Santiago Leiva
@DiarioCoLatino
Alianza, pilule Alonso, Alegría. No tuvo guión de filme hollywoodense la final del fútbol salvadoreño, pero Rubén Alonso acabó de rodillas y con las manos alzadas al cielo al mejor estilo de “Elías” en la película Pelotón. Graduó con honores, toga y birrete su “kínder” y regaló una “blanca navidad” a su hinchada.
Un solitario gol de Ramón Martínez de Paz, en el amanecer del segundo episodio, descorchó el vino blanco y embriagó de tristeza a la afición tigrilla que pobló en regular número los graderíos del Estadio Cuscatlán, viendo cómo un frustrado FAS no tuvo armas para quitarse el capote.
No ejecutó sus mejores notas la “orquesta blanca”, se equivocó en algunos tramos del juego y deseó, incluso, junto a su público que el árbitro Jaime Herrera apagara las luces y bajara el telón antes del tiempo. Igual no le fue necesario al Alianza tocar a la perfección,para ganar la batalla porque FAS desafinó en todo el concierto.
El duelo, con un estadio pletórico vestido de blanco y azulgrana, pintaba para más, pero Alianza se quedó desde muy temprano sin su baterista estrella. Rodolfo Zelaya, de quien se esperaba un recital, salió cojeando a los 20 minutos. Y entonces, sin su solista en el escenario, Alianza tuvo que cantar en coro.
Eso marcó la diferencia en la puesta en escena, porque los “músicos” del director Rubén Alonso renunciaron a las partituras, renunciaron al trazo largo y comenzaron a gobernar y trasladar la pelota con mayor presión.
Antes de que Alianza impusiera condiciones, ambos cuadros se habían enfrascado en una serie de llegadas intrascendentes que, en su mayoría, acabaron en las gradas. La más clara la ejecutó FAS con una gran acción de Walter “el Pery” Martínez que, igual, acabó disparando sobre el travesaño de Óscar Arroyo.
Para entonces, Alianza ya había acumulado aplausos porque con Rodrigo Rivera como violinista en el medio terreno y Juan Carlos Portillo ejecutando la trompeta por el costado izquierdo, los albos parecían más cerca de dar la nota.
Jonathan Phillipe, sacrificado como desafinado, pudo avivar la fiesta al ´40, pero le faltó fe, se le reventó la cuerda y acabó tirándose, buscando maliciosamente una sanción en el área. Luego, en el cierre de la primera actuación, Rivera tocó el “platillo” con un balón que se estrelló en el poste y que había dejado sin arranque a Luis “el Motor” Contreras.
Hasta ahí, el 4-4-2 de Alonso había desbaratado el castillo de Agustín que, con un esquema similar se había encomendado a la veteranía y experiencia de Cristian Álvarez, un “samurai” que nunca consiguió desenvainar su espada. Tampoco Jorge Morán consiguió ser el revulsivo de los asociados. Esta vez, sus desbordes fueron a la inversa que casi todo el tiempo le tocó correr tras Juan Carlos Portillo.
Quizá, pellizcados en su orgullo por las palabras de su técnico, los tigrillos volvieron al campo de batalla con un nuevo brillo. Rafael Burgos, que recién se había reportado, sacó del descanso a Arroyo que vacacionó todo el primer tiempo.
No obstante, cuando más fiero pintaba el tigre, apareció Ramón Martínez para poner paz, tranquilidad y esperanza a los paquidermos que ya soñaban con la corona once.
El veterano zaguero y capitán blanco se jugó su físico para vencer a Contreras que no solo vio cómo la pelota se fue al fondo de la red, sino que también se vio obligado a dejar la cancha por lesión.
El gol, al minuto 56, llegó en un centro de Portillo que encontró primero la cabeza del colombiano Iván Garrido y en el contra remate a Martínez de Paz, que se convirtió en héroe de la final.
Ese gol, si bien hinchó de festejo las gargantas blancas, también terminó atorando al Alianza que se refugió atrás y permitió que los tigrillos les pusieran contra las cuerdas.
Fue en el último tramo del concierto que la “orquesta” desafinó. Los suyo fue tocar por tocar y, de a poco, se convirtió en un equipo sin melodía.
Hasta dos veces tocó la puerta el FAS en su afán por robar la gloria elefante, pero esta vez ya estaba escrito en el firmamento que la Navidad sería blanca. Y, como dice un viejo villancico navideño: para quererse, todo el año es Navidad. Hoy ¡cómo no te voy a querer!
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