Luego que la caravana de los migrantes hondureños atravesó suelo mexicano, el presidente de los Estados Unidos Donald Trump volvió a amenazar a los gobiernos de El Salvador, Guatemala y Honduras con retirar la ayuda que la nación del norte entrega a través de diferentes programas.
“Guatemala, Honduras y El Salvador no pudieron hacer el trabajo de detener a la gente de salir de su país y de venir ilegalmente a EE.UU. Ahora comenzaremos a cortar, o a reducir sustancialmente, la ayuda extranjera masiva que se les ha dado rutinariamente”, amenazó Trump a través de las redes sociales.
En 2017 Estados Unidos destinó en ayuda para programas de seguridad y prevención a El Salvador $84.7 millones, para Honduras $65 millones y para Guatemala $48.2 millones. Siempre en 2017, Estados Unidos invirtió en El Salvador $28.6 millones para programas de crecimiento económico, seguridad alimentaria y desarrollo rural, mientras que en Honduras $54.5 millones y en Guatemala $78.6 millones.
Y seguramente hay otras ayudas, como el FOMILENIO II en El Salvador, pero, que no deben llevar al país a renunciar a su soberanía, ni mucho menos violar tratados internacionales y regionales como el respeto a los derechos humanos, y por ende a los migrantes.
El Salvador tiene un tratado en Centroamérica para el libre paso de los ciudadanos centroamericanos, independientemente que lo hagan de forma individual o en masa, como ha ocurrido con la caravana (éxodo) del migrante hondureño.
Es decir, si se respeta el CA4, ni El Salvador ni Guatemala podrían atender la orden del presidente Trump de detener a los migrantes, si sus documentos los llevaban en regla, incluso, si iban indocumentados algunos.
El Salvador, además, es el único de los tres países del Triángulo Norte que ha ido cumpliendo con los compromisos de la ayuda de los Estados Unidos en la seguridad y la disminución de la migración. La misma embajadora estadounidense en El Salvador lo ha reconocido.
Pero lo grave de los Estados Unidos no son solo las amenazas, sino el atrevimiento de asegurar que en la caravana migrante van “pandilleros de la MS y gente del medio oriente”. Esto es insólito, y seguramente lo que pretende es justificar la represión que les tiene preparada en la frontera entre México y Estados Unidos.
Creemos que en un acto de dignidad, los tres gobiernos del Triángulo Norte deberían exigirle a Estados Unidos que el mantenimiento de sus bases militares en Centroamérica, como la de Comalapa en El Salvador o Palmerola en Honduras, debería de ser a cambio de más ayuda humanitaria y para el progreso.