Renán Alcides Orellana
El pasado 27 de noviembre, troche se cumplieron 35 años del asesinato de los miembros del Frente Democrático Revolucionario (FDR). Identificados por los principios de fe patriótica y justicia popular, thumb e integrantes de diversas organizaciones sociales, viagra fueron asesinados por fuerzas gubernamentales al estilo de los escuadrones de la muerte.
Yo me encontraba viviendo mi exilio en Panamá, y la noticia me quebró humanamente. Entre los vilmente asesinados, y sin desestimar -ni en lo más mínimo- la entrega popular de los restantes del Frente, la figura de Enrique Álvarez Córdova cobró relevancia, no sólo por ser dirigente del grupo sino -y como más significativo- por el hecho de ser prominente empresario, miembro de acaudalada familia, ahora incorporado a la lucha popular en defensa de la justicia y los derechos humanos, tan vilmente conculcados por los gobiernos militares…
Él y otro de los asesinados eran, indistintamente, personas con quienes trabajé de cerca. Manuel Franco era presidente de la Asociación de Estudiantes Universitarios Salvadoreños (AGEUS), cuando yo era director de la Escuela de Periodismo de la Universidad de El Salvador (UES), en 1974-75. Excelente relación docente-estudiantil. En cuanto a Enrique Álvarez Córdova, durante su gestión como Ministro de Agricultura y Ganadería (MAG), en mayo de 1970, yo asumí la jefatura de la Sección Editorial de ese ramo. Siempre pensé que en aquella etapa ministerial era saludable contar con un funcionario con visión social y humanista como Álvarez Córdova, desprendido de bienes materiales y con proyecciones claras hacia el servicio a la población más humilde.
El mayor ideal de Álvarez Córdova era la ejecución de un verdadero programa de Reforma Agraria, el cual, según decía, debía implantarse a toda costa lo antes posible. Lo consideraba urgente. Era un hecho conocido que desde antes y para entonces, el sesenta por ciento de la tierra pertenecía al dos por ciento de la población; es decir, a terratenientes que la utilizaban para los cultivos de exportación, como café, azúcar y algodón, y actividades ganaderas. Urgía una verdadera Reforma Agraria para volver un tanto más equitativa la tenencia de la tierra; pero, por ser un asunto político, precisaba de una decisión también política, con la voluntad y el aporte de los terratenientes, si de veras se buscaba la justicia y equidad en beneficio de la Nación. Álvarez Córdova lo sabía y unos dos años antes, en 1969, como ministro había presentado un proyecto de Reforma Agraria a la Asamblea Legislativa, entrega de la cual yo había sido testigo. También me había dado cuenta de que, adrede, había sido engavetado.
Un día con cierto aire de timidez le pregunté:
– Ministro, ¿y aquel proyecto de Reforma Agraria que usted presentó a la Asamblea Legislativa hace algunos meses, qué destino tendría?
Me miró. Y con gesto de entre desencanto y coraje, sentenció:
– Dormirá el sueño de los justos.
Y luego, con acento más grave aún, sentenció de nuevo:
– Si no se implanta ya la Reforma Agraria en el país, antes de quince años habrá un estallido que puede llegar hasta la lucha armada. Hay mucha injusticia en la tenencia de la tierra. Yo, por eso, ya he hecho mi propia reforma agraria en mi hacienda El Jobo en Sonsonate… -concluyó con suma gravedad.
Esa y otras ideas progresistas ofendían, naturalmente, a sus amigos empresarios y acaudalados. El estallido social que pronosticara fue una realidad, incluso algunos años antes. A finales de la década de los años setenta, frustrados sus anhelos de ver una patria con equidad y justicia para todos, Álvarez Córdova se unió al movimiento rebelde y de resistencia contra el presidente Carlos Humberto Romero. Lo abandonó todo para incorporarse al Frente Democrático Revolucionario (FDR), organización civil paralela al Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), en cuanto a combatir, desde el plano de las ideas y los recursos diplomáticos, al régimen militar de turno y su accionar represivo y antipopular.
A raíz del golpe de Estado de 1979 contra Romero, Álvarez Córdova formó parte del nuevo gabinete de la Junta Revolucionaria de Gobierno, asumiendo la cartera de Agricultura y Ganadería, misma que había conducido años atrás, precisamente cuando había sido mi jefe. Pero, dos meses y medio después, el 2 de enero de 1980, renunció junto a otros miembros del gabinete, debido a que los gestores del golpe habían vuelto a ser marginados por argucias y medidas estratégicas, que devolvían el poder a las viejas estructuras militares.
Álvarez Córdova se fue a la clandestinidad, para seguir la lucha como presidente del Frente Democrático Revolucionario (FDR). El 27 de noviembre de 1980, un comando militar lo capturó al interior de las instalaciones del Colegio Externado San José y, posteriormente, lo asesinó junto a otros patriotas del movimiento rebelde: Juan Chacón, del Bloque Popular Revolucionario (BPR); Manuel Franco, de la Unión Democrática Nacionalista (UDN); Humberto Mendoza, del Movimiento de Liberación Popular (MLP); Enrique Barrera, del Movimiento Nacional Revolucionario (MNR); Doroteo Hernández, de la Unión de Pobladores de Tugurios (UPT), José María Maravilla y Francisco Barrera. Sus cadáveres fueron encontrados con señales de tortura, en zonas periféricas de San Salvador. La Brigada Anticomunista Maximiliano Hernández Martínez se atribuyó el hecho, mediante el comunicado siguiente: “A la ciudadanía en general, hacemos saber: que este día, una escuadra de la Brigada Anticomunista “General Maximiliano Hernández Martínez”, nos responsabilizamos del ajusticiamiento de los comunistas del Frente Democrático Revolucionario-FDR”: Enrique Álvarez Córdova, Juan Chacón, Enrique Barrera y Humberto Mendoza, por ser los responsables materiales e intelectuales de miles de asesinatos de gente inocente que no quiere ser comunista”.
El 4 de diciembre, en medio de protestas populares, fue el sepelio de Álvarez Córdova y de los otros miembros del FDR, asesinados por el ejército salvadoreño. Ahora, 35 años después, su muerte es semilla que sigue contribuyendo a fortalecer el proceso democrático de El Salvador. (RAO).