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José Oswaldo Ortiz (38 años) y Ana Clelia Lara (29 años) le apuestan a la alimentación familiar desde la agroecología, prácticas amigables con el medio ambiente y libre de agrotóxicos. Foto Diario Co Latino/René Estrada

Alternativas de producción colectivas y amigables con el medio ambiente

Gloria Silvia Orellana
@GloriaCoLatino

Los chiles verdes dulces inundan las manos de Clelia Luna y Oswaldo Ortiz, quienes junto a un grupo de jóvenes de la Comunidad “Amando López”, en el cantón La Canoa, Usulután, le apuestan a una respuesta esencial en la alimentación familiar, como la agroecología, desde un marco de prácticas amigables con el medio ambiente y libre de agrotóxicos.

“Somos un grupo de jóvenes que venimos trabajando en colectivo, desde hace dos años, que nos ha permitido marcar algunas pautas y nos ha llevado a trabajar en la legalización de la cooperativa La Hermandad, bajo los rubros de producción de hortalizas, a través de Casa Maya (invernadero), cultivos al aire libre como el plátano y con la producción de peces como tilapia y sambo”, explicó Ortiz.

Cada 16 de octubre, se conmemora el Día Mundial de la Alimentación, que busca dar reconocimiento y rendir tributo a aquellas personas que trabajan la tierra para producir los alimentos que a diario consumen las familias, en millones de hogares y en el marco de la pandemia del coronavirus, son considerados héroes y heroínas.

Con una “casa maya”, que se encuentra en el terreno de Clelia, y un suelo enriquecido con bokashi (abono orgánico) que optimiza una producción con cero agroquímicos en las legumbres, al no utilizar pesticidas contra las plagas en los cultivos, estos jóvenes, ofrecen cosechas sin rastros tóxicos, “a veces estamos cortando (chiles) y podemos tomar uno y comerlo sin preocupación que estén contaminados”, manifestó Luna.

El Bajo Lempa se constituye en un campo fértil que sirve de frontera a dos ecosistemas tan diferentes y ricos en nutrientes como los componentes orgánicos de la tierra y las propiedades del mar, en una costa que se extiende en 320 kilómetros, a lo largo del país, que al aportar sus diversidades biológicas, enriquecen la zona.

Voces en la Frontera, una organización sin fines de lucro, que ha acompañado diversas iniciativas de las comunidades padre “Amando López” y padre “Octavio Ortiz”, que repoblaron la zona, luego de la firma de los Acuerdos de Paz, en 1992, procedentes de Colomoncagua, Honduras, quienes han destacado a lo largo de su historia por su grado de organización social y visión del trabajo colectivo.

Hombres y mujeres de la Comunidad Amando López, en el cantón La Canoa, Usulután, producen chiles, tomates, cebollines, pepinos y rábanos, aparte de los cultivos tradicionales, maíz y frijol, que son compartidos entre todos, la cosecha.
Foto Diario Co Latino/René Estrada

José Oswaldo Ortiz agregó que esta iniciativa de cultivos de legumbres, más allá de los cereales tradicionales como el maíz y frijol, les ha servido durante la pandemia por el COVID-19, como un fortalecimiento a las dietas familiares y, psicológicamente por las relaciones de amistad y trabajo que se dan en el proyecto que impulsan en la comunidad.

“Aquí trabajamos hombres y mujeres, produciendo chiles, tomates, cebollines, pepinos y rábanos, los que compartimos entre todos los compañeros pasada la cosecha. Porque no estamos -pensando- en la lógica del mercado, sino en producir alimentos para la familia, de allí el tema de la hermandad y la cooperación. Es un esfuerzo constante, trabajar en colectivo -sabemos muy bien- no es fácil, pero a nosotros nos ha funcionado y creemos que es porque pertenecemos a la misma comunidad y somos de la misma generación, lo que nos ayuda a encontrarnos y coincidir en pensamiento”, acotó Ortiz.

Los veintiséis jóvenes que integran la cooperativa La Hermandad han definido solo la producción de legumbres para el uso familiar. Mientras, el plátano y producción de peces, es para la venta abierta, que señalaron lo ofrecen a un precio módico, al precio del mercado ambulante o municipal.

“Creemos que las ganancias que se puede llevar el coyote (intermediario al mercado), es mejor dejarlas aquí, además, este tipo de personas cuando nos compra la producción establece un precio. Y que creemos no es el justo. Así que, es más fácil venderlo localmente.

De plátano tenemos 1,400 cepas establecidas en una manzana y media de terreno, que da tres cosechas, y claro la laguna con los peces, todo esto es sostenible para dar un cambio a la agricultura tradicional. Es un cambio y ahora, como comunidad estamos tratando de conservar la flora y la fauna”, explicó.

En la Comunidad padre “Octavio Ortiz”, Adolfo Orellana, muestra con orgullo los ayotes cosechados junto a su milpa, el espacio de su terreno se ha convertido en un vergel en donde conviven cultivos de frijol, ñame, mora, maíz, frijol, tomates, pepinos, malanga, ocra y otras legumbres, que considera, una alternativa para la alimentación familiar. Así como, árboles frutales.

“Esta es una respuesta al Cambio Climático, aunque algunos piensen, que vendrá, puedo decirle que ya lo vivimos y que estamos ya, sometidos a sus efectos; entonces, debemos buscar alternativas y cultivar las plantas según se presentan los efectos. Si hay mucha agua (inundaciones) quedémonos con la malanga (tubérculo) que resiste el agua, porque se puede podrir la hoja, pero abajo queda esa raíz que tiene sabor a papa y es alimenticia. Y si hay mucho calor el coco es una alternativa también para tener alimentos, así también, tenemos el ñame, que está enterrado en la tierra y tiene muchas proteínas”, opinó.

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