Barcelona/AFP
Diego Urdaneta/Daniel Bosque
Los independentistas de Cataluña dejaron al descubierto sus divisiones tras la decisión del presidente de su parlamento, bajo presión de la justicia española, de aplazar la investidura del independentista Carles Puigdemont, que se reivindicó como único candidato posible a presidir la región.
«El pleno de hoy queda aplazado» hasta tanto haya garantías de un debate «efectivo y con garantías» para Puigdemont, anunció Roger Torrent, sin precisar una nueva fecha.
El anuncio fue aplaudido por el gobierno central de Mariano Rajoy, quien había advertido a Torrent de «responsabilidades» judiciales si seguía adelante con el pleno en ausencia de Puigdemont, instalado en Bruselas evadiendo una investigación en España por rebelión y sedición.
«Se ha evitado que hoy se hubiera producido una burla a nuestra democracia», indicó el Ejecutivo español en un comunicado.
En cambio, decepcionó a Puigdemont que en un vídeo publicado en las redes sociales lamentó la decisión y acusó al Estado español de hacer «el chantaje de obligar a escoger un presidente y un gobierno que les complazca».
Y si bien pidió respeto hacia el presidente parlamentario y unidad en las filas independentistas, dejó claro que no piensa tirar la toalla: «No hay ningun otro candidato posible ni ninguna otra combinación aritmética posible» a la mayoría independentista obtenida en las elecciones del 21 de diciembre.
Heridas abiertas
El aplazamiento de la sesión reabrió las heridas entre los dos grandes grupos independentistas, Juntos por Cataluña de Puigdemont e Izquierda Republicana de Cataluña de Torrent, inmersos desde hace años en una lucha por la hegemonía nacionalista.
Los primeros, con 34 diputados sobre 135, apuestan por mantener el choque político con Madrid invistiendo a Puigdemont aunque sea a distancia, mientras que ERC, con 32 diputados, pide ralentizar la marcha y buscar objetivos realistas.
«Sobre los resultados de un chantaje no se puede construir futuro, no se puede construir república», dijo Puigdemont, acusando entre líneas a sus teóricos aliados de «falta de realismo» al pensar que obedeciendo a Madrid conseguirán antes la secesión.
Con caretas con la cara de Puigdemont, banderas independentistas y gritos de «ni un paso atrás», miles de personas se congregaron en un paseo aledaño al Parlamento para exigir la investidura de Puigdemont, a la hora en que debía realizarse la sesión (14H00 GMT).
«Puigdemont es nuestro presidente. El pueblo ha elegido a su dirigente», dijo a la AFP José Anaya, un jubilado de 72 años, portando su máscara de Puigdemont. «Estamos indignados», afirmó.
Posteriormente, varios centenares de personas desbordaron a la policía que cerró por seguridad el parque donde se encuentra el Parlamento, y se mantuvieron apostados tras vallas policiales a pocos metros de la entrada del edificio, cantando «Queremos un pleno de investidura».
Puigdemont es el candidato
Por el momento, el único candidato sigue siendo Puigdemont, aseguró Torrent, porque «tiene toda la legitimidad (…) y tiene todo el derecho».
Instalado en Bruselas desde pocos días después de la fallida declaración de independencia de Cataluña del 27 de octubre, tras lo cual fue destituido de la presidencia catalana, Puigdemont había pedido a Torrent garantizar «las medidas necesarias» para asistir al pleno.
Esa era la única manera en la que podía ser elegido, dictaminó el Tribunal Constitucional tras reunirse de urgencia el sábado pasado, para estudiar un recurso del gobierno central.
En su auto, la corte prohibió una designación a distancia de Puigdemont como defiende su entorno. Para acudir a la cámara, Puigdemont debía primero pedir permiso ante el juez del Tribunal Supremo que lleva la causa contra el núcleo duro del independentismo.
El Constitucional rechazó este martes un recurso de Puigdemont contra el dictamen.
«No aceptaremos injerencias»
El empeño de los separatistas en investir a Puigdemont aumentaba la tensión en España, que vive su peor crisis política en décadas a raíz del llamado «desafío independentista».
Luego de semanas de tensión y un referéndum de autodeterminación realizado pese a la prohibición de la justicia el 1 de octubre, el Parlamento catalán declaró la secesión de España el 27 de ese mes.
La independencia no se materializó: horas más tarde el Gobierno central intervino la autonomía regional, cesó a su Ejecutivo y convocó nuevas elecciones, con la esperanza de calmar las aguas en esta región, cuya sociedad se muestra muy dividida sobre la independencia.
Pero en eso comicios los independentistas retuvieron la mayoría absoluta del Parlamento y dijeron querer regresar al poder a Puigdemont, como una muestra de «dignidad» frente a Madrid.
Un bloqueo en el Parlamento desembocaría en la repetición de elecciones.
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