La semana pasada se conoció que en México fue capturado uno de los máximos jefes de la ranfla de la organización terrorista Mara Salvatrucha (MS), César Antonio López Larios, conocido como Greñas de Stoner, quien fue trasladado inmediatamente a Estados Unidos, que lo reclama al igual que otros líderes de esa organización criminal para ser juzgados por narcotráfico, entre otros delitos federales.
México informó que “Derivado de trabajos de inteligencia, elementos de la Policía de investigación, zona Istmo Costa, de la Fiscalía General del Estado (FGE) lograron la captura, en el municipio de Arriaga, Chiapas, de César Antonio López Larios, un objetivo prioritario buscado por el Gobierno de Estados Unidos”. Con Larios, suman siete los cabecillas o “ranfleros” de la MS detenidos en el exterior y que están siendo juzgados en una corte de un distrito de Nueva York.
Es curioso, además de sospechoso, que, en El Salvador, pese a la guerra contra las pandillas decretada en marzo de 2022 por el entonces presidente constitucional Nayib Bukele, al decretar también el Estado de Excepción que, en el elevado número de capturas anunciadas por el Gobierno, no aparecen los cabecillas principales y secundarios de los grupos criminales MS, Barrio 18 sureños o revolucionarios. En el marco del Régimen de Excepción, que en un primer momento fue decretado como respuesta a un alza en los homicidios durante los últimos tres días de marzo del 2022, las autoridades de justicia informan de más de 80 mil capturados.
La prueba de esto es que la mayoría de líderes han sido capturados fuera del país.
En lo que va del año, por ejemplo, de Guatemala, Honduras y Nicaragua han informado de la entrega a las autoridades policiales de El Salvador jefes de clicas de las pandillas, que suman cerca de una centena. La mayoría capturados en Guatemala.
Si a los anteriores le agregamos a los capturados en México, como el reciente caso de Larios, y antes del Cook, no se puede dudar que los líderes de los grupos terroristas están fuera del país, bien porque huyeron al poner en vigencia de estado de excepción, o como parte de las negociaciones entre esos grupos delincuenciales y el gobierno de Bukele. Entonces, si los jefes de las pandillas los capturan fuera del país, significa entonces que los 80 mil capturados, miles son inocentes, mientras que el resto son parte de la base social de esos grupos delincuenciales.
Por decencia, por transparencia, el gobierno debería explicar por qué los “ranfleros” no han sido capturados en el marco del régimen de excepción. Por qué han ido contra la base social de esos grupos, muchos de los cuales, seguramente cumplieron un rol en el esquema delictivo, más por amenaza de los pandilleros, ante la falta de control territorial del estado que por afinidad a esos grupos.
El gobierno debería, por decencia, explicarle al país, por qué la negociación con las pandillas, qué se logró con ello, y por qué se rompió la tregua. Recordemos que en 2012, cuando se dio la tregua entre las pandillas, a pesar de que se intentó mantener en secreto, al final fue el propio presidente Mauricio Funes quien reconoció la “facilitación de la tregua”, bajo el compromiso de disminuir los homicidios y la libre circulación de “los civiles” en los territorios controlados por los delincuentes.
El gobierno debería explicar, por decencia, por qué el Estado de Excepción no ha servido para capturar a los líderes de las pandillas, pero sí para intimidar a la población en general. El cardenal Gregorio Rosa Chávez tiene razón al exigir que se le ponga fin al régimen de excepción “cuanto antes”, ya que “los frutos amargos” son grandes y “hay mucho sufrimiento”. Además, agregamos nosotros, el Régimen de Excepción no ha servido ni servirá para capturar a los cabecillas de los grupos delincuenciales, pues estos son capturados en el exterior, producto de la inteligencia policial y la investigación.
Por supuesto que el Gobierno no dará marcha atrás al “Régimen”, porque este le está sirviendo al gobierno para mantener a raya a los salvadoreños, independientemente que hayan jurado o no “no quejarse por nada”.