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ANTES QUE TE DIGAN OTRA COSA. TESTIMONIO SOBRE LA VIDA DE EDGAR MAURICIO VALLEJO MARROQUÍN -CUARTA ENTREGA –

Por: Mauricio Vallejo Márquez

 

 

Exilio en Costa Rica

Lo andaban taloneando. Una vez al regresar del cine con mi mamá lo siguieron a la casa de mi familia paterna, en la Colonia Santa Clara. Estuvieron a punto de atraparlo. Úrsula salió a buscar un teléfono público y le llamó a mi abuelo Mauro para que lo llegara a recoger. Mi papá se subió al techo de la casa y luego caminó sobre varias casas para salir más arriba de su colonia, por el Cerro San Jacinto para burlar a sus perseguidores. Mi abuelo lo llegó a recoger y se dieron a la tarea de dar vueltas por San Salvador para que perdieran la pista los que lo perseguían.
En ese momento junto a la familia tomaron la decisión de exiliarlo en Costa Rica donde vivía mi tía Sonia Pineda Lima, una prima de mi abuela Josefina. En ese momento no se pusieron a pensar que mi papá debía notificar a su
organización la situación, sólo pensaron en salvarlo. Así que reunieron el dinero y lo enviaron por avión a San José.
Durante su breve exilio de 1980 lo recibieron en la casa de mi tía Sonia.
Tras algunos días decidió cambiarse donde unos amigos de mi tío Tony, los Zeledón, hasta que regresó.
Intentó reincorporarse al trabajo de la organización, pero no se lo permitieron las personas que dirigían en San José, sobre todo un escritor mayor que él. Lo acusaron de ser un desertor por haber salido del país sin notificarlo a las FPL, por lo que no se sentía bien. Mi papá fue un convencido, tenía fe en la justicia y la dignidad de las FPL y era completamente fiel a su ideología. Así que quería regresar a El Salvador para esclarecer su situación, las FPL ajusticiaba a los desertores. Durante este periodo se deprimió mucho, él buscaba ayudar y lo acusaban de ser algo que no era. Pero la situación lo golpeaba tanto que regresó, a pesar de todos los esfuerzos de la gente para detenerlo. Cuando pienso en esto, veo que en verdad fue un hombre muy valiente, y no se imaginó la voracidad y maldad de algunas personas ni su alcance.
Mientras vivió en Costa Rica realizó colaboraciones en la Editorial Centroamericana (EDUCA) que era dirigida por mi tío Sebastián. Fungió como corrector de estilo y compartió con el poeta Francisco Andrés Escobar, que se encontraba en una situación similar.
Regresó en noviembre de 1980 justo para verme dar mis primeros pasos en el Aeropuerto de Comalapa. Mi mamá y mi mamá Yuly estaban alegres de verlo de nuevo. Existe una fotografía en la que mi mamá me carga en sus brazos y mi mamá Yuly abraza con alegría a mi papá.
“Hasta que vino mi papá di los pasos con más seguridad. Me andaban con una mantilla amarrada al pecho”, escribió mi papá en Mi biografía. Y así cuenta mi mamá, que caminé hasta que volvió él.
A los días se incorporó a la Universidad José Simeón Cañas, UCA para estudiar letras, para seguir con su vocación literaria. Era su segunda incursión universitaria, la primera fue en la Universidad de El Salvador donde me dicen que estudió Química. Siempre quiso colaborar con las organizaciones sociales, además de ser escritor.
Jamás olvidaré la muestra del sufrimiento de mi papá Tony. Quizá la única vez que lo escuché hablar de lo que sentía al haber perdido a mi papá. A Arnoldo, hijo de Úrsula, se le murió un hijo antes de cumplir un año. Mi abuelo para consolarlo le dijo: “Da gracias a Dios que no lo viste crecer y todo lo que pudo hacer. Porque ese dolor de perder un hijo que ya has visto crecer y le ves todo lo que hace no tiene comparación”.
Cuenta mi mamá que una noche se despertó asustada. Soñó que mi papá estaba en el suelo arrojado sobre un charco de sangre; ella intentaba acercarse, pero entre más lo hacía, más se alejaba el cuerpo de mi papá. Ella se lo contó a él y se abrazaron. Ella le decía que se saliera de todo eso, que pensara en mí. Pero, mi papá no quería dejar la organización le tenía fe.
Otra noche, mi papá soñó que mi mamá corría en su sueño con dos niños en sus brazos. Por la mañana él se lo contó él a mi mamá, quien sintió que podía ser su situación en caso de faltar él. Mi papá la consoló y le dijo que no se preocupara, que uno se prolonga en los genes. Esa frase también se la repitió en algunas ocasiones a mi abuela Josefina.
Mi papá sabía que iba a morir joven, y muchos de sus escritos lo reflejan. Eso no era algo que extrañara, muchos de sus coetáneos lo intuían por el tormentoso tiempo en que vivían. Sin embargo, mi papá no sabía de dónde vendría el golpe, como lo demuestra en su poema De probada y correr o quedarse: “Antes que te digan otra cosa y veás en tu mente caer a Quetzalcoat y hundirse en el relámpago, recuerda que voy a morir. Estoy apuntado en la lista de la muerte y ella sabe hasta cuándo pesaré”.
Unos meses antes de desaparecer llegó donde Úrsula. Estaba nervioso. Le dijo a ella que estaba así porque había visto en el bus a quien era su enlace con las FPL y cuando lo saludó no le devolvió el saludo y le hizo mala cara, lo cual era una mala señal. En ese momento se valoró enviarlo a México para protegerlo, pero el destino siempre tiene otro guión que seguir. Compraron un boleto que jamás se usó.

 

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