Alberto Romero de Urbiztondo
Twitter: @aromero0568
Los seres humanos al enfrentarse ante fenómenos desconocidos o situaciones que superan su capacidad de comprensión, tienen la tentación de buscar una explicación mítica o divina a ese fenómeno.
La pandemia COVID-19 con su agresiva capacidad de propagación, desconocimiento suficiente de su funcionamiento y falta de un medicamento para curar o una vacuna para prevenirlo, ha generado miedo e inseguridad en muchos sectores de la sociedad. Gobiernos y organismos internacionales están desarrollando estrategias de prevención y atención que tiene paralizados incluso a países con gran desarrollo tecnológico y económico.
Ante esta situación hay quienes afirman que la pandemia es un castigo divino o el anuncio del fin del mundo, mientras otros aseguran que solo una divinidad puede salvarnos del contagio y la muerte. Siendo preocupante ver la actuación de la Policía Nacional Civil, utilizando vehículos oficiales para que el Ministerio Cristiano Policial recorriera la ciudad con discursos religiosos, tal como difundido en su cuenta oficial el Director de la PNC, el 3 de abril, en el que se pide que “Dios nos tenga misericordia y salve a nuestra tierra, librándola del mal”. Una acción parecida se difundió el 14 de abril, en redes sociales donde un miembro de la PNC, predica en un bus, afirmando que “si no nos ha pasado nada y seguimos vivos, no es por los medicos ni es por la autoridad, sino que es la autoridad de Dios la que nos ha salvado”.
Estos mensajes de instituciones estatales, ademas de violentar el principio de laicidad del Estado, provocan confusión, afirmando que no importan mucho las medidas de cuarentena, restricción de movilidad y practicas higiénicas y sanitarias, si en definitiva, todo dependerá de que una divinidad quiera parar la pandemia.
Es legitimo que una persona pueda pensar que el desarrollo de los acontecimientos dependan de una divinidad, pero como sociedad necesitamos un Estado que aplique políticas y medidas basadas en el conocimiento científico para protegernos y curarnos. La creencia religiosa es una opción individual, un Sistema Publico de Salud consolidado, eficiente y bien dotado es un derecho y garantía para todas las personas, independientemente de nuestras creencias.