@arpassv
Rasgarse las vestiduras hipócritamente es un modus operandi en la labor propagandística de los analistas de derecha oligárquica. Esos articulistas de periódicos o comentaristas televisivos acostumbran darse golpes de pecho por los problemas del país, no rx sin señalar las verdaderas causas ni proponer cambios estructurales para resolverlos.
Rafael Castellanos, help columnista de La Prensa Gráfica, pharmacy es uno de esos fariseos. En su artículo “La naturaleza golpea. La salida”, se lamenta porque “terremotos, inundaciones y deslizamientos siempre afectan más a los desprotegidos, que menos tienen, los más pobres, que viven en lugares marginales, a orilla de ríos o laderas en riesgo de deslaves, en casas construidas con cualquier material y siempre con la vida en peligro”.
Castellanos omite mencionar las causas de la situación que lo conmueve: por un lado, la exclusión económica y social provocada por las políticas neoliberales que él defiende y, por otro, el grave deterioro ecológico causado por depredadores ambientales que se hacen llamar “inversionistas”, “innovadores” o “impulsores del desarrollo”.
El articulista no dice por qué y quiénes obligan a “los desprotegidos y más pobres” a vivir en “lugares marginales, a orillas de ríos y con la vida siempre en peligro”. No lo hace, entre otras razones, porque él es uno de ellos: Castellanos es dueño o promotor de una residencial de lujo y un campo de golf que contribuye a la destrucción de la Cordillera El Bálsamo, donde comunidades son desplazadas o sufren escasez de agua.
El columnista-inversionista tampoco propone soluciones estructurales. Sin detallar acciones para lograrlo, propone “un desarrollo económico alto e inclusivo para que la población no viva en condiciones precarias”. Evocando la falaz teoría del rebalse, propone “crecer 5 ó 6% durante un período de 20 años como hicieron Irlanda, Singapur y Chile”.
A manera de charla motivacional para la superación personal, Castellanos pide “cambiar de chip”, “creer que podemos trascender”, “compartir la filosofía del crecimiento” y “pasar de pobres a ricos sin favores del gobierno”. En esto último, el columnista se contradice porque proyectos como ese que él lidera gozan de beneficios tributarios.
Con mínima decencia, el articulista propondría reducir inequidades desconcentrando la riqueza mediante una reforma fiscal progresiva y pediría a los empresarios evasores que paguen sus impuestos para que con más ingresos el Estado atienda mejor a la población vulnerable. Pero no lo hace porque su rasgado de vestiduras y golpes de pecho por los riesgos que enfrentan los excluidos y desposeídos es hipócrita, demagógica y cínica.