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Aportes de la economía del desarrollo (1/2)

Ricardo Olmos Guevara
Economista

Tres áreas o campos son claves en la ciencia económica en la actualidad. El estudio en los ámbitos de la macroeconomía, microeconomía y la economía del desarrollo. En otras oportunidades me ha permitido el Diario Co Latino evidenciar la importancia de la economía del desarrollo en el marco de las ciencias sociales y de la misma ciencia económica. Ver https://www.diariocolatino.com/la-resurreccion-de-la-economia-del-desarrollo/.

La economía del desarrollo viene configurando la sistematización del análisis económico sobre los principales problemas de los países pobres. Por ejemplo, los acuciantes problemas irresueltos y referidos a la agricultura, el proceso de industrialización, el papel del Estado, el fenómeno del desempleo, la importancia de la planificación económica para el desarrollo, los problemas asociados con la innovación y los procesos tecnológicos, etc., temáticas que fueron casi borradas del interés intelectual y académico. Sin embargo, el desarrollo de las ramas de interés de la economía en los últimos veinte años vienen siendo revisados, y puestos sobre una perspectiva de análisis con un mayor alcance, visión y compromiso por el desarrollo. En consecuencia, es de rigor, para comprender la realidad nacional en el marco de esta perspectiva, definir cuáles son los aportes que recientemente ofrece esta perspectiva de análisis económico.

Uno de los aportes que ha venido ganando terreno y consenso es que los países pobres y subdesarrollados lograrán avanzar y reducir las brechas con respecto a los países recientemente industrializados, confiando en el Estado como principal fuerza para impulsar el desarrollo. A lo largo de los últimos 30 años, y particularmente después de la crisis de los setenta, luego del golpe de Estado en Chile en 1973, se ha reducido el papel de los aparatos del Estado en América Latina al rol únicamente de realizar planes de inversión del presupuesto nacional, lo que impacta de manera mínima en las economías de los países y particularmente en aquellos que desean atender los desafíos nacionales del desarrollo. Las reformas económicas, impulsadas por el Consenso de Washington denominado como neoliberalismo, propiciaron que la inversión pública se redujera con la consiguiente disminución del producto nacional. El libre mercado, no fue el motor que haya propiciado desarrollo, sino que muy por el contrario, este generó más desigualdades económicas y menos oportunidades para el desarrollo nacional en los países en donde se aplicó ese paradigma. La evidencia empírica así los demuestra. Por el contrario, la nueva visión del desarrollo promueve, en los foros internacionales hasta por organismos mundiales, que sin la presencia del Estado será imposible reducir la desigualdad, la pobreza y la debilidad de la prestación en los servicios básicos. En consecuencia, se vuelve necesario que la programación económica y su ejecución deberán orientarse a reducir las brechas sociales para acelerar el desarrollo económico de los países pobres.

Otro aporte de esta disciplina de la economía del desarrollo está referido a la idea que las inversiones que se han dejado de hacer por el Estado a lo largo de estos años, vienen propiciando una menor inversión pública, contribuyendo a menores oportunidades para los pobres, particularmente en ramas como la agricultura, que al no ser apoyadas ha generado a su vez flujos migratorios de los países pobres a los países avanzados. También, este deterioro de las inversiones públicas perjudicó drásticamente la producción nacional y el empleo agrícola con menores incentivos y menores oportunidades en los sectores más vulnerables de la población. En el caso de El Salvador, en la década de los 80 las transformaciones de la tenencia de la tierra formaron parte de la estrategia contrainsurgente durante la guerra civil en el país, y por lo tanto no se vinculó con ninguna estrategia de desarrollo. Muy por el contrario, el papel del Estado en esta época fue revisar los resultados de esos programas, por lo que se vuelve urgente integrar en los proyectos de desarrollo el fuerte apoyo e impulso a la agricultura, para que impacte con un mayor volumen de producción y empleo, debiendo ser los nuevos “motores” dentro de las ramas y subramas que de seguro propician más actividad económica, en donde la principal fuente de financiamiento deberá ser el Estado con una nueva serie de inversiones nacionales, propiciando la organización empresarial de nuevo tipo con nuevas empresas y de los mismos trabajadores agrícolas. Los proyectos de inversión pública deberán de renovarse y ser cuidadosamente entregados para su gestión eficiente a equipos técnicos que den seguridad de una ejecución del 100%. No hay lugar para equivocaciones o desidias en los equipos técnicos en el sector público!! Asimismo, deben de introducirse criterios que permitan observar los impactos económicos en el empleo y producción nacional. Se cuenta con otro aporte de la economía del desarrollo en el sentido que el crecimiento económico no debe de ser visto como contrario al desarrollo, sino que forma parte del mismo. No puede existir desarrollo sin crecimiento económico y este no puede existir sin desarrollo económico, al mismo tiempo. Los países que han logrado niveles mayores de producción, y particularmente de nuevos productos exportables, no ha sido únicamente a partir de la visión cortoplacista de un crecimiento de un año, sino en el marco de la apuesta por el crecimiento de aquellos rubros con mayor demanda internacional. Esta estrategia hay que mantenerla y ampliarla. Esta apuesta hay que cubrirla sin que ello signifique que se esté pensado en los mismos productos tradicionales de exportación. El Salvador tiene las capacidades para diversificar su producción exportadora y, para ello, se requiere de alianzas estratégicas entre los mismos capitales nacionales, en donde el Estado garantice esas oportunidades exportadoras. Los primeros espacios productivos deberán ser en aquellos sectores en donde se puedan establecer empresas ensambladoras con capital nacional y foráneo de bienes que se demandarán a lo largo del tiempo y pueden ser además exportados a la región centroamericana.

Aquellos bienes y/o servicios que han sido concesionados a los privados deberán ser de nuevo ofrecidos por el sector público con participación mayoritaria del sector público frente al sector privado. Esto favorecerá en el corto plazo de recursos financieros para el funcionamiento del sector público.

Otro aporte de la economía del desarrollo está referido a que la sola inversión de capitales externos no genera desarrollo y mucho menos aquella que por años se denominó ayuda para el desarrollo. Ningún país en el mundo se ha desarrollado a partir de la ayuda externa o de la inversión extranjera. Ninguno de los países asiáticos como Japón, Korea o Taiwán o más recientemente China, gozó de inversiones masivas…” (T. Piketty 2014, p. 87).

En este punto es fundamental indicar que es preferible iniciar un proceso en donde la apuesta en vigor de mayor y mejor organización de la producción nacional es clave para impulsar el desarrollo. En otras palabras, hay que poner en marcha una reorganización de la producción nacional para que existan mayores niveles de escalas de producción de la pequeña y mediana empresa. Las innovaciones a veces se vinculan equivocadamente con la tecnología.

En el caso nuestro, el logro de la eficiencia, productividad y competitividad, deberán de estar en este nicho de empresas nacionales que el Estado debe favorecer.

Solo esto podrá en el corto plazo reducir efectivamente la pobreza e incidir en el empleo y reducir los niveles alarmantes de subempleo, con un nuevo tejido empresarial diferente, con consensos y más oportunidades, creando empresas de trabajadores en donde los jóvenes se inserten en las nuevas actividades productivas como resultado de la sinergia de los proyectos para el desarrollo. Esto es parte del sueño salvadoreño por construir!

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