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Amor de Patria

Carlos Girón S.

Cuesta creer que haya gente tan desagradecida o peor, mal agradecida, como es el caso de la que nació y vive en un país y no se siente comprometida a guardarle respeto, aprecio y quererlo, amarlo. Aún los inmigrantes que llegan a otras tierras se sienten agradecidos y comprometidos no sólo a respetar sus leyes, sino también a hacer todo lo que esté en sus manos para el bien del terruño adoptivo. Lamentablemente, están también otros que se dedican a cometer toda clase de fechorías hasta caer en manos de la justicia y ser devueltos a sus países de origen.

Pero no hablemos de inmigrantes, sino mejor de los nativos que, también sin el menor afecto por su suelo natal se dedican a atentar contra bienes públicos o atacar y agredir a personas por robarles o por lo que sea. Esos son los delincuentes que ya nacieron con mala levadura.

Casi a la par de éstos se ubican aquellos otros que, más por carambola que por  merecimiento, han ido a caer a puestos de servicios públicos. Muchos trabajan con pereza, a desgano, con el mínimo esfuerzo, con la idea de que, con lo que ganan, no vale la pena esforzarse en rendir más. Y se creen tan con derecho a los puestos que ocupan, que al rato se lanzan en protestas exigiendo “mejores y más prestaciones salariales” y de otra índole, sin importarles un bledo el daño, las incomodidades y pérdidas de tiempo y económicas que le ocasionan a los ciudadanos que requieran de los servicios que supuestamente aquellos deberían brindar con toda eficiencia. Eso se llama desprecio por el terruño natal.

Y mire usted, la mayor vergüenza y descrédito viene a ser para los altos funcionarios, los de alto coturno, de cuello blanco y corbata, que hacen cosas parecidas o peores a los de aquellos otros de abajo.

¿Y qué pensar o decir de los que son calificados como “representantes del pueblo”? Con sus acciones constantes negativas y destructoras demuestran no tener una brizna de sentimiento patrio y menos de aprecio o cariño hacia aquel a quien presuntamente “representan”. A la mayoría de ello lo único que les interesa es el hueso que tienen muy bien afianzado con los dientes y colmillos –que muestran como con rabia a quienes los critican y reclaman por sus acciones antipatrióticas y anti-pueblo.

Diga usted, ¿cómo van a representar al pueblo quienes lo mantienen con hambre, con vacíos en la cobertura de necesidades básicas, con inquietud y zozobra por lo que de repente se les pueda ocurrir a ellos en detrimento de “su representado”? Oponerse o negarse a aprobar un presupuesto total de financiamiento para mover la máquina del Estado, es asestarle, no un simple golpe al rostro al soberano, sino ponerle un cuchillo en la yugular para desangrarlo y dejarlo morir… Evidentemente, tal clase de gente carece de la más minúscula idea de lo que es el Amor de Patria –que todo hijo bien nacido siente en lo más profundo de su ser. De los otros sólo se puede decir: pobre gente…

Jueces de todo tamaño, pequeños, minúsculos y grandes y grandotes se complacen igualmente en esquilmarle su derecho a la justicia al pueblo soberano. Les divierte jugar a la gallina ciega con el derecho legal que reclaman muchos descalzos, sin ser oídos. Algunos de los grandes jueces viven contentos de la servidumbre que mantienen bajo los poderosos y su miopía no les deja mirarse en espejos que tienen enfrente, en los que se muestra el rostro de la veleidad de la “buena suerte”:  hoy está a un lado, mañana al otro, como la rueda de la vida.

Desconocen el Amor de Patria de igual manera los grandes funcionarios que se prevalen de los puestos para meter al fondo las manos en el tesoro público o que se quedan también con recursos de ayuda que países amigos proporcionan al nuestro, birlándole al pueblo los beneficios que tendrían con el buen uso de esos recursos, los del erario nacional y los que vienen de afuera. Es un misterio cómo esa gente no es capaz de resistir los embates de la tentación y sucumben tan fácilmente.

No hay pizca de Amor de Patria en aquellos otros que se esmeran y esfuerzan cotidianamente a pintar de negro y rojo la imagen del terruño patrio con el propósito de desprestigiar y deslegitimar a los conductores de las riendas del carruaje nacional, en tanto que tararean nostálgicos los versos de “volverán las oscuras golondrinas…”  Su tarea parece ser la de sembrar la desesperanza y la frustración en el soberano, ¿para qué? Imagínelo usted, caro lector.

El Amor de Patria lo desconocen por completo también aquellos que se lucran y usufructúan del uso del territorio nacional y sus recursos naturales, utilizándolos para la operación de sus negocios y empresas, obteniendo grandes ganancias y que no pagan y evaden los impuestos de ley que les corresponde pagar  y que no son cantidades pírricas, sino de grandes volúmenes…  ¡ah! y llevando a la par el escamoneo de la paga justa a quienes les ayudan en gran manera a la expansión y explotación de sus negocios y el lucro…

El pueblo trabajador y honesto es el único que sabe del Amor de Patria, luchando cada día por mantenerla en pie, engrandeciéndola, empujándola en el progreso, progreso al cual contribuyen desde la lejanía los emigrados a otros países pero que no se olvidan de sus familias y del terruño y que con sacrificio envían mes a mes valiosas  remesas que, además de beneficiar a sus seres queridos, apuntalan la economía nacional. ¡Eso es Amor de Patria verdadero!   

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