Por Rolando Alvarenga
No es por llevarle la contraria a Claudio “El Chino” Martínez, portavoz de prensa del COES, pero yo no le veo “altas expectativas” a la participación salvadoreña en los próximos Juegos Panamericanos de Lima 2019.
Y no las veo porque, desde que finalizaron los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Barranquilla 2018, deportivamente en este país no ha pasado algo extraordinario que empuje a soñar con algo grande en Lima.
Y es que, si el COES, el INDES y las federaciones querían fortalecer sus “altas expectativas” de oro y plata en Lima, debieron impulsar un plan serio, integral y profesional de preparación para los ganadores de oro y plata en Barranquilla.
Un plan que se enfocara en los pocos y principales atletas de élite, preparándolos a tiempo completo en el extranjero y participando en la alta competencia.
Pero nada, ¡lo mismo de siempre! Y, a pocos meses del inicio de Lima 2019, renacen las gastadas ilusiones y aspiraciones de compartir podio con atletas mejor preparados. ¿Hasta cuándo van a entender que en el deporte, como en la vida, siempre van a ganar los mejor preparados y no los atletas que al final dejan la impresión de ser conejillos de indias?
Y no me vengan a decir que mi enfoque es antipatriota y que no quiero lo mejor para el país. ¡Para nada! Porque llamarle al pan, pan y al vino, vino, no es antipatriotismo; más bien es realismo y sangre fría. Antipatriotismo es practicar la corrupción y evadir impuestos, perjudicando las necesidades de los pobres. Ahora bien, mis pocas y reservadas expectativas de oro y plata están en Marcelo Arévalo (tenis), Marcelo
Acosta (natación), el arquero Roberto Hernández, Jorge Merino (karate) y el judoca Diego Turcios. Estos dos últimos, siempre y cuando ganen su boleto panamericano.