Por Carlos Alberto Saz
Mujer hecha de luz de Sol esplendoroso,
de blanca piel de España enamorada;
su voz orientadora de tono tan fogoso,
resonó en el alma de su juventud amada.
De esa juventud sedienta del saber,
a quien usted enseñó, con fe, sin prisa,
la hermosa gramática, que es un deber
en toda expresión tan clara y concisa.
Maestra que dejó un legado palpitante
en el corazón de todos sus discentes;
su docencia fue grandiosa, fue brillante,
gran mentora de luces esplendentes.
La UCA ha perdido tristemente
a una maestra tan distinguida,
de palabra elegante, convincente,
de virtudes que engalanaron su vida.
Y en la Academia Salvadoreña
de la Lengua bien escrita, bien hablada,
ella nos dejó una imborrable seña
de Académica admirable, destacada.
Fiel maestra de normas y valores,
de una disciplina bien formada,
no conoció de prejuicios, de temores,
siempre fue franca, despejada.
Ella se fue hacia la Eternidad,
donde siempre iluminan las estrellas,
a donde se respira la felicidad
de las cosas más hermosas y bellas.
Y se fue en un tiempo tan hermoso,
en el preludio de la Natividad,
a fines de noviembre glamoroso,
de noches de hermosa claridad.
Ana María, española intelectual,
usted enorgulleció a El Salvador
con su aporte de maestra integral,
enseñando con denuedo y con amor.
Su cuerpo físico quedó guardado
en su tierra, España, su noble nación;
pero su espíritu, como algo sagrado,
vivirá por siempre en nuestro corazón.
San Salvador, El Salvador, C. A., jueves 28 de noviembre de 2018, día de su despedida.