Luis Arnoldo Colato Hernández
Es el Estado un fenómeno doctrinario en el que confluyen tanto gobernados como gobernantes, Soberano y administradores, conformándolo.
Su exégesis actual deriva de un convenio denominado “Pacto Social”, en el que se conforma su tipología y caracterización, siendo ésta un acuerdo entre las partes señaladas arriba.
Nos reunimos todos en él, pero subrayando su aspecto administrativo, por lo que es por principio imperfecto, dado que con frecuencia es corrompido, pero aun así preferible al que sustituyó en 1792, y que se resumía en la frase de Luis XIV “…el Estado soy yo…” (República Francesa, con régimen parlamentario, republicano y representativo, derivado de la abolición de la monarquía, 10 de agosto de aquel año).
El Estado entonces, es gestor del programa político administrativo económico que adelanta, y se legitima a partir de su institucionalidad, de que cumpla su rol, lo que constituye su razón de ser y existir, para lo que es fundamental la no intromisión de intereses privados.
Ahora bien, como bien nos refieren los hechos, la institucionalidad depende de la disposición de ésta a responder a intereses privados, quienes así las erosionan intencionalmente, incapacitándola para el cumplimiento de sus obligaciones y en el afán de concentrar poder y riqueza para las élites – el 1% de la población de acuerdo al FMI, BM y BID, reflejado así en sus informes que por separado y sobre el desarrollo económico estiman para éste fenómeno – .
Podemos entonces apreciar el desencanto que por ello la población en general manifiesta y que expresa en su negativa a participar en el tema político, renunciando de tal suerte a sus obligaciones constitucionales, pero, además, legitimando así por omisión, el que estos individuos hagan a su antojo, desfalcando al Estado por ejemplo, confiados en la resignación de las mayorías ciudadanas, que así son cómplices de tales desmanes [“…dejando hacer, dejando pasar…”, fisiocracia francesa, siglo XVIII], que propugna el germen del estado mínimo [von Hayek] y que se caracteriza por no interferir el quehacer económico, legándolos así a los privados.
Podemos en la presente emergencia apreciar con crudeza tal afirmación, pues los estados latinos gobernados por las élites – Brasil, Ecuador, Colombia, etcétera – y caracterizados por una visión mercantilista del quehacer público, se han tipifican por la respuesta parca, improvisada, tardía y, sobre todo, inapropiada, sin una estrategia integradora del fenómeno, consecuencia de lo cual, podemos apreciar como la cota de bajas ciudadana, aumenta día con día.
Agrava la situación el que en razón de la emergencia los estados señalados contraen mayores deudas en la banca internacional, que en principio se contrata para atender la emergencia pero que es utilizada en la práctica para rescatar a privados, bajo el supuesto de proteger empleos, promoviendo así la perpetuación de las condiciones de desigualdad que de ello derivan.
Entonces, las amenazas son estructurales, pues el modelo responde, así está diseñado, a los intereses de pocos, para quienes incrementa desproporcionadamente sus riquezas, mientras la desigualdad se extiende, agudizando de tal manera la vulnerabilidad de las mayorías, imponiendo así su sustitución.