Por Marlon Chicas – El Tecleño Memorioso
♫Dulces himnos cantemos de gloria al maestro abnegado en loor, y ensalcemos doquier su memoria entre cantos sublimes de amor♫, fragmento dedicado al maestro salvadoreño por el poeta y educador ahuachapaneco Manuel Álvarez Magaña en 1930 y musicalizado por el filarmónico y compositor tecleño Ciriaco de Jesús Alas.
En cuanto al tema de la enseñanza, se afirma que esta tardó siglos en considerarse un derecho fundamental; en la sociedad prehistórica fue necesaria la presencia de educadores como condición vital más que un derecho. En la Atenas clásica, surgieron los “sofistas”, considerados “enseñantes” como antecesores del docente; ya que su nombre alude a quien instruye la sabiduría. En Grecia y Roma tuvo una función política ya que preparaba a las élites el saber gobernar.
En la Alta Edad Media, la educación quedó delegada a la Iglesia; ya que leer y escribir estuvo bajo control de los monasterios. Si un aristócrata se interesaba por adquirir cultura, eran los religiosos los encargados de formar a los príncipes y nobles. Con la llegada de la pedagogía como ciencia sistemática en los siglos XVIII y XIX, la enseñanza se convirtió en algo más que formar contenidos.
Como ya se ha escrito en ocasiones anteriores, Santa Tecla cuenta con grandes educadores a lo largo de su historia; en esta ocasión rindo un homenaje en vida a una maestra, como muchas otras que, desarrollaron la noble misión de educar a generaciones de tecleños. Blanca Alicia Bonilla Robles de Quiteño, quien nació en San Salvador; hija de los señores Ricardo Vicente Bonilla (+) y Hortensia Robles de Bonilla (+).
Su formación académica la realizó en el internado del Colegio Santa Inés de esta localidad; obteniendo el título de profesora de la extinta Escuela Normal España, que funcionó en dicho centro educativo. Su labor magisterial la desarrolló en la extinta Escuela de Niñas Pilar Velásquez y en la Escuela Urbana Mixta Unificada Centroamérica, en la que se le recuerda con afecto y cariño.
Durante su vida activa en el magisterio, inculcó a sus estudiantes el amor a Dios, a la familia, a la patria y las buenas costumbres, de lo que el suscrito da fe. Infundió la responsabilidad en el cumplimiento de tareas, así como honrar la palabra y la práctica de principios morales y cristianos.
Sirva este humilde reconocimiento a su noble labor, así como a muchos otros docentes en situación de retiro; a la memoria de aquellos educadores que dejaron un valioso legado en la historia tecleña ¡Felicidades, Maestros Salvadoreños!
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