Víctor Manuel Valle Monterrosa
Los etimólogos tienen diversas opiniones sobre el origen del nombre Abril para el cuarto mes de año de nuestro calendario romano. Podría ser la palabra en latín: aperire. Es decir, abrir, pues en ese mes la tierra abre el suelo para encontrarse con la primavera del hemisferio norte. También se menciona la palabra en griego aphrilis, asociada con Afrodita, la diosa de una pasión suprema, el amor. En El Salvador, abril ha contenido fechas de aperturas y pasiones: 2 de abril de 1944 y 1 de abril de 1970.
Mis primeros vagos recuerdos datan de 1944, año bisiesto, entre abril y octubre. El 2 de abril de 1944, hace 77 años, fue Domingo de Ramos. Ese día estalló una rebelión contra el dictador Hernández Martínez que durante trece años había ejercido el poder literalmente a sangre y fuego
La rebelión fue sofocada con fusilamientos de civiles y militares, pero cinco semanas después, dio su fruto principal: el dictador renunció a la presidencia el 9 de mayo, después de una ejemplar “Huelga de Brazos Caídos” y del asesinato del joven José Wright Alcaine, de parte de un policía, ocurrido el 7 de mayo. El joven era hijo de un ciudadano de Estados Unidos y como tal era salvadoreño y estadounidense.
El 2 de abril surgió el liderazgo del médico Dr. Arturo Romero que por su visibilidad y arrojo –se tomó metralleta en mano la YSP, radio oficial, para divulgar el comunicado rebelde- se convirtió en la figura más notable de ese día de rebelión popular. Lo llamaron el Hombre Símbolo de la Revolución, fue candidato presidencial, se alejó de la política, hizo carrera académica en Costa Rica y murió, junto a su esposa Coralia e integrantes de un grupo de ballet juvenil, en espantoso accidente de tránsito ocurrido en Honduras el 29 de junio de 1965.
El periodista Tiburcio Santos Dueñas publicó, durante el paréntesis de libertades que hubo entre mayo y octubre de 1944, un folleto titulado “Aurora del 2 de abril” con valiosas crónicas y fotografías relacionadas con el alzamiento y su represión. Sería un gran aporte para la historiografía localizar una copia, reproducirla y divulgarla. Tuve una copia por mucho tiempo pero el ejemplar no pudo sobrevivir mis andanzas y malandanzas de salvadoreño errante.
El mencionado paréntesis de libertades terminó el 21 de octubre de 1944, cuando el coronel martinista Osmín Aguirre y Salinas, director de la Policía Nacional, dio un golpe restaurador de la dictadura militar. El lema de Osmín era: Paz, Orden, Justicia. El pueblo le decía “café amargo y tortilla sola”, pues en su tiempo escaseó el azúcar y los frijoles. Fue muerto a balazos a sus 87 años, en la ola de violencia política que precedió a la guerra civil de los 1980, el 17 de julio de 1977. Lo que sí se puede concluir es que ese 2 de abril heroico y mártir marcó una apertura en la historia de El Salvador. Un tirano real y no inventado fue desafiado y herido de muerte. Su poder no era omnímodo ni eterno. Duró trece años.
Martínez se estrenó como dictador con la masacre de enero de 1932. Sería bueno ubicar un ejemplar, para publicarlo de nuevo, del libro “Revolución comunista, ¿Guatemala en peligro?”, de Jorge Schlesinger publicado en 1946 en Guatemala, por Editorial Unión Tipográfica Castañeda/Ávila y Cía, y con informaciones y fotografías sobre el levantamiento de 1932 en El Salvador. También tuve un ejemplar por muchos años y fue quedando, en cajas dispersas durante mi trashumancia por el mundo, hasta que desapareció de mi vista.
El 1 de abril de 1970, hace 51 años, Salvador Cayetano Carpio y un grupo de luchadores sociales y sindicales fundaron las Fuerzas Populares de Liberación “Farabundo Martí” que marcaron la historia política de El Salvador con una lucha apasionada y bien organizada por lograr cambios revolucionarios.
Se abrió con esta acción un ciclo nuevo y pionero en la lucha revolucionaria del país que se cerró, 22 años después, el 16 de enero de 1992 cuando los herederos de Carpio y otros afines, al no vencer al ejército gubernamental ni ser derrotados por éste, suscribieron el Acuerdo de Paz entre el Gobierno del presidente Cristiani y los militares que la apoyaban y la Comandancia General del FMLN, organización hasta ese momento unitaria de los insurgentes armados que propugnaban el cambio social revolucionario en El Salvador.
Ahora Carpio ha salido de los recuerdos y es objeto de negacionismo y olvido. Se lo llevó un tsunami de pasiones propias de luchas internas por el poder en las FPL por él fundadas. Cuando se disipen los nublados del entendimiento, seguramente será recordado. Sería bueno rescatar un ejemplar de su “Secuestro y Capucha”, sobre sus torturas padecidas en 1952 durante el gobierno del teniente coronel Osorio, para reproducirlo y divulgarlo.
Recuerdo a Salvador Cayetano Carpio cuando en los años 1960 llegaba los sábados al campus de la Universidad de El Salvador a dar charlas sobre historia sindical y lucha revolucionaria, a jóvenes miembros o simpatizantes del Partido Comunista. Era vehemente, apasionado, convincente. En sus palabras proyectaba su admiración por Farabundo Martí y Dolores Ibárruri, “La Pasionaria” de España.
No me causó sorpresa que nominará su organización insurgente con el nombre de Farabundo Martí y es casi seguro que fuera él quien sugirió que el frente unitario para la lucha armada insurgente llevara el nombre de Farabundo Martí, figura cimera de la lucha revolucionaria de El Salvador, cuando los revolucionarios izquierdistas fundaron el FMLN el 10 de octubre de 1980.
Arturo Romero, hace 77 años, y Salvador Cayetano Carpio, hace 51 años, aprendieron del pueblo para conducirlo mejor en acciones que han dejado huella en la historia de El Salvador.
Realmente, “Historia magistra vitae et testis temporum”, la historia es maestra de la vida y testigo de los tiempos, como dice una las frases adjudicadas al célebre intelectual romano, Marco Tulio Cicerón.