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UN AMOR CLÁSICO EN TIEMPOS MODERNOS

Óscar Nájeras,

Escritor

Eran las siete de la noche, Marvin, un hombre de treinta años de edad, moreno, de complexión robusta, poco agraciado, de oficio conductor de autobuses, amante del fútbol, pero decepcionado del deporte nacional, había dejado de ir a trabajar en su horario nocturno, para no pederse el clásico español. Lupe, su esposa, de la misma edad que él, un poco obesa, pero con un rostro muy bello, inteligente, pero no quiso seguir estudiando después del noveno grado. Era una mujer que se dedicaba a la venta ambulante por las calles y mercados de San Salvador.

A pesar de ser una familia de escasos recursos económicos, se propusieron comprar una computadora portátil, así que, mientras su esposo miraba películas o los partidos de fútbol de su liga favorita, la española, ella se dedicaba a charlas con sus amigos en las redes sociales. Ella procuraba al regresar de vender en el mercado, limpiar la casa, preparar la cena para su esposo e hijos y también ayudar a los niños a que hicieran sus tareas escolares. Cuando ella tenía todo listo, iniciaba su charla o vídeo chat con sus amigos virtuales, tenía dos o tres amigos especiales, con los que mantenía más comunicación, eran sus “novios”.

Todos ellos, cada uno por su parte, conocían los problemas maritales: la falta de comunicación con su marido, sus infidelidades, la falta de sexo, su falta de aporte económico al hogar, etc. A cada uno de sus novios virtuales, le llamaba con palabras cariñosas, tales como mi amor, mi vida, mi cielo, precioso…todas esas palabras eran para evitar los problemas que tuvo cuando se iniciaba en el uso de las redes sociales, ya que equivocaba los nombres de sus amigos, así que, con estas palabras que también usaba en el mercado con los clientes, se ahorraba muchos problemas y explicaciones a cualquiera de sus novios virtuales. Se inició en este “entretenimiento” con su teléfono móvil, fue casi un juego que con el tiempo se convirtió en algo más. Sus amigos virtuales le decían cosas bonitas, piropos, que al venir de sujetos que no conocía en persona y con los que pensaba que nunca iba a estar en contacto físico, a su entender no le hacía daño a nadie.

Antes de iniciar sus charlas se aseguraba que sus hijos estuvieran dormidos o, si era temprano aún, que estuvieran en la casa de la abuela, ya que la madre de Lupe era su vecina, también procuraba que su esposo estuviera trabajando. Las charlas iniciaron como algo inocente, pero fue subiendo el nivel de lo que ella permitía, al grado que pasaron a charlas eróticas, llegando al grado de intercambiar fotografías con escasa vestimenta o sin ella. Lupe platicaba con sus amigos sus problemas económicos, la mayoría de ellos eran hombres que vivían en Estados Unidos, los cuales, en especial los novios, al entrar en confianza con ella y la intimidad que ya tenían con sus fotografías, le ofrecían y enviaban dinero. Esto significó para Lupe una entrada económica más que venía a mejorar su precaria situación. Aprovechando las salidas al trabajo o vagancia de su marido, Lupe pasaba muchas horas en los chats de las redes sociales, se iba a la cama a dormir casi de madrugada, y tenía que estar despierta para saludar a más de algún amigo madrugador, levantarse a las cuatro de la mañana para preparar la ropa y desayuno de su marido, el cual tenía que iniciar sus turnos de conductor de buses en la madrugada, luego de eso, servir el desayuno de sus hijos y ayudarles a prepararse para ir a la escuela para luego ella ir a vender al mercado. De alguna manera ese trajín, como ella le llamaba, la estaba haciendo bajar de peso, pero eso le gustaba porque siempre había tenido sobrepeso. Cierto día su hermana Júlia, notó que Lupe estaba estrenando ropa casi a diario, había comprado refrigeradora, una nueva estufa y hasta una computadora portátil, por lo cual le pregunto a Lupe: Puta, y vos ¿estás vendiendo droga o qué hacés? Te estás yendo para arriba, ¿o tu marido esta gueviando más del pasaje? Lupe le contestó: ni lo primero, ni lo segundo. Entonces Lupe le comentó a su hermana Júlia lo que estaba haciendo. Juliase interesó, y le dijo: yo he sido estúpida entonces. ¿Por qué?, preguntó Lupe, a lo que Júlia respondió, porque hasta bloqueaba a los imbéciles que me decían buenos días, mamacita. Pero veo que es un buen negocio, y desde hoy me hago de un par de novios. A lo cual ambas rieron a carcajadas. Un día Marvin, el esposo de Lupe llegó temprano a la casa. Lupe había olvidado apagar la computadora y cerrar la sesión en la red social, Marvin accedió a la cuenta y a las charlas de su esposa con varios hombres, el intercambio de fotografías de sus desnudos cuerpos, charlas eróticas, charlas quejándose de él con los amigos que ella tenía en las redes sociales. Le indignó todo, pero más aún sus quejas, aunque aceptaba, que era parrandero, borracho y mujeriego, se consideraba un buen marido por no ser un marido golpeador y por ser el marido proveedor, el padre que daba todo los material a sus hijos y esposa, según él. Trató de dejar todo como estaba, para que Lupe no notara al llegar a casa que él estaba enterado. Pasaron varias semanas, hasta que un día volvió a llegar temprano a su casa, entró sigilosamente, escuchó que su esposa hablaba con alguien, no hizo ni un solo ruido para escuchar la conversación, escuchó a su esposa hablar con un hombre, era una charla erótica, mientras ella tocaba su cuerpo desnudo acostada en su cama. Cuando la plática casi terminaba, con el propósito de interrumpir el entró a la habitación y pregunto a su calenturienta esposa: ¿Con quién hablás? Ella apagó el teléfono inmediatamente, dio muchas explicaciones a su esposo, pero no dijo con quien hablaba, este le reclamo, como cualquier marido celoso e indignado porque su orgullo había sido lastimado. Discutieron, Lupe negó cualquier acusación de tener una relación extramarital, su marido exigía que le enseñara el teléfono para cerciorarse quién era aquel que había interrumpido la paz de su hogar y matrimonio. Lupe se armó de valor y comenzó a reclamar a su indignado marido sus infidelidades, no una vez si no muchas, sus constantes borracheras, su irresponsabilidad de no asistir al trabajo nada más que por ver un juego de fútbol, la carencia económica con la que habían estado viviendo. Y le hizo ver que gracias a ella y su trabajo estaban mejor. En ese momento Marvin se dio cuenta que tenían estufa y refrigerador nuevo y hasta una computadora portátil, cosa que jamás pensó el día que la usó… Todo quedó en silencio, él regresó a su trabajo olvidando a que había ido a su casa, y Lupe dijo: Puesi mi amor, en que estábamos, disculpa pero se me acabó el saldo del teléfono y fui a comprar una tarjeta, a lo cual su amigo le contestó, no te preocupes amor, hoy te mando un dinerito para que no te vuelva a suceder. Así pasaron los días.

Lupe estaba desnuda frente a su computadora, y desde la sala de su casa donde su esposo la miraba, se escucha un grito eufórico de gooooooool ganamos el clásico hijos de la gran p…a.

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