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Aniversario del intento inca de tomar Lima

Isaac Bigio, historiador.

En agosto 1536, el guerrero inca Apu Kisu Yupanqui, el más valiente general de Manco Inca, ataca con 50,000 tropas a la Lima de Francisco Pizarro. Según la versión de los conquistadores estos fueron repelidos por unos cuantos jinetes españoles. Recientemente, se ha demostrado que eso es falso, pero aún persistimos en creer la leyenda de que los castellanos con pocos soldados, caballos y arcabuces aplastaron a decenas de miles de las mejores legiones del Tahuantinsuyo para atrapar al inca Atahualpa en Cajamarca. En torno a este aniversario queremos hacer unas reflexiones

Medio milenio de la conquista.

Hace casi 500 años se produjo la mayor tragedia de la historia sudamericana cuando el 16 de noviembre de 1532 los conquistadores capturaron al Inca supremo Atahualpa.
La gran historia con la cual se nos ha educado es que el jefe del imperio y del ejército nativos más grandes que haya tenido tanto el hemisferio occidental como el sureño, fue apresado por menos de 200 aventureros ibéricos (casi todos analfabetos). Los cronistas difieren sobre los números exactos, pero concuerdan en asegurar que ellos apenas contaban con pocos caballos y armas de fuego, mientras que habían decenas de miles de soldados andinos.
La historia la escriben los vencedores y, en este caso, esta es una que ha sido intencionalmente distorsionada para desmoralizar a quienes habitaron en el imperio que en su época tenía la más extensa red interna de caminos del mundo. En esta nota mostraremos las extremas inconsistencias de esa versión racista y manipuladora de los hechos y damos algunos aportes para tratar de ir a una nueva investigación sobre los hechos reales.

La leyenda de la defensa de Lima.

El deber de todo historiador serio es el de tomar los datos proporcionados por los victoriosos y contrastarlos con otras evidencias y hasta con la lógica.
Esto es algo que se ha hecho con la leyenda de la defensa de Lima, pero no así con la de la captura de Cajamarca. Según los pizarristas, un puñado de españoles derrotaron a miles de tropas en el asedio de Lima de 1536. Sin embargo, hace casi dos décadas se descubrió en Puruchuco (Lima) a cientos de cadáveres, muchos de los cuales han sido identificados como bajas durante el alzamiento de Manco Inca.
Lo que llamó la atención a Guillermo Cock y a otros arqueólogos es que la inmensa mayoría de los guerreros tawantinsuyanos habían sido muertos con armas nativas (y no con sables o balas). Ello evidencia que los leales al Cuzco fueron derrotados por numerosos curacazgos provenientes de Lima, Áncash y otras regiones. Unos cuantos peninsulares, en medio de un poblado incipiente en el llano y sin mayor protección, no pudieron hacer frente a miles de experimentados soldados incas.
Hoy se sabe que la resistencia inca logró apoderarse de caballos, armaduras y armas de fuego requisadas a los europeos. Desde el extremo sur al norte de las Américas, numerosas naciones originarias hicieron lo mismo y mantuvieron sus reinos nativos durante 3 siglos o más. Desde los mapuches hasta los “pieles rojas” hubo muchas etnias que solamente pudieron ser sometidas tras la salida de los imperios de ultramar y la creación de nuevas repúblicas.

Cajamarca sin evidencias.

Si uno va a Cajamarca se sorprenderá al ver que no hay ningún museo de sitio sobre los incas o su derrota. Tampoco se han encontrado restos de la famosa batalla del 16/11/1532. Cuando hace poco visité esa ciudad había una exposición sobre las excavaciones en decenas de zonas de dicho departamento, pero ninguna de dicha urbe.
En Cajamarca se encuentran señalizaciones que sostienen que la antigua plaza inca estaba compuesta por muchas manzanas. No obstante, no hay restos de sus murallas ni de sus edificaciones. Los únicos resabios de presencia prehispánica son algunos restos erigidos antes del Tahuantinsuyo.
La versión oficial carece de cualquier lógica. Esta plantea que primero los incas dejaron que los ibéricos tomen pacíficamente a Cajamarca y que luego que los europeos le invitaron a ella para sorprenderlo con una emboscada.
En ese entonces, Atahualpa era un experimentado jefe curtido en muchas batallas. Las zonas que abarcaba el culto religioso a él superaban a la suma de todos los reinos europeos que hasta 1492 seguían al Papa.
Su imperio había sido el primero en la milenaria historia universal en extenderse verticalmente por más de 5,500 kilómetros de largo y yendo desde más arriba de la línea que divide al planeta hasta más abajo de uno de los trópicos. Sus tácticas de guerras, su sistema de caminos y almacenamiento y distribución de comidas y sus muchas otras innovaciones tecnológicas no tenían nada que envidiar a las de Europa.
Cualquier jefe de Estado del mundo antes de entrar en un terreno hostil manda emisarios, espías o muy armados grupos de seguridad. La versión de los cronistas pareciera un cuento infantil en el cual el mayor emperador de las Américas de entonces no hubiese hecho tal inspección previa o se hubiese dejado engañar tan tontamente. Tampoco tiene sentido de que el Inca no hubiese apresado a las decenas de peninsulares que transitaron desde la costa a Cajamarca, donde fácilmente se les pudo haber emboscado con derrumbes de rocas, aprisionado o requisado sus armas y caballos.
No es cierto que el Inca recién descubrió a los ibéricos en Cajamarca y que allí conoció su perversidad. En 1524, 8 años antes, el Tahuantinsuyo repelió en su frontera sur (el actual oriente boliviano) a las tropas de Alejo García y otros peninsulares que provinieron del actual sureste del Brasil y del Paraguay. Pese a que ellos contaron con el apoyo de 2 mil guerreros guaraníes, los incas les aplastaron. Ojo, la suma de los invasores fue 10 veces mayor que la que supuestamente vino a Cajamarca y la cantidad de defensores en el Collasuyo fue mucho menor que todo el ejército de Atahualpa.
En 1524-25 la primera expedición de Pizarro llegó a la frontera norte del Tahuantinsuyo. Allí fueron repelidos por soldados nativos, uno de los cuales transformó en tuerto a Diego de Almagro.
Luego en 1526-27 vino una segunda expedición que recorrió toda la costa del Tahuantinsuyo hasta por lo menos Chincha. Esto último lo he corroborado en algunos materiales que he encontrado en archivos en Inglaterra, los cuales me sorprendieron, pues ello indicaba que Pizarro llegó antes a conocer a los chimúes y a Lima mucho antes de adentrarse hacia la sierra.
Después, en enero 1531, Pizarro se embarca hasta llegar al extremo norte del Tahuantinsuyo y luego a la isla de Puná y a Tumbes, donde participa en varias guerras y masacres. Tras 21 meses de travesía, él llega a Cajamarca.
Para entonces, Atahualpa conocía muy bien quién era Pizarro y sus armas, tácticas e intenciones, y los conquistadores habían logrado crear una amplia red de aliados locales. Varios pueblos del norte del Incario, como los cañaris del Ecuador, los tallanes de Piura, los chachapoyas de Amazonas, entre otros más, se plegaron a los conquistadores, quienes, a su vez, vinieron con muchos africanos e indígenas de Nicaragua y otras regiones distantes.

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