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Rebeca Henríquez
Colaboradora
@DiarioCoLatino
La tradición que presiden los salvadoreños cada 2 de noviembre se vivió en el cementerio La Bermeja, de San Salvador, desde muy temprano. Pero, antes, los familiares pasaron el chequeo de bioseguridad, bajo el control de agentes de seguridad, y luego realizar el rito de la enfloración.
Para la conmemoración del día de los fieles difuntos, bajo la pandemia del COVID-19, el Ministerio de Salud estableció los parámetros que la población salvadoreña debe respetar para ingresar a los cementerios, debiendo contar con la cartilla de vacunación, el uso de mascarilla, alcohol gel, tres personas por familia, y dos para el área de fallecidos por Covid, con el respectivo distanciamiento físico, para todos aquellos que añoraban recordar este día a sus seres queridos.
Entre lágrimas, los familiares de personas fallecidas por COVID-19 hacían fila para ver desde lejos las lápidas de quienes no se despidieron por última vez, únicamente dos personas por familia podían presenciar cuando los encargados ponían los arreglos florales en la tumba de sus seres queridos. Algunos hacían videollamada con personas que no pudieron asistir para que presenciaran de forma virtual el momento.
Desde hace cuatro años, Sandro Briseño visita a su hermano cada 2 de noviembre en el Parque Memorial La Bermeja, a quien recuerda con cariño y extrañeza, tras manifestar que debido a la pandemia no puede enflorar como anteriormente lo hacía, ya que en estas instancias el tiempo y el número de personas son limitadas.
María Mejía, comerciante desde hace 20 años, dijo que la afluencia al cementerio era baja, al igual que las ventas, sin dejar de comentar el al alza de los precios por la pandemia, impactando de forma negativa sus ganancias. «Todo ha estado carísimo, los precios han subido después de la cuarentena», agregó.
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