Carlos Burgos
Fundador
Televisión educativa
Transcurría 1968 y el siguiente año la TVE tenía que iniciar las transmisiones sistemáticas, try para lo cual era indispensable que los maestros de aula tuvieran en sus manos los programas de estudio del nivel de Educación Básica. Los compañeros que en el MINED redactaban esos programas necesitaban refuerzos para salir en la meta indicada. Entonces, discount el Ministro Béneke dispuso que nosotros, online los de TVE, fuéramos a apoyarlos en todas las asignaturas, y bajo presión terminamos a tiempo. Se imprimieron tales documentos de trabajo y se entregaron a todos los maestros del país.
La evaluación de las transmisiones experimentales nos arrojó valiosa información para diseñar el equipo pedagógico en el aula, estaría constituido por tres elementos humanos:
•El Alumno: centro del proceso enseñanza-aprendizaje.
•El Maestro de aula: en su rol de orientador del alumno en el proceso.
•El Telemaestro: emisor de contenidos procesados e información.
Se consideraba parte de este equipo al Supervisor con sus funciones de asesorar sobre la utilización de la televisión en el aula y de ser el responsable de retroalimentar a la entidad televisiva sobre las inquietudes de maestros y alumnos en las escuelas.
Para el alumno se prepararon cuadernos de trabajo de acuerdo con los temas presentados en las teleclases, con numerosos ejercicios, y para el maestro de aula, una guía didáctica donde se le sugería cómo motivar al alumno (10 min.), cómo seguir la recepción (20 min.) y cómo realizar el refuerzo (15 min.).
En el Estudio de TVE siempre había movimiento. Éramos cinco grupos de producción, cada uno integrado por un Realizador, un Telemaestro y un Asistente de producción. También se tenía el aporte de un grupo de maestros especializados en cada una de las cinco asignaturas. Ellos redactaban todos los materiales a imprimir para los alumnos y los maestros de aula.
Era admirable la capacidad de poder trabajar en equipo con eficiencia. El cumplimiento de metas fue la clave para la producción y transmisión, en un ambiente alegre, con premura pero contentos. Nadie escapaba de la alta tensión y sonrisas en el Estudio.
El Estudio de Televisión era un lugar especial con muchas luces, módulos de escenografía, micrófonos, cámaras, cables, técnicos, invitados y otros participantes. Aquí es donde los Realizadores demostraban su dominio sobre el arte de la televisión y su habilidad de conducir a personas; los Telemaestros, su dominio sobre sí mismo y su seguridad intelectual, y los invitados, su capacidad profesional o calidad humana.
Edgar Galileo Flores, Telemaestro de Estudios Naturales, era exigente con los requerimientos de luces, escenografía y cámaras, y a veces regañaba a los técnicos. Entre estos estaba Jimmy Hernández, quien siempre sonreía ante tales reclamos. Una vez le preparó una iluminación especial, de modo que al inicio de la grabación la intensidad lumínica era normal, pero con el potenciómetro («dimmer») fue subiendo el nivel hasta llegar a 500 pies candelas, un pozo de luz. Galileo terminó rojo del rostro, quemado.
Después se enteró de la «fría» travesura de los técnicos de Estudio, por lo que antes de grabar su teleclase, supervisaba la iluminación y el nivel del potenciómetro, y les advertía que si subían la intensidad iba a suspender la grabación y reportar esta anomalía. Ya no lo chamuscaron pero él siguió exigiéndoles la calidad de imagen y de sonido, requeridos.
El colega Antonio Ayala Villalta no fue seleccionado para Telemaestro porque no podía pronunciar la letra r ni la doble r, pero clasificó como Realizador de Estudios Naturales. Era muy creativo, se hizo famoso por preparar diversos trucos. Elaboraba maquetas de volcanes y por dentro les ponía sustancias químicas que al combinarse hacían explosión con espesas humaredas que la cámara captaba con tal nitidez como si se tratara de una erupción real.
Por esa habilidad le decían Trucólogo. Con frecuencia anunciaba a sus colaboradores: vamos a plepalal un tluco, y sus compañeros le respondían: está bien Tulco, Tlucólogo, Tululato… y él no sonleía sino se calcajeaba.
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