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ALGO HUELE MAL EN LA OTAN: JENS STOLTENBERG.

Luis Arnoldo Colato Hernández
Educador

El 22 de junio de 2011, Anders Breivik, terrorista integrista de derecha, ejecutó un atentado en Oslo, Noruega, con un coche bomba, que provocó el deceso de ocho personas.

Acto seguido se dirigió a la isla de Utoya, donde sistemáticamente asesinó a 77 adolescentes que se encontraban en un retiro.

Antes de iniciar el día, Breivik filtro en la red un manifiesto en el que explicó sus razones, que en síntesis es un breviario xenófobo, en el que reclama a Europa para los europeos blancos.

El suyo es el discurso que reconoceremos entre los integristas blancos de derecha de cualquier latitud, que reclaman los territorios en los que residen para sí, la expulsión y exclusión de otras etnias, sustentándose ideológicamente en su orientación pentecostalista militante, su condición de caucásico, una educación conservadora e intolerante, y por supuesto, su defensa a ultranza del derecho a la portación de armas.

Cuando finalmente las fuerzas del orden, sin los medios para movilizarse o de comunicación, pasadas varias horas, arribaron a la isla, este simplemente levantó sus brazos y depuso el arma sin presentar ninguna resistencia.

De entonces en más, el sistema judicial noruego lo ha mantenido incomunicado.

Las semanas previas al ataque acumuló los suficientes fertilizantes para elaborar una potente bomba que arrancara la cara trasera del edificio ministerial atacado, implicando un pequeño vagón para transportarlo, sin que las autoridades actuarán de oficio iniciando preventivamente el cerco que impidiera el atentado, y en cambio dejándolo hacer, privilegiando la vigilancia de objetivos extranjeros de interés, que nunca ejecutaron ningún ataque.

La razón ulterior:

“…los terroristas son por definición ajenos al propio país, con valores y religión extrañas y de otra etnia…” [M.A./OTAN].

“Nos atacan porque ambicionan lo que tenemos”, diría la secretaria del entonces premier noruego, Jens Stoltenberg, apenas un año antes del atentado, en una rueda de prensa en la que se abordara el tema de la seguridad en Oslo, en el marco de la guerra contra el terrorismo que emprendiera Bush, 10 años antes.

Durante los interrogatorios a los que se sometiera a Breivik, ocurrió un curioso hecho que demanda atención: éste reclamó la presencia de Stoltenberg, quién respondiera: “…te escucho…”

No se encontraba físicamente en la sala de interrogatorios, pero seguía desde su oficina la conversación afable entre el terrorista y los oficiales.

Ahora, en su condición de secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg también escucha amparando a los neonazis que reptan en Ucrania, a los que arma, para que luego esas mismas armas sean vendidas en el mercado negro, y usadas por carteles de la droga.

Lo cierto es que arropar a neonazis y criminales responde siempre a intereses intervencionistas de Europa y EEUU.

 

Entonces, los intereses geoestratégicos de EEUU y la OTAN están tras el neonazismo, ahí donde la expansión de estos lo necesitan, y sin embargo es simplemente insostenible la relación entre democracia y extremismo, por lo que más temprano que tarde, igual que en Utoya, ciudadanos de estas uniones lo sufrirán.

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