado de nuestros hijos), amistad compartida pero esto ya es historia. Julita esposa de Alfonso “Gonzalo” murió de cáncer en México, las tensiones emocionales de vivir la clandestinidad ante la persecución del enemigo, le afectaron grandemente su salud. Con humildad lo digo, al hermano Alfonso Hernández, le debo mucho de mi formación intelectual, quien me enseño disciplina al estudio de la poesía, fue mi escuela de orientación ideológica y teoría política, pues no había libro que yo tuviera en mis manos, que no me fuera dado por Alfonso, mi maestro, que un día cuando se iba, llego a casa y me regalo toda su biblioteca. Lo mismo hacia el otro Alfonso Quijadurias y en estas andanzas y malandanzas poéticas, también ayudaba en el camino José Roberto Cea, en el trabajo.
Alfonso era gracioso, risueño, claro a la par de esa seriedad y claridad como dirigente revolucionario; era un personaje a la manera de Rabelais o picaresco Quevediano. Con sus anécdotas y esa manera muy suya de reír, bromear e inventar a veces tantas mentiras. Quien conozca de sus narraciones, gozara de sus risotadas, que se vivían a la par de las grandes comilonas y “talahuashtazos” de ron o chaparro, con un cusuco y gallo en chicha de boca y hasta nances y manguitos tiernos. Lo tengo muy presente en esas bohemias que algunas veces compartimos con sus grandes carcajadas de taberna, era un bagre para tomar cerveza, Gargantúa y Pantagruel nos llamaba en son de broma Alfonso Quijada Urias, además Alfonso Hernandez era alegre y me consta, era una “chuchita cuta”, para bailar cumbias, boleros rancheros, salsas, merengues y tangos de Carlos Gardel con las orquestas Palavicini y los hermanos Flores de San Vicente, en las fiestas de mi pueblo, allá en Apaneca, gozos que en medio del trabajo de la revolución compartíamos como entre amigos. En una de sus narraciones cuenta, que con otros amigos, muy jóvenes en los bosques por el Balneario de Chanmichen, con pistolas de palo, jugaban a la guerrilla imaginándose al enemigo. Y cuando me contaba que no iba a la escuela, porque prefería quedarse con su espejito sobre las tejas para vigiar a escondidas la desnudez en pelota a la Chismuya, la Changandaya, la Culo de Oro o la Quiebracanutos del Barrio San Juan de Dios, una mujerona de nalgas pachas que se creía la Greta Garbo del pueblo. Así también en su infancia se enroló, con personajes como: Chepe Chimbolo, Paquito Avión, Chepón, Chacalín, Chico Ejote, Cutacha y Patarisca. En fin Alfonso Hernández, tenía esa maravilla agradable, mágica ante el humor, la sana picardía y la valiente manera de guerrear por el pueblo hasta jugarse y entregar su vida con heroísmo por la justicia social y por el sueño socialista de nuestro pueblo.
En su quehacer literario, a la par de su militancia obtuvo algunos premios en poesía. Hasta la hora de su muerte había publicado los siguientes libros: “Poemas” (1974). “Cartas a Irene y otros poemas” (1975). “Del Hombre al Corazón del mundo” (1976). “País Memoria de muerte” (1978) “Poesía en armas” (1979) y en el frente de guerra en Guazapa, escribió: “La Cruzada de los niños” (1981), “Escrivivir” (1982), “Viaje a la humedad” (1983), “León de Piedra” (Ensayo testimonio de la lucha de clases en El Salvador, 1982). Este es un libro que ayuda a comprender el proceso de la lucha revolucionaria dentro de la lucha de clases en el país. Un año después de su muerte se publico una antología póstuma: “Esta es la Hora” (Selección de Alfonso Quijada Urías y Alfonso Velis Tobar, Ediciones Roque Dalton, México, Managua, 1989) En sus escritos, deja la labor de investigar más sobre su obra, rescatar alguna poesía y narrativa inédita (incluyendo su novela extraviada en Nicaragua, la que venia trabajando, de la cual ando en su búsqueda: “Vamos a la Vuelta de Toro Toro Gil”. Uno de sus capítulos muy amenos se publico en LetraViva del periódico universitario, Nro. 10. Octubre 15 de 1979. También la editorial Izote con presentación de Mauricio Marquina y Reyes Gilberto Arevalo, publicaron “Viaje a la humedad” en 1997. ASTAC (Asociación de trabajadores por el arte cultura salvadoreña), en homenaje a su nombre, en anual “Certamen Alfonso Hernández” evento que estimulaba la creación literaria, sobre todo en cuento y en poesía o testimonio literario con sentido de espíritu liberador.
Pienso como es de sabia y profética la poesía – como milagro trágico de la vida- pues entre algunos poemas y cartas que me hacía llegar el compañero, por ciertos conductos desde donde se encontrara, desde el mismo frente de guerra, poco antes de su caída, yo, ya pude sentir, en sus palabras, cierto “presentimiento” de la muerte misma, que lo andaba ya persiguiendo, con heroísmo, como despidiéndose de mi, su hermano como decía que yo era, oigámoslo en sus versos que el hermano me hacia mandar: “Mañana quizás estaré muerto/ y sobre mi tumba perdida en la montaña/ la lluvia caerá con mis recuerdos” (Despedida). ¿Dónde estará mi tumba?… Ah mi tumba/En el ojo derecho o izquierdo/Está junto a mi sombra” (Dolor Cotidiano). “La patria nos dio su corazón y emprendimos la lucha/ Yo di mi vida, para que entre todos construyamos su futuro” (Escrito en una culata de fusil). Daremos poco a poco, a conocer más poemas rescatados del hermano Alfonso Hernández, poeta, héroe, mártir salvadoreño; es como un prócer más, otro luchador de una segunda independencia.
Hermano mío otros seguirán con sangre luchando, porque es la de no acabar estas injusticias, muertos como tú, siguen cada día más cerca de nosotros, dando ánimo, coraje y esperanzas a seguir en el camino de la justicia, testimonios de nuestra historia ya que diste tu vida con heroísmo para que entre todos construyamos ese “futuro luminoso” que soñaste para vivir en una patria feliz. Y ya no lo vieron tus ojos, pero lo vieron tus hijos, cuando aplaudimos este grandioso triunfo del FMLN, hecho histórico desde el 2009, de conquistar un gobierno revolucionario, el cual tú también ayudaste a forjar y que no viste sus celebridades y desencantos. Aunque se navega sin rumbos con afanes esperanzadores, para crear buenos programas sociales para el pueblo. Para que un día se pueda gozar un sistema de justicia social. Creo que en este momento histórico que vivimos, de post guerra, de arengues políticos en los parlamentos, tú serias siempre, lo sé, aquel ejemplar conductor, orador de gran elocuencia, en torno a la misma construcción de ese futuro luminoso, que tanto anhelaste vivir junto al pueblo. Salve hermano y salud. AVT/10/11/011.
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