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Ante la vulnerabilidad, alcaldías deben estar fortalecidas

La tragedia ocurrida la medianoche del jueves y madrugada del viernes pasado en Nejapa, nos hace no solo recordar las tragedias de Montebello, en 1982, y la de las colinas, Santa Tecla en 2001, sino también la doble vulnerabilidad en El Salvador. Sí, doble vulnerabilidad.

La vulnerabilidad por la formación geológica del territorio salvadoreño, conformado de montañas y terrenos quebrados, a cuyo pie se desarrolla la “civilización”. Pero también vulnerabilidad social, pues millares de comunidades están asentadas en lugares que cuando, por el cambio climático, las correntadas que provienen de los cerros o volcanes reclaman sus cursos naturales arrasan con esas comunidades establecidas en su ruta natural.

Muchos de esos asentamientos no son nuevos, son de larga data, pero por la pobreza de los moradores, pese a que intuyen o no el peligro, tienen que seguir allí, porque no tienen posibilidades de migrar a otro lugar, a “un lugar más seguro”. Lo ocurrido en el caserío Los Angelitos II, de Nejapa, tiene que ver con esa doble vulnerabilidad, la cual sale a luz solo en momentos de tragedia, y por eso se vieron desfilar a funcionarios que no deberían estar allí, salvo los de Gobernación, Obras Públicas y, por supuesto, el Ejército y la Policía. El resto solo buscaba una foto, que luego la utilizarán para la propaganda oficial.

Fue lamentable -por cierto- ver al director de la Policía Nacional Civil, Mauricio Arriza Chicas, en un intercambio de palabras con el alcalde de la localidad, el señor Adolfo Barrios. Pero no solo fue el intercambio de palabras, sino el hecho de poner de manifiesto “quien es la autoridad” en la zona. Al señor director de la Policía se le olvidó que en las localidades o en la municipalidad el alcalde es autoridad y quizá es la principal autoridad, por lo que la policía y el ejército deben estar a la orden de la autoridad municipal, y no al revés.

Los representantes del Gobierno Central, es decir, del Ejecutivo, incluso, deben coordinar todo con el alcalde o la autoridad municipal, y no al revés.

Es de reconocer, sin lugar a duda, el trabajo de los cuerpos de socorro, quienes no se disputan nada, acudieron recién ocurrió el desastre para ayudar a localizar sobrevivientes, y, luego, por supuesto la localización de los cadáveres. Por los testimonios de los sobrevivientes también es necesario reconocer el trabajo de la municipalidad con el chaleco de “Comisión Municipal de Protección Civil”, cuyo principal líder es el alcalde.

La tragedia en Nejapa debe llevar al Ejecutivo, principalmente al presidente de la República, Nayib Bukele, a reflexionar sobre la necesidad de que las alcaldías estén fortalecidas para afrontar este tipo de tragedias, y, sobre todo, para que mantengan la vigilancia permanente en las comunidades, para prever posibles desastres.

Los ministros pueden ir a cualquier lugar con su séquito de guardaespaldas y fotógrafos, pero nunca podrán sustituir a la autoridad de la localidad en el trabajo de prevención. Una vez ocurrida la catástrofe y evaluado los daños, el Ejecutivo puede acudir al auxilio de los sobrevivientes, para dotarlos de nuevos lugares para morar, pero eso no se hace encima de los cadáveres, pues la gente que perdió todo, de lo único que están interesados es de encontrar a su familiar desaparecido.

Esta tragedia debería motivar al Presidente de la República a entregar no solo los más de 70 millones de dólares que la Asamblea aprobó para las alcaldías de un préstamo del BID, sino también, la parte que les corresponde al FODES. Y es que el origen del FODES también es eso, fondos puntuales para las municipalidades para hacer obras en las comunidades, para tener organizada a la ciudadanía en temas ambientales, en temas para prevenir desastres. Ojalá y la tragedia de los Angelitos II sirva, también, para ablandar posiciones que hasta hoy solo buscan castigar a los alcaldes y a las comunidades.

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