José M. Tojeira
Todos los años el 31 de diciembre, justo al dar las 12 de la noche y antes de lanzar cohetes solemos abrazar a nuestros seres queridos y desearles un feliz año nuevo. En El Salvador deberíamos desear además un año nuevo en paz. Vivimos una especie de guerra fragmentada que muestra su rostro en los homicidios, que aunque han descendido siguen siendo demasiados. La inseguridad ciudadana, el desplazamiento forzado, el machismo contra la mujer con toda su diversidad de ofensas, el mal trato a los jóvenes varones por el hecho de ser jóvenes, y peor si han cometido alguna falta o delito, continúan mostrando una especie de situación de guerra, que deja heridos y heridas de todo tipo. Los bajos salarios, la pobreza, la indiferencia ante el pobre y ante la víctima son rasgos de lo que Juan Pablo II llamaba “guerra de los poderosos contra los débiles” o fruto de la “economía que mata” como ha dicho el Papa Francisco. Si queremos desear realmente un año feliz a nuestros seres queridos, es indispensable desear y trabajar por un El Salvador en Paz.
Y precisamente para alentarnos en la construcción de la paz el Papa Francisco nos ha dejado un mensaje especial para el día primero de enero. La Iglesia celebra ese día de año nuevo la jornada mundial por la paz desde 1968, consciente de que la lucha contra el sufrimiento humano pasa siempre por la construcción de la paz. En el mensaje de este año el Papa nos recuerda su oposición a todo tipo de guerra. Y muy especialmente a ese tipo de guerra, la atómica, que puede poner en riesgo de extinción a toda o casi toda la familia humana. Ya a finales de noviembre, cuando visitaba Japón y llegaba a Hiroshima y Nagasaki, decía que solo el hecho de poseer armas atómicas es ya de por sí inmoral. Una calificación ética que debe estremecernos porque son precisamente los países más poderosos los que más armas atómicas tienen y más comercian con armas de todo tipo. ¿En qué mundo vivimos cuando sus líderes poseen, cultivan y protegen la falta de ética y moral que supone la posesión de armas de destrucción masiva?
La construcción de la paz es urgente, tanto en el mundo en que vivimos como en nuestro país. Y el papa nos señala el camino de la construcción en el diálogo precisamente con las víctimas de cualquier atentado contra la paz. Uno de los subtítulos del mensaje papal dice que la paz es “camino de escucha basado en la memoria, en la solidaridad y en la fraternidad”.
Es evidente el contraste con aquellos años en los que en El Salvador se quería construir la paz sobre el olvido, considerándolo como parte del perdón. La memoria de las víctimas nos habla siempre de la crueldad de la que somos capaces los humanos cuando nos ciega el poder o la obediencia estúpida a líderes corruptos o violentos. Y nos obliga a pensar formas de salida realmente democráticas y justas, sean quienes nos hablan víctimas de las guerras, de la pobreza, de la injusticia social o de cualquier forma de violencia, física, psicológica o cultural. O sean nuestros migrantes, expulsados de nuestro país por la violencia y la pobreza, y a quienes declara una especie de guerra el presidente actual de los Estados Unidos.
Pero no basta la escucha. Es necesario dejarse afectar por la memoria de las víctimas. Y es ahí donde el papa insiste en la solidaridad fraterna. Solamente si mantenemos la memoria en las nuevas generaciones y permitimos que el dolor de las víctimas toque nuestros corazones podremos tener la voluntad de construir paz en diálogo permanente y más allá de ideologías, frases hechas (aunque suenen a patrióticas) o presupuestos falsos. Escuchar no es fácil cuando tenemos la cabeza llena de propaganda individualista y consumista. Pero si tomamos la decisión de realmente escuchar, el dolor de las víctimas nos puede dar la energía para ese “trabajo paciente que busca la verdad y la justicia, que honra la memoria de las víctimas y que se abre, paso a paso, a una esperanza común, más fuerte que la venganza”, como dice el mensaje del papa. Que el feliz año nuevo en paz refleje la fase evangélica de “Gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra a los seres humanos benevolentes”, que saben escuchar a las víctimas y solidarizarse con ellos. Feliz año y paz para todos en El Salvador.
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