Por: Rolando Alvarenga
Olor similar al que despiden los cadáveres cuando van rumbo al más allá se percibió el sábado anterior en la sala de sesiones de la Federación Salvadoreña de Taekwondo (FESAT), en la Villa Centroamericana.
Olor que coincidió con la celebración de la Asamblea General Extraordinaria para elegir nueva junta directiva federativa.
Es que algo pasaba allí, porque después de más de veinte años, los asambleístas no transpiraron presión, tensión y stress, como siempre ocurrió en la mayoría de pasadas asambleas.
Salvo algunas excepciones, los asambleístas dejaron la impresión de estar relajados y decididos a votar por el cambio, ya sea por voto secreto o a mano alzada.
En tres oportunidades, el exfederativo René Canizalez advirtió que la nueva federación tendría problemas a la hora de las participaciones internacionales y, sin que nadie lo acusara de malversación de fondos, estuvo listo a desmarcarse de esta práctica, sosteniendo irse con la cara en alto. Por último, antes de abandonar la sala, Canizales hizo la señal de la cruz y bendijo a todos los presentes.
Por su parte, Leo Ruano, sobre quien cayeron una serie de irresponsables señalamientos sobre este proceso impulsado por el INDES, al poner orden en estas y otras federaciones, no dio hándicap de ninguna naturaleza y siempre estuvo pendiente de que se cumplieran al pie de la letra los artículos e incisos de los estatutos federativos.
La mesa quedó servida para que en la Asamblea del 5 de abril se proceda a elegir una nueva junta directiva.
Esto es positivo y esperanzador para la resurrección de un taekwondo más democrático en todo aspecto y bajo la dirección de una nueva mentalidad más abierta.