Luis Arnoldo Colato
La fe siempre ha sido una herramienta de lucha, lo que apreciamos con el arribo de Alianza para el Progreso en América Latina.
Desde aquella época los estados latinoamericanos utilizaron bajo la dirección de la CIA, grupos cristianos ortodoxos, intolerantes y marginales, que penetraron a las clases desfavorecidas, encontrando en aquellos una salida a insatisfacciones políticas y sociales.
En el presente componen un amplio espectro del mapa religioso latinoamericano, aun creciendo, cumpliendo el propósito de su irrupción en el área: la domesticación de las masas para que acepten el statu quo político económico establecido, sin satisfacer las profundas necesidades de estos sectores, y hasta profundizándolas en la región.
La religión entonces cumple un rol de sometimiento en los territorios donde las carencias e insatisfacciones de carácter social son muchas, agravadas por las políticas de ajuste económicas que se emplean en una segunda y más profunda fase. Acá el riesgo.
En oriente medio la inminente derrota del Daesh a manos de Damasco y sus aliados, así como la continuada relación entre EU, Inglaterra, Francia y los regímenes autocráticos de la región con el fundamentalismo, con la provisión logística ejemplificada con la fuga de Deir er Zior de la comandancia del Daesh gracias a la inteligencia provista por EU demuestra esta relación, lo que impulsa a los resabios a buscar nuevos territorios, que ofrezcan facilidades a su expansión, así como recursos que explotar para nutrirse económicamente; tales condiciones son ofrecidas por AL, en el corredor narco constituido de Colombia a México, donde el Daesh opera gracias a las políticas citadas arriba, su permeable sistema judicial y las insatisfechas masas que son atraídas por una filosofía radical, profundamente espiritual y autoritaria, que aliena por la sensación del poder que deriva, alimentando así la radicalización que explota como hemos apreciado en Europa con los atentados realizados por individuos cuyo perfil psicológico favoreció su utilización para estos fines.
Ya en 2016, en Río de Janeiro, una célula del Daesh fue detenida y es procesada judicialmente, conteniendo la campaña yihadista que esta impulsaba desde su sitio web y que era seguida por cientos de personas de acuerdo a la fiscalía carioca; Colombia y México ostentan amplias comunidades practicante, y ambas naciones han sido amenazadas por Daesh por su relación con la NATO, y sometidas sus unidades en oriente medio, a bombardeos; tampoco Argentina se libra de la influencia cada vez mayor del yihadismo, que ya ha tenido abiertas manifestaciones en su territorio.
En nuestro país, el dominio de la derecha política y económica con su continua búsqueda de poder mediante el acicate de placebos a la población, la impulsa a construir una legislación que favorece a credos con características símiles a las descritas, por lo que jurídicamente abre los espacios para que operen financiándose por el mismo Estado. Lo cierto es que estas y otras como ella, se nutrirán de las desigualdades e injusticias, por lo que su atención no es solo un tema de justicia, es también de previsión y sobrevivencia.