José M. Tojeira
La amenaza más intensa que los medios están poniendo sobre la actualidad nacional es la de la infección por el coronavirus llamado covid-19. El Gobierno ha respondido ya con protocolos y con diseños de prevención y prohibiciones de entradas al país si proceden de determinados lugares. Sin embargo, las grandes amenazas de El Salvador para nuestro futuro inmediato van más allá de una pandemia viral, por importante que esta sea. Si ella llega al país, la mayor parte de los muertos se dará entre los más pobres, entre quienes viven hacinados en viviendas demasiado pequeñas, entre los niños y los ancianos mal cuidados tanto alimentaria como sanitariamente. Ante las amenazas de un futuro que no deja de tener elementos amenazantes, es necesario superar todo aquello que nos vuelve más débiles ante la amenaza. Y la pobreza y la vulnerabilidad siempre nos vuelven más débiles ante cualquier amenaza. Necesitamos capacidad crítica para revisar distintos aspectos de nuestra convivencia ciudadana y de nuestros modos de actuar. Desde hace años se viene proponiendo a las organizaciones empresariales y sociales que hagan cada cierto tiempo un FODA, letras que corresponden a Fortalezas, Oportunidades, Debilidades y Amenazas. A nivel país nos cuesta hacerlo, a pesar de que severas amenazas se ciernen sobre nuestro futuro.
Frente a la violencia homicida y frente el abuso de la mujer es evidente que necesitamos erradicar del país, lo más posible, la cultura machista. Las feministas condenan y critican con razón la cultura patriarcal, que relega a la mujer a segundo término en demasiados aspectos de la vida social, política e incluso económica. Pero entre nosotros el machismo es una versión de la cultura patriarcal mucho más nociva. Es un modo de actuar en el que la animalidad y la brutalidad triunfa sobre la razón y la dimensión humana. Deja muerte, traumas psicológicos de larga duración, y rompe familias y vínculos indispensables de vida social. En la escuela, en el trabajo, en las diversas campañas culturales, provengan del Estado o de la sociedad civil, el machismo debe ser tratado como lo que es: un modo de ser tan estúpido como inhumano y generador de desgracias.
Frente al calentamiento global, otra amenaza que puede convertirse en tragedia, no podemos quedarnos con los brazos cruzados. La reforestación, el cuidado de nuestros ríos, la prevención del desastre, las técnicas de cultivo en ladera, la construcción de viviendas, todo tiene que adaptarse a una situación cada vez más próxima en la que el calor será más agobiante y las sequías intensas se sucederán con las tormentas más destructivas. Prepararse para ello significa tanto formación ciudadana como inversión en prevención. Otras realidades, que con frecuencia aceptamos con resignación, deben ser también analizadas. El tráfico, que produce un número de muertes que duplican los términos con los que se caracteriza una enfermedad como epidemia, no puede quedar al margen de las políticas públicas. Y no solo por la mortalidad que genera directamente, sino por la contaminación que produce y por el gasto irracional que un transporte público de mala calidad acaba generando para un buen sector de la población. Sin capacidad para mejorar la infraestructura vial al ritmo del crecimiento del parque vehicular, tendremos cada día más pérdidas de tiempo productivo en el tráfico, más accidentes, más muerte e incapacidades laborales. El adecentamiento del servicio público de transporte, la regulación del tráfico y la planificación urbana son tareas urgentes desde haca ya muchos años.
La crisis nacional de salud -a pesar de la prolongación de las expectativas de vida al nacer- hay que enfrentarla estructuralmente. Al menos la parte hospitalaria debe ser asumida universalmente por el Seguro Social, dejando de momento la atención primaria en manos del Ministerio de Salud. La colaboración de la empresa con el Seguro Social debe crecer. Los casos como el de la insuficiencia renal crónica deben analizarse a fondo. Frente a estudios y análisis serios no debe protegerse a pesticidas y herbicidas como si no tuvieran nada que ver con la realidad de muerte que esta enfermedad está produciendo en el país. Desarrollar fortalezas frente a la amenazas, analizar las oportunidades que tenemos como país para superar nuestras debilidades es una tarea urgente y constante. Porque las amenazas que tenemos por delante (pobreza incluida), si no las enfrentamos pueden ser más letales que el coronavirus.