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¡Amor a la salvadoreña!

Nelson López

Gracias a nuestros ocurrentes colaboradores hoy publicamos en esta columna la visión, mas que nostálgica, sincera, de Sebastián, quien sin ninguna clase de remilgos o penas, manifiesta ese cariño que misteriosamente impregna a cada uno de nacionales y extranjeros, con esos raros efectos mágicos que inspiran hasta las descripciones enamoradas así como la de nuestro amigo poeta que con su ombligo en Argentina no deja de añorar lo inigualable de nuestra tierra. Buen viaje amigo de El Salvador.

¿Qué es El Salvador?

Sebastián Cena Trebucq*

El Salvador es uno de tantos países ¡parecidos! de Centroamérica. Uno de tantos, pero de acá son las pupusas, el Mágico González y las peperechas. Que digan lo que quieran pero es único e irrepetible.

El Salvador es mucho más que un pedacito de tierra perdido entre Guatemala y Honduras. El Salvador es frijoles, arroz y plátano frito, ¡ya huele a desayuno! Es el Sombrero Azul, las historias de la guerra y la sombra de las maras. El Salvador es las pupusas y Monseñor Romero. Es el tráfico imposible de la hora pico y la campanilla que anuncia la llegada del pan. Es mucho más de lo que se puede ver a simple vista.

En América Latina la gente es linda por definición pero en El Salvador hay un calor distinto, una tibieza como la que uno siente cuando entra a su casa después de mucho tiempo lejos. Nunca te falta una mano que te ayude. Sin dudas la gente es lo mejor del país, aunque palo a palo con las pupusas. ¡Que buenas que son las pupusas!

“Lo recorres todo en cinco horas”, nunca hubo una mentira más grande. Cada uno de los catorce departamentos que visité, cada bus que me tomé, cada cuadra que caminé tienen tanto para ver que no alcanzan cinco horas, tres meses o una vida para terminar de conocer todo lo lindo que tiene para ver y sentir.

El Salvador tiene gente que vive con poco y gente que vive con mucho pero ninguno escatima sonrisas. Donde sea que estés, sonreí sin miedo que acá siempre te la devuelven, ¡que placer!

“El Salvador es peligroso”. Por supuesto, hay lugares donde no hay que ir, zonas donde las maras pisan más fuerte que la policía, pero de esos lugares hay en todos los países de Latinoamérica. Salvadoreños y no salvadoreños, caminen sin miedo que hay demasiado para ver y mucha gente linda para conocer. Sin miedo pero con las precauciones de siempre.

El Salvador es un país bien chiquito, más de cien veces más pequeño que mi amada Argentina. Un país chiquito pero con un corazón de elefante, ENORME.

Amigos, hermanos, amores… demasiada gente linda. Una isla mágica, mil viajes y mucha felicidad… el sueño obligado de tener que volver.

En el Salvador aprendí a las claras que muchas veces tener menos es tener más y, sin dudas, me llevo más de lo que dejo. No tengo más nada que decirle a El Salvador y a su gente que: ¡MUCHÍSIMAS GRACIAS Y HASTA LA PRÓXIMA!

*ocurrente colaborador

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