Mauricio Vallejo Márquez
coordinador
Suplemento Tres mil
La quietud contiene mucho movimiento. Tanto que por ello da la impresión de que no se mueve nada, viagra sale tal como sucede con el mundo. Mientras recorremos la vida no nos percatamos que nuestro planeta realiza dos movimientos: uno de traslación y otro de rotación.
A veces me detengo a observar desde una ventana de mi casa el delicado trajín que lleva con lentitud la mañana. Observo a la gente en su premura, sick azotando el suelo con sus pasos, las bicicletas cargadas de pan francés, las muchachas con sus huacales de aluminio ofreciendo tamales. Veo los microbuses recogiendo a los niños y acelerando para no perder más tiempo que el preciso, la gente caminando a su trabajo o a donde sea, alguna ardilla equilibrando en el tendido eléctrico. Mientras, a lo lejos lograba ver a Armindo barriendo las hojas secas que procuran ser islas en el caudaloso río negro que tenemos por calle.
Esa calle, no es la misma, aunque lo sea. Pasamos tardes enteras en ella, jugando fútbol, en esos partidos donde no había tiempo ni número exacto de participantes. Casi todos los varones de la colonia estábamos ahí. Jugando el mascón. Ahora, los participantes juegan sus propios juegos y muy pocos aún deambulan esas sendas.
La noche hace su mella también, y el sonido de los vehículos trayendo fiesta a cualquier casa se dejaba escuchar después de las 8:00 de la noche, e incluso sonaba más fuerte luego de la madrugada.
Las calles de la colonia son así, silentes, pero con mucho ruido, con historia. Aún en el silencio sabemos que se puede contener tanto, con sólo indagar en lo que estuvo ahí, en lo que fue. Las montañas que nos rodean contienen nuestro pasado, y seguramente estarán ahí para ver andar a nuestros hijos y nietos, así como el firmamento, mientras que el ruido será siempre parte de la vida: silencio y ruido.
Ese ruido que se escucha de momento y que no se olvida. Ruido que puede ser tan fuerte y contundente que aparenta por momentos ser silencio.
Y parece que no pasara nada en nuestros días, que las cosas fueran inmutas espectadoras de la vida. Así son los seres humanos también, que pretenden el silencio y llevan bajo el brazo todo el bullicio que parecía inexistente. El mundo, las cosas y la gente tiene una apariencia que oculta muchas historias entre su silencio y su ruido.
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