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Aparece el rostro de la antidemocracia en Estados Unidos

Las elecciones presidenciales en Estados Unidos se han vuelto, desde décadas pasadas, en asunto de interés para la mayor parte del mundo, sobre todo en América, por la incidencia que tiene el gobierno estadounidense en la región y en el mundo. Y es que la política exterior intervencionista de Estados Unidos, aunque sea la misma gane quien gane, siempre tiene matices, de ahí la expectativa si gana el candidato Republicano o el Demócrata.

En los dos periodos del demócrata Barack Obama, por ejemplo, hubo acercamientos hacia Cuba, una leve flexibilización del grotesco bloqueo contra la isla que, por cierto, no castiga a sus gobernantes, sino a su pueblo. Pero al llegar Donald Trump endureció las medidas contra Cuba, Venezuela, Nicaragua. Trump firmó, en agosto de 2019, un decreto ejecutivo con el que congeló los activos del gobierno de Venezuela en territorio de los Estados Unidos. “Todos los bienes e intereses de propiedad del gobierno de Venezuela que se encuentran en EE.UU., o que se encuentran bajo el poder o control de cualquier persona de EE.UU.”, dice el decreto.

Y es este embargo o bloqueo el que ha llevado a Venezuela a sufrir la mayor crisis de su historia, porque los activos embargados en Estados Unidos son las empresas relacionadas con la refinería del petróleo y por ende las cuentas, producto de la venta del crudo a ese país. Mucha gente que no se informa, por ejemplo, cree el discurso mediático de la derecha criolla y continental, que la crisis económica en Venezuela es producto del mal gobierno de Nicolás Maduro o por la corrupción de este y sus funcionarios, cuando la verdad es que se debe al embargo, a las sanciones de los Estados Unidos contra Venezuela, al retener miles de millones de dólares, conociendo que el 42 % de la producción petrolera de Venezuela se vendía en la potencia del norte.

Todo la anterior estuvo ligado a otras acciones para derrocar al gobierno de Maduro, pero el poder popular en el país llanero ha impedido todas las acciones golpistas, avaladas por el gobierno de Trump. Y se podrían enumerar aquí muchas acciones de los matices que tiene quien gana la presidencia en Estados Unidos.

Barack Obama prometió resolver el tema de los migrantes en Estados Unidos y le falló a sus votantes, hoy Joe Biden, el candidato demócrata, retoma el tema, y aunque es una promesa que se le puede recriminar, lo cierto es que Trump ha sido cruel contra la migración en su gobierno y eso pudo haber movido el voto migrante hacia Biden.

Pero Trump ha ingresado otros temas que golpearan la democracia en Estados Unidos, no solo en esta elección, sino en el futuro: el tema del fraude electoral.

Y es que el equipo de campaña y el mismo Trump, incluso, ha solicitado que se suspenda el conteo de votos, tras argumentar que se está cometiendo fraude.

Hasta el momento de escribir este editorial, el candidato demócrata lleva una ligera ventaja en el voto popular y el número de colegios electorales ganados, pero Trump no acepta.

Incluso, ordenó a su equipo de campaña a acudir a los órganos de justicia para impugnar los resultados. Es cierto que en anteriores procesos electorales los resultados se conocían la misma noche del primer martes de noviembre, pero esta vez, por las nuevas modalidades implementadas en la votación, el conteo de los votos es más complejo, pero eso no significa una puerta para el fraude.

Sin lugar a duda, Donald Trump pasará a la historia como el presidente y candidato presidencial que introdujo el fantasma del fraude en la democracia de los Estados Unidos de América, y con ello el rostro de la antidemocracia.

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