Luis Arnoldo Colato Hernández
Educador
La producción de alimentos, de granos, verduras o frutos, así como aves, pescado y vacunos, son a todo entender fundamentales para asegurar la satisfacción de las necesidades alimentarias de la población, así como para la comercialización y el intercambio de los excedentes.
Ello requiere por supuesto no solo de la asignación de territorios al fin específico del cultivo de vegetales, crianza de ganado o demás actividades agrícolas, como la conservación identitaria del contingente poblacional dedicado a esta tarea.
Por supuesto la producción final orientada a la comercialización, dirigida primordialmente a satisfacer las necesidades de la propia población prioritariamente, deberá distribuirse asegurándose desde la institucionalidad, buscando que la calidad del producto final sea óptima, lo que supone no solo la transferencia de dominios y tradiciones culturales precedentes, a los que se deben sumar conocimientos y tecnologías dirigidos a ese fin, consecuentes con los debidos tratados entre el estado y otros, lo que supone el establecimiento de convenios que aseguren el intercambio de tales habilidades y conocimientos, enriqueciéndose como consecuencia del trasiego de saberes entre naciones y con el fin específico de asegurar la alimentación para la población.
Hasta acá lo teórico del tema alimentario.
La realidad empero es completamente diferente, pues en el afán de satisfacer a las élites, los requerimientos alimentarios de la población, incluso cuando las condiciones tanto materiales como culturales sean existentes, son simplemente ignoradas.
Tales condiciones para el caso, las poseemos en nuestro territorio, dedicado por vocación histórica a la actividad agrícola, pero evadidas en el propósito de volvernos dependientes completamente, de sujetarnos a la necesidad de consumir productos traídos de fuera, aumentando la deuda país, mientras se enriquecen tanto a los funcionarios corruptos implicados en la maniobra, como por doble partida a los comerciantes miembros de las élites, evasores de impuestos y partícipes del oligopolio que sujeta al mercado a sus intereses al amparo del estado.
A pesar de estas perspectivas tan lapidarias para nuestra agricultura, la asociación CAMPO a probado que incluso en estas circunstancias pueden nuestros agricultores satisfacer las necesidades alimentarias internas, generando incluso excedentes de gran calidad, que sin embargo no son por las mismas condiciones señaladas arriba, comercializadas con ventajas ni dentro ni fuera del país.
Esto porque tanto los insumos como los intermediarios suponen una barrera insalvable para nuestra agricultura, a lo que debemos sumar el que las autoridades simplemente carecen de propuestas o de un plan mínimo que promueva al agro o a la cultura que gira en torno a él.
La alternativa propuesta por el régimen ha sido una y simple: desligarse por completo del agro privatizando mediante la mecanización, atrayendo inversionistas para ese fin específico y con una visión monocultivista, y con el fin no declarado de acabar con la iniciativa agrícola independiente y en pequeño, retornando así a la hacienda y a sus históricos vicios.
El problema no es la hacienda sino el proceso histórico mediante el cual fuera creada, y en consecuencia el propósito último de la gestión: desarraigar al campesino de una vez por todas.